El antiindependentismo de Jesús María Barrientos, rey de los jueces contra el Proceso –el Tribunal Supremo anuló el juicio a la Mesa de Carme Forcadell por su falta de imparcialidad–, ha sido desplazado este jueves por el anticatalanismo furibundo de otro jurista, autor de la frase «se pretende que es inocente pero es independentista». El escenario del duelo ha sido el juicio contra el consejero de Cultura en el exilio, Lluís Puig, acusado de desobediencia por no haber entregado las obras de Sixena que estaban en el Museo Diocesano de Lleida, en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC). El rival de Barrientos era Jorge F. Español Fumana, abogado de la acusación particular en representación del Ayuntamiento de Vilanova de Sixena. La hostilidad manifiesta de Español contra el españolísimo Barrientos, del cual ha asegurado que le limitaba su derecho a la defensa y que le obligaba a hacer el juicio con «miedo» de «ser expedientado», ha generado una situación inesperada. El aún presidente del TSJC, que también presidía el juicio, se ha pasado la vista vetando preguntas impertinentes del representante aragonés y, en cambio, ha mantenido una interacción fluida y sin tensión con el abogado de independentistas Jaume Alonso-Cuevillas, que se encargaba de la defensa de Puig.
«Tengo miedo de hablar, no me siento en libertad con este tribunal»
El choque entre Español y Barrientos ha comenzado ya en las cuestiones previas. El letrado –que al final de la sesión se ha autodefinido como «persona noble» y lo ha vinculado al hecho de ser aragonés– ha disparado con bala contra el magistrado desde que abrió la boca por primera vez. «Yo tendría muchas cuestiones previas, pero tengo miedo de hablar por miedo a ser condenado. No me siento en libertad, no estoy en condiciones de hablar en este tribunal. Quisiera pedir un nuevo tribunal, pero como no se concederá, en todo caso me plantearé pedir la nulidad del juicio a posteriori», ha soltado.
El comentario puede haber dejado la sala atónita, pero Barrientos sabía de dónde venía el berrinche. Cuando la vista se ha reanudado después de una pausa para deliberar sobre las demandas planteadas en las cuestiones previas –Cuevillas había pedido la suspensión hasta el día que Puig pudiera comparecer por videoconferencia, lo cual le fue denegado–, el presidente del tribunal ha leído un párrafo de una interlocutoria en que reclamaba lealtad procesal al abogado de Sixena, un texto que ha defendido como válido. Ha desestimado las quejas del abogado aragonés y ha continuado con el juicio.
«¿Puedo hacer preguntas y no tendré consecuencias disciplinarias?»
Pero el aragonés Español no tenía ninguna intención de tirar la toalla y ha continuado interpretando el papel de defensor con la libertad coartada. Con un grado de insistencia en la formulación de preguntas especulativas a los testigos que hacía difícil no pensar que acumulaba deliberadamente agravios para pedir la nulidad del juicio cuando salga la sentencia. De hecho, ha quedado claro que la resolución no le parecerá bien en ningún caso, porque de entrada ya no le gusta ni la ley: «En otro país podría pedir tres o cuatro años de prisión», ha refunfuñado ante la imposibilidad de reclamar que se condene a Lluís Puig a una pena privativa de libertad, no prevista por el Código Penal español para el delito de desobediencia.
La paciencia de Barrientos con Español ha estado al límite durante toda la vista. Uno de los momentos álgidos de la crisis ha sido cuando el letrado aragonés ha dicho que no pensaba hacer ninguna pregunta al exdirector general de Cultura Josep Maria Boya Busquet, un testigo que había pedido él. «Esta acusación particular se reitera en su imposibilidad de ejercer el derecho a la defensa, por tanto, no hará preguntas», ha espetado. El presidente del tribunal no podía creerlo. «¿Puede dar una explicación de por qué hace venir a este testigo y luego no le piensa preguntar nada?», ha replicado visiblemente irritado. «¿Puedo hacer preguntas y no tendré consecuencias disciplinarias?», ha insistido Español. «Si tiene preguntas, hágalas», ha respondido secamente Barrientos.
La venganza, en este caso, ha sido un plato que no se ha servido muy frío. Cuando Boya ha dicho que recordaba el día que llegó el requerimiento a Lluís Puig porque era 7 de julio, San Fermín, y pensó «ya ha llegado el toro», Español ha protestado y Barrientos ha ignorado su protesta. Poco después, el mismo exdirector general ha calificado de «asedio militar» la operación de la Guardia Civil para llevarse las piezas de Lleida aprovechando el 155. El letrado se ha quejado con más intensidad: «¡Señoría…!». Y la réplica fría del presidente del tribunal ha sido: «Usted ha preguntado y él contesta lo que le parece».
«¡No conteste!»: la intervención más repetida por Barrientos a los testigos interrogados por Español
A partir de aquí, las advertencias de Barrientos a varios testigos para que no respondieran a determinadas preguntas de Español se han ido repitiendo una y otra vez. Ha sucedido, por ejemplo, cuando quería hacerle decir a un capitán de la Guardia Civil que participó en la operación de «rescate» (sic) de las piezas si creía que, en caso de no haber montado aquel dispositivo, la Generalitat las habría entregado.

El «no conteste» ha resonado en la sala también cuando el letrado ha preguntado a otro testigo si el exconsejero Santi Vila –predecesor de Puig y que no era juzgado en esta vista– había dicho que quería desobedecer la sentencia. Y cuando Español ha intentado desacreditar a una testigo de la defensa –la abogada de los servicios jurídicos de la consejería de Cultura, Pilar Bayarri– preguntándole si había dado una conferencia sobre el caso. Y muchas veces más.
Español ha tensado la cuerda hasta el límite cuando, en la fase final de la vista, en su informe, ha asegurado dirigiéndose a Barrientos: «Este letrado tiene más interés que usted en condenar a este señor, porque es un mal ejemplo para todos». El comentario ha puesto los pelos de punta al magistrado, que arrastra como puede su mochila por falta de imparcialidad, y rápidamente le ha cortado: «¡Este presidente no tiene ningún interés en condenar o no condenar a nadie!».
Así se ha llegado a un «visto para sentencia» que abre ahora el período en que el tribunal debe enfrentarse a una vista grotesca –por el camino, Español había soltado perlas como «se pretende hacer creer que este señor es inocente, cuando es independentista y debe estar orgulloso de lo que hizo»– sobre la cual los magistrados deberán dictar una resolución como puedan.