Último día del juicio por malversación contra el exconsejero de Interior, Miquel Buch, y el escolta del presidente en el exilio Carles Puigdemont, el sargento de los Mossos d’Esquadra Lluís Escolà. Un juicio donde se juegan 6 años de prisión para el exconsejero y 4 para el mosso de Esquadra porque el ministerio público interpreta que contrató como cargo de confianza al sargento para que hiciera un servicio de protección. La jornada ha comenzado esta mañana con la declaración del consejero a preguntas del ministerio fiscal, Pedro Ariche, para concretar cómo fue la petición del expresidente para recibir un servicio de protección, tal como prevé la ley de la Presidencia de la Generalitat, cuando se activa la oficina del expresidente.

El fiscal ha insistido en la singularidad de que el presidente se encontrara fuera de Cataluña. Buch ha detallado que el ministerio del Interior no lo aceptó, y que replicó al ministerio más explicaciones. De hecho, Buch ha calificado de «un trámite más» para cumplir las cuatro prerrogativas que completan la creación de una oficina de expresidente de la Generalitat. «De momento, tiene solo tres, la cuarta -un servicio de protección, no-«, ha señalado. Buch ha defendido que no contrató como cargo de confianza Escolà como tapadera para hacer de escolta encubierto de Puigdemont al exilio.

Lluís Escolà y Miquel Buch, en un momento del juicio/ACN
Lluís Escolà y Miquel Buch, en un momento del juicio/ACN

«El nombre de Lluís Escolà»

El ex consejero ha precisado que antes de contratar a Escolà recibió cuatro negativas de cuatro nombres diferentes por la situación política después del referéndum del Primero de Octubre y de la aplicación del 155. Finalmente, le propusieron a Escolà, que Buch conocía de vista porque durante diez años de alcalde lo había visto en varios actos como policía. «Lo conozco como conozco a quién es el presidente del Barça, nunca había ido a hacer un café con él», ha concretado. Buch ha admitido que cuando le propusieron el nombre se lo miró porque era un policía que tenía un problema de espaldas y difícilmente podría volver al servicio activo, por eso no había riesgo de que fuera señalado para significarse políticamente. Buch ha negado que incidiera en el expediente disciplinario que tenía abierto por haber llevado al presidente Puigdemont al exilio. «A los políticos no se nos permite acceder a estos expedientes», ha argüido para añadir que sí que pidió que lo avisaran cuando se cerrara el expediente.

El fiscal ha apretado a Buch preguntando si sabía que Escolà había estado con Puigdemont en el exilio. El exconsejero no lo ha podido garantizar porque siempre que fue a Waterloo «había mucha gente». Buch ha explicado que siempre le acompañaba su jefe de gabinete, su jefa de prensa y, según los actos, la jefa de protocolo, nunca los asesores. Así ha narrado que, además de los informes que hay en la causa, que Buch ha calificado de «notas». «A mí no me gusta leer», ha confesado. Y, por eso, si tenía que hacer un discurso, picaba de varios informes y notas. «A Escolà pedía opiniones, contexto o el tú cómo lo ves», ha justificado.

Sobre los viajes que hacía Escolà a Bruselas, porque «cada cual en su vida privada hace el que quiere». También ha echado balones fuera sobre si había visto los tuits que hacía Escolà cuando estaba con el presidente. Buch ha llegado a decir que no miraba el Twitter, pero que, en todo caso, su «entorno puede opinar que quiera«. Así, el exconsejero ha recordado a preguntas del fiscal que a pesar de que pedía disponibilidad absoluta a su equipo, «no era un negrero». Una explicación para dar a entender que mientras le cogiera el teléfono no pedía su presencia física. Buch ha acabado su declaración lamentando que Escolà se marchara por propia voluntad. «No se puede hacer nada cuando uno dice que no quiere trabajar contigo», ha razonado.

«Su trabajo fue útil»

Buch ha enfatizado, ya a preguntas de su defensa dirigida por Judit Gené, que durante los siete meses y medio que Escolà trabajó en el departamento su trabajo fue «útil». Así mismo, el exconsejero ha aseverado que no se amplió la plantilla porque si lo hubiera pedido le habrían dicho que «se pusiera hojas». Por lo tanto, se aprovechó una de las plazas de asesores que tenía el departamento de Interior. Por otro lado, Buch ha subrayado que tardó en sustituir a Escolà porque buscaba a otro mosso y no fue posible porque nadie se quería implicar, de ahí que escogiera, finalmente, a un detective privado.

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