El uso de la inteligencia artificial (IA) ha entrado con fuerza entre las nuevas generaciones, que han incorporado esta herramienta como un elemento más a la hora de llevar a cabo sus tareas cotidianas. Y lo mismo sucede en el sistema educativo: los alumnos cada vez usan más la inteligencia artificial, generalmente la generativa -como ChatGPT, entre otras- para realizar sus actividades escolares. De hecho, así lo confirmaban los mismos estudiantes en el Saló de l’Ensenyament, que reunió a más de 100.000 jóvenes durante los cuatro días que llenó los pabellones 1 y 2 de la Fira de Barcelona. La llegada de la inteligencia artificial, por tanto, ha marcado un antes y un después en el funcionamiento de las nuevas generaciones a la hora de estudiar, lo que también ha obligado a los docentes a rediseñar su manera de evaluarlos: «Debemos ir un paso más allá para asegurarnos de que hay un aprendizaje real», argumenta la psicopedagoga, profesora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), y profesora de formación pedagógica -equivalente al máster de profesorado- del Institut Obert de Catalunya (IOC), Sylvie Pérez, en conversación con El Món.

Para los docentes consultados, una de las claves de adaptarse a la incorporación de la inteligencia artificial en el sistema educativo es replantear la forma de enseñar a las nuevas generaciones: «Yo todas las tareas evaluables las hago en el aula, nada en casa», apunta el escritor, ensayista y profesor de secundaria Damià Bardera, que deja muy claro que no está «en contra de la inteligencia artificial», sino a favor de «la autonomía del alumno». De esta manera, tal como también confirma Sylvie Pérez, los docentes tienen más herramientas para garantizar que los estudiantes hayan adquirido las lecciones expuestas en el aula. En esta línea, el profesor asociado de matemáticas e informática de la Universitat de Barcelona y autor del libro Inteligencia artificial: desafíos y límites del ChatGPT en la docencia universitaria, Oliver Díaz, también asegura que, desde el auge de la IA, «ha añadido elementos» en sus encargos para «ver que realmente se han alcanzado los conocimientos»: «Debemos educar a los alumnos para que tengan un espíritu crítico al usar estas herramientas», apunta Díaz, coincidiendo con la opinión de los otros dos expertos, quienes consideran que el profesorado también debe «darle una vuelta» a la forma de evaluar a los alumnos: «Debemos buscar encargar tareas de análisis más críticas», argumenta.

Los expertos, sin embargo, diferencian el uso de la inteligencia artificial en las diferentes etapas educativas, ya que consideran que no es lo mismo el uso que se le puede dar en la educación obligatoria, la ESO, principalmente, que en la educación postobligatoria, tanto en el bachillerato como en la formación profesional o los estudios universitarios. «En la etapa postobligatoria es fundamental implicar a los alumnos en los estudios», exclama la psicopedagoga y profesora de la UOC, quien considera que, en esta etapa, es necesario «replantear la forma en que se solicitan los aprendizajes a los estudiantes»: «Siempre busco maneras de involucrarlos mucho en el proceso para ver cómo trabajan», asevera Pérez.

Imagen de un ordenador simulando el procesamiento de la inteligencia artificial / Europa Press

Un debate que trasciende las paredes del aula

Para Sylvie Pérez, el uso que hacen los jóvenes de la inteligencia artificial generativa para hacer los deberes, por ejemplo, se enmarca en un debate más amplio, que es la figura de las tareas que se encomiendan a los alumnos para hacer desde casa: «Antes el debate se centraba en el papel de los padres o las academias de repaso, los que se las pueden permitir, a la hora de hacer los deberes y las desigualdades que creaba. Ahora, con la aparición del ChatGPT, este debate se acelera y se hace más grande, porque solo depende de tener acceso a internet», argumenta la psicopedagoga. Una equiparación, sin embargo, que no comparte Bardera, quien considera que es un planteamiento que tiene «similitudes en la superficie», pero «diferencias en el fondo» de la cuestión: «Con la ayuda y la involucración de los padres hay una comunicación familiar que no existe con las maquinitas, donde hay más aislamiento y soledad», enfatiza el escritor y profesor de secundaria.

A pesar de las discrepancias sobre la cuestión de fondo del debate, los expertos coinciden en la necesidad de crear un «pensamiento crítico» de los estudiantes para que dispongan de todos los mecanismos al utilizar las inteligencias artificiales: «Son herramientas que nos pueden ayudar a optimizar el tiempo y muchos procesos, pero se debe ser crítico», asevera el profesor adscrito a la UB, quien deja muy claro que, por el momento, aún hay que hacer «mucho trabajo de comprobación» y «verificación» con las informaciones que facilita la IA. «Como fuente de inspiración es una muy buena herramienta, pero hay ciertas cosas que aún deben tomarse con pinzas», añade.

La consejera de Educación, Esther Niubó, durante un pleno en el Parlamento de Cataluña en una imagen de archivo / David Zorrakino (Europa Press)

La nueva realidad del sistema educativo

Aunque discrepan sobre los usos que deben hacer las nuevas generaciones de estudiantes de la inteligencia artificial, los expertos constatan que esta herramienta ha desencadenado una nueva realidad dentro del sistema educativo catalán. Es por eso que los docentes coinciden en la necesidad de educar a los jóvenes sobre «cómo usarla» para que adquieran una capacidad crítica, uno de los grandes objetivos de la enseñanza: «Lo que hace que no aprendan es que no trabajen con la información, no que la adquieran del ChatGPT», argumenta Sylvie Pérez. En esta línea, tanto la psicopedagoga como el profesor adscrito a la UB coinciden en la importancia de comenzar a incorporar estas herramientas en el aula para que los estudiantes aprendan cómo usarlas. En cambio, Damià Bardera discrepa de la opinión de los otros dos expertos y considera que la escuela -como institución- «debería prescindir de la inteligencia artificial»: «No creo que sea el espacio más adecuado. Las aulas deben ser espacios de resistencia«, exclama Bardera, que recuerda que los jóvenes ya entrarán en contacto directo con estas herramientas fuera del ambiente escolar y que la escuela debe fomentar «la autonomía» de los estudiantes.

A pesar de la diversidad de opiniones, la realidad es que la inteligencia artificial ha llegado a la escuela y a los institutos para quedarse. Y, a medida que se perfeccionen cada vez más estas herramientas, su uso se extenderá como una balsa de aceite entre la población. Los docentes, por tanto, deben buscar nuevas maneras para adaptarse a la eclosión de la inteligencia artificial y continuar garantizando el aprendizaje y los conocimientos de los estudiantes, que en los últimos años han demostrado una caída sostenida de su nivel, tal como confirman los últimos resultados de las pruebas internacionales como PISA o las competencias básicas.

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