La elección de Pedro Sánchez como presidente del gobierno español, con los 179 votos de PSOE, Sumar, Junts, ERC, EH Bildu, el PNB, el BNG y Coalición Canaria, y la legislatura que tiene por delante, pondrán a prueba el régimen del 78, que ha quedado tocado después del pacto entre el PSOE y los independentistas por la reacción que ha provocado. El debate de investidura ha constatado la fractura de las dos Españas que pactaron para hacer posible la Transición, un proceso de reforma que llevó desde el franquismo a una democracia basada en un bipartidismo que ha funcionado con alternancia entre el PSOE y el espacio del PP hasta el anterior gobierno de coalición entre el PSOE y Podemos, que se repetirá después de la investidura de Sánchez, ahora con Sumar de Yolanda Díaz.

El debate de investidura de este miércoles y jueves en el Congreso de los Diputados ha dejado una imagen de división total entre el bloque formado por PSOE y Sumar y el que une PP y Vox, una derecha y una extrema derecha tanto dentro de como fuera de la cámara baja, donde se han producido manifestaciones que, después, como en los últimos trece días, se han trasladado a la sede del PSOE, en la calle Ferraz de Madrid. Las dos formaciones se han encargado de crear con sus declaraciones un clima insurreccional que ha contado, en palabras del mismo Sánchez, con el apoyo «de mediados de comunicación alternativos y prensa tradicional» del estado español. De hecho, Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal han usado la amnistía para acusar el líder del PSOE de perpetrar un «golpe de estado» y cometer «corrupción política» con una investidura que «nace de un fraude» y que, según ellos, llevará a la “fallida del sistema constitucional”. A la crispación en los espacios estrictamente políticos, hay todos los movimientos de la judicatura y también del empresariado.

El socialismo español, que ha denunciado que la derecha haya abierto las puertas de las instituciones españolas de par en par a la extrema derecha, ha hecho un giro de 180 grados para conseguir los votos necesarios para hacer realidad la investidura de Sánchez. En efecto, han pasado del socialismo monárquico de Felipe González y Alfonso Guerra, del PSOE del 155, del PSOE que va de los GAL al pacto con el PP en el Ayuntamiento de Barcelona del pasado mes de junio, a un socialismo español que, como mínimo en el acuerdo firmado con Junts por Cataluña, reconoce los excesos judiciales que se han hecho durante el Procés y pretende abrir “una nueva etapa” y «contribuir a resolver el conflicto histórico sobre el futuro político de Cataluña» aunque, como admiten las dos partes, parten de «posiciones divergentes». De hecho, el acuerdo aborda la creación de una tabla de negociación con el PSOE, con verificación internacional y dónde desde Junts aseguran que se hablará de reconocimiento de la autodeterminación.

Una legislatura de alta tensión que puede descarrilar en cualquier momento

A pesar de los acuerdos logrados, está por ver si el independentismo será capaz de aprovechar la fractura del Estado español a lo largo de esta legislatura y si es capaz de arrastrar Pedro Sánchez al cumplimiento de los pactos que han subscrito para esta investidura, que, a estas alturas, es el único acuerdo tangible entre el independentismo catalán y el socialismo español. El resto de puntos como la amnistía, que ya se ha registrado en el Congreso, la oficialidad del catalán en la Unión Europea o la resolución del conflicto quedan pendientes de las negociaciones que se llevarán a cabo para que la legislatura pueda avanzar, puesto que el presidente al exilio, Carles Puigdemont, y la portavoz de Junts en Madrid, Míriam Nogueras, han dejado claro que su partido condiciona la legislatura «a los adelantos y cumplimientos de los acuerdos a que se llegue a lo largo del proceso de negociación». «Con nosotros no pruebe de tentar la suerte porque no le funcionará», le advirtió Nogueras durante el debate de investidura.

Unos hitos que el independentismo podría lograr en un marco de unidad que, a estas alturas, parece impensable por las diferencias y discrepancias que mantienen Esquerra Republicana y Junts por Cataluña, que durante la negociación han competido para ver cuál de las dos formaciones era capaz de arrancar un mejor acuerdo. Además, los republicanos consideran que la formación de Jordi Turull y Laura Borràs han acabado aceptando el campo de negociación por el cual ellos ya apostaron hace cuatro años. Juntos hace una lectura diferente y mantiene que está planteando un mecanismo porque las cosas se hagan de manera diferente a cómo se han hecho los últimos cuatro años, pero el portavoz de ERC a Madrid, Gabriel Rufián, volvió a reivindicar ayer su liderazgo: «Nosotros hemos puesto la música que cuatro años después ellos bailan. Ahora bailan la música de ERC«. Sea como fuere, el independentismo tiene en la mano hacer valer su fuerza y, como también indicó Rufián ayer, tiene la capacidad de «obligar» Sánchez «a acabar la represión hoy y, quizás, que se celebre un referéndum en un futuro».

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