El presidente de Junts per Catalunya, Carles Puigdemont, y el líder de ERC, Oriol Junqueras, se han reunido este jueves en la Casa de la República, en Waterloo, durante dos horas y media y se han marchado juntos en el mismo coche, con Puigdemont al volante y Junqueras de copiloto. Los dos líderes del Proceso en la parte delantera de un vehículo que llevaba un número de matrícula muy simbólico: 1-O-20177, el día del referéndum de autodeterminación. Esto es posible porque Bélgica permite personalizar las matrículas de los vehículos.

Es obvio que no basta con una reunión para tejer relaciones y recuperar la confianza perdida, pero hay que empezar la reconstrucción por algún lugar. Ahora, el independentismo necesita que estos dos líderes, que politólogos cuestionan que sean capaces de pilotar una nueva etapa en el independentismo, sean capaces de mantener un contacto fluido y mantengan encuentros periódicos. Como si se tratara de una mesa de negociación para alcanzar acuerdos con un horizonte común: la independencia. Y también lograr construir estrategias comunes en aspectos compartidos que permitan hacer fuerza conjunta en Madrid, pero también en Cataluña, donde hay la sensación creciente de que no pasa nada.

Estos días, una voz informada de Madrid me comentaba que Cataluña es un “oasis”, y Madrid todo lo contrario. Hace más de cien días que Salvador Illa es presidente de la Generalitat y continúa proclamando a los cuatro vientos la pretendida “nueva normalidad” y que el Proceso es cosa del pasado, con la voluntad de pasar página. Entró con el objetivo de que los presupuestos de 2025 entraran en vigor el 1 de enero, pero esto no ha sido posible y ahora el Gobierno ya abre la puerta a prorrogar los presupuestos de 2023 del ejecutivo de Pere Aragonès ante la negativa de los republicanos a negociar las cuentas. Más allá de esta situación de bloqueo, aquí no pasa nada, porque la oposición, a estas alturas, es más débil que el Gobierno.

Para fortalecer una oposición a Illa, es necesario que Puigdemont y Junqueras, Junts y ERC, exploren la vía de construir una alternativa, un proyecto, al gobierno de Illa. Los tiempos de mayorías absolutas son un recuerdo del pasado y para gobernar se necesitan alianzas. Y si Junts y ERC quieren gobernar, están condenados a ponerse de acuerdo. Solo a través de estas alianzas, ambas formaciones podrán mostrar músculo en la oposición y tener alguna posibilidad de desbancar al PSC de la Generalitat. Solo lo podrán hacer así, porque si cada uno hace la guerra por su cuenta, Cataluña continuará dando la imagen de oasis que promueve Illa.

Por lo tanto, el independentismo puede estar de enhorabuena porque los líderes del Proceso han dado un paso adelante, han compartido coche y han salido ambos en la misma dirección. La lástima es que han tenido que pasar siete años, llenos de represión, para concluir que es necesario “iniciar una nueva etapa de relación que contribuya a recuperar la fuerza y la iniciativa del movimiento independentista”. Ahora toca remangarse, y pisar el acelerador de este coche que recuerda al independentismo todo lo que fue capaz el Primero de Octubre.

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