Bárbara Rey continúa dando detalles de su aventura con Juan Carlos de Borbón, de la que está viviendo todavía. Ahora que acaba de publicar una serie sobre su vida, está aprovechando para hablar de ello en diferentes platós de televisión. En su estancia a Espejo Público ha sacado a la luz una anécdota del tiempo en el que fueron amantes que deja muy mal al emérito español.

¿Qué pasó? Según el testigo de Bárbara Rey, había quedado con Juan Carlos al verse en su casa. Lo estaba esperando y le sorprendió que no llegara, un momento en el que recibió su llamada: «Un día tenía que venir a casa y, por error, entró en la casa del lado. Yo vivía en el número 15 y este vecino, en el 16. Los chalés por fuera son iguales, por eso se confundió. Entró en el garaje, pero nadie le abría la puerta».

«Yo pensaba que era extraño porque veía que no llegaba, cuando me acababa de llamar diciéndome que estaba en la esquina. La suerte fue que no había nadie en la otra casa y no abrieron la puerta… El hombre que conducía el coche se dio cuenta de que se habían equivocado y yo le dije que saliera deprisa de allí porque lo podrían haber visto allí«, ha añadido.

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Bárbara Rey explica cómo vivió una anécdota muy fuerte con el rey emérito

Habría sido muy divertido que el vecino en cuestión abriera la puerta y se encontrara al rey dispuesto a pasar una noche salvaje extramatrimonial. Por suerte por él, esto no llegó a pasar, aunque se había dicho que había entrado a la cocina de esta casa y que habían forzado a los habitantes a firmar un contrato de confidencialidad; una información que Bárbara niega.

Ella sigue insistiendo en el hecho que quedaron muchas veces, siempre que él quería: «He vivido muchas escenas con él y nos hemos visto en muchas ocasiones. Él sacaba tiempo de donde podía. Era imposible evitar las llamadas que tenía y era inevitable escuchar sus conversaciones porque yo no estaba lejos. Ella era intocable en aquel momento y lo tenía asumido. En algunos momentos recuerdo que me decía que nos estarían grabando y de hecho, alguna vez sentí que decían que ya podían colgar porque habíamos dejado de hablar».

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