El movimiento feminista ha cogido más fuerza en los últimos años. El elevado número de agresiones machistas han llevado el debate más allá de las calles y lo ha consolidado dentro de la política institucional. El auge del movimiento, pero, también ha acentuado los discursos de odio, liderados por la ultraderecha, que ponen en entredicho la violencia machista. Y esto, inevitablemente, ha polarizado la sociedad. De hecho, según la última encuesta de valores del Centro de Estudios de Opinión de Cataluña (CEO), elaborada a partir de las respuestas de 18.378 personas, uno de cada tres catalanes considera que el feminismo «ha ido demasiado lejos». Concretamente, el 54% de los hombres interpelados de entre 16 y 24 años se muestran “mucho de acuerdo” con esta afirmación. Una cifra que contrasta con la de las mujeres, donde solo un 23% cree que el feminismo se ha extralimitado. Unos datos bastante similares a los que presentaba el último informe sobre esta materia del Centro de Investigaciones Sociológicas, publicado el mes de enero.

Ahora bien, Begonya Enguix, catedrática de antropología de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y experta en género, masculinidades y política, considera que hay que matizar el comportamiento de la población hacia esta cuestión: «Si bien es cierto que existe un auge de los discursos antigénero y de personas que consideren que el feminismo ha ido demasiado lejos, el último estudio del CIS demuestra que una enorme mayoría de la población está de acuerdo que conseguir la igualdad entre hombres y mujeres es necesario para avanzar», asevera en conversación con El Món. La experta, pero, considera este tipo de discursos entre los jóvenes no son una cuestión «generalizada», pero sí «preocupante».

Chicos feministas y la otra cara de la moneda

Para la psicóloga especializada en violencia machista y profesora de la Universitat de Barcelona (UB) Nuria Becerra, el desencadenante de esta polarización es la necesidad arraigada de los jóvenes, especialmente durante la adolescencia, «de ir en contra» de los discursos establecidos: “La juventud siempre ha querido nadar a contracorriente, y cada vez lo hacen de manera más radical. El auge del discurso de la extrema derecha, cada vez más presente a las instituciones, los ha legitimado para radicalizarse”, argumenta. Una idea muy similar a la que expresa Júlia Vega, socia fundadora de Almena Cooperativa Feminista: “Por un lado, el movimiento feminista se ha extendido y ha ganado mucha fuerza, sobre todo entre las chicas más jóvenes, pero también entre algunos chicos. Ahora bien, también han aparecido muchos discursos reaccionarios empujados por la extrema derecha, y esto ha acentuado la polarización”, asegura. La experta en la materia considera que esta divergencia es muy visible entre la juventud, pero que también queda reflejada en adultos, a pesar de que con los años se «diluye» ligeramente.

Participantes en la manifestación de Barcelona por la huelga feminista de estudiantes / EP

Para Enguix, el hecho que haya resurgido una oleada reaccionaría contraria al feminismo es fruto que las nuevas generaciones han crecido en un contexto social en el cual consideran que la igualdad ya se ha logrado: «No es de extrañar que esté pasando. El género se ha vuelto a poner en el centro de una batalla sociocultural». Para la catedrática de la UOC, el «sistema patriarcal» nunca ha dejado de existir, por lo cual no se puede hablar de la aparición de una oleada reaccionaria: «Andamos sobre unas placas tectónicas y, cuando se producen movimientos, emerge el volcán». Para la experta, el volcán que ha aflorado últimamente se debe a la dicotomía, cada vez más explícita, entre «naturaleza y cultura», en la cual se considera que «el sexo es una cuestión biológica, natural» y el género «un constructo social, e incluso, según la extrema derecha, ideológico».

Choque social por la «guerra política» del género

La cuestión de fondo rae en una «guerra política», con el género como campo de batalla, puesto que es la máxima representación del «poder hegemónico y los privilegios». Este choque social también queda reflejado en las «nuevas masculinidades», o de lo contrario dichas «masculinidades críticas». Mientras que el movimiento ha conseguido calar profundamente entre buena parte de las nuevas generaciones, también ha agraviado el malestar de una parte de la población: “Considero que la juventud se divide entre las personas que tienen un discurso más reposado, concienciado, y las personas que se encienden rápidamente”, defiende Nuria Becerra. Es decir, en otras palabras, entre los hombres que abrazan una “masculinidad antimachista” y los que no. Tanto Becerra como Enguix, pero, consideran que no es adecuado hablar de «nuevas» masculinidades. «El término ‘nuevas masculinidades’ es mucho marquetizable, pero implica que existe una cosa nueva en comparación en la vieja. Teniendo en cuenta que el patriarcado no ha desaparecido, no podemos hablar de una nueva masculinidad», remarca Enguix.

La polarización, pero, no rae solo en las personas partidarias y las contrarias, puesto que, como en toda lucha, hay varias corrientes. «La clave es entender que el feminismo no es un solo movimiento, sino que son muchos. Es heterogéneo. Las chicas jóvenes más feministas actúan de manera más visceral, con más fuerza, y esto también es muy necesario, porque tiene que quedar claro que estamos hartas», argumenta Júlia Vega. Para la socia fundadora de Almena, es esencial entender que los movimientos tienen que ser varios para hacer frente a todos los ejes de opresión y, por eso, no es adecuada catalogarlos políticamente. «Se puede ser feminista y ser de derechas y, si bien es cierto que los discursos de odio vienen impulsados por la extrema derecha, las conductas patriarcales, de abuso de poder, también se reproducen entre las izquierdas«, exclama.

Manifestación del 8M del 2023 | Mireia Comas
Manifestación del 8M del 2023 | Mireia Comas

Las redes sociales, el vehículo de los discursos de odio

Todas las expertas consultadas coinciden que en la polarización de la población las redes sociales juegan un papel importante. “Los discursos reaccionarios entran a los hogares por todas partes, pero el liderazgo de los influencers en las redes sociales los distribuyen más deprisa. La razón de fondo no son las redes, sino el uso que en fan algunas personas para extender su mensaje”, defiende la socia fundadora de Almena. Un claro ejemplo de esta situación es el youtuber RickyEdit, un joven cordobés de 26 años que cuenta con más de 2,5 millones de seguidores y que dedica buena parte de su contenido a criticar el ministerio de Igualdad, las políticas de género y el movimiento feminista. Cada vez que hace una publicación en Twitter, o en YouTube, sobre la exministra de Igualdad Irene Montero y el departamento que dirigía, una oleada de seguidores empiezan a reproducir su discurso. “Llega un punto que dejan de ser fans para convertirse en aduladores. Y esto es peligroso”, reflexiona Nuria Becerra. 

Para Begonya Enguix, más que un vehículo, las redes son un «amplificador» que sirve para crear comunidad: «Las redes sociales nos han llevado muchas cosas buenas, porque ahora todo el mundo puede hacer sentir su voz. Ahora bien, también han llevado otros de malas. Detrás el anonimato y la sensación de impunidad que genera internet se esconden vulneraciones de derechos», defiende la antropóloga. Tanto Enguix como Becerra coinciden que las redes «multiplican» la onda expansiva de los discursos de odio y, que, por este motivo, se acaba haciendo más eco: «El que antes se quedaba en una conversación de bar, ahora llega en todas partes», argumenta la catedrática de la UOC. A pesar de la oleada reaccionaria de los discursos de odio y el ruido que generan en las redes, pero, las tres expertas coinciden que se han hecho grandes progresos con los años, especialmente a la hora de extender el movimiento feminista entre la población, aunque queda mucho trabajo por hacer.

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