En Cataluña se come bien. La gastronomía catalana se ha convertido, con los años, en uno de los principales atractivos del país. De hecho, este año, Cataluña ostenta la distinción de Región Mundial de la Gastronomía, un reconocimiento impulsado por el Instituto Internacional de Gastronomía, Cultura, Artes y Turismo (IGCAT) con el objetivo de destacar «aquellas regiones que contribuyen activamente a la mejora de la calidad de vida de la ciudadanía». Más allá de este reconocimiento, algunos prestigiosos medios de comunicación internacionales, como la revista National Geographic, también destacan algunos pueblos y ciudades del país por su gastronomía. Este es el caso, por ejemplo, de Vallromanes: un municipio situado en la comarca del Vallès Oriental -justo al límite con el Maresme- con poco más de 2.740 habitantes.
Aunque Vallromanes no es un pueblo que destaque, especialmente, por su riqueza paisajística, la revista estadounidense lo incluye en su último ranking sobre destinos gastronómicos porque cuenta con dos restaurantes que se han convertido en un imán para los turistas foodies. Se trata del restaurante Can Poal, incluido en la Guía Michelin, y el 1497, galardonado con una estrella verde Michelin -el reconocimiento que se otorga a los locales de restauración que destacan por su cocina sostenible- y un sol Repsol. Ahora bien, se debe tener en cuenta que ninguno de los dos locales es apto para todos los bolsillos.

Un destino ideal para una escapada
Más allá del atractivo gastronómico, Vallromanes también destaca por su entramado de callejones, entre los cuales se alza el castillo de Sant Miquel, la iglesia de Sant Vicenç y otros puntos de interés. Uno de los puntos más destacados, ideales para pasear durante una escapada de fin de semana en familia o amigos, es la calle Vista Alegre, ya que es la calle más antigua del municipio. De hecho, hoy en día aún se pueden ver algunas de las casas del núcleo urbano original, como por ejemplo el Celler de l’Avi. Se trata de una señorial que pertenece a la familia de Alba y Mogas, la cual abre sus puertas al público una vez al año para exponer fotografías, cuadros y colecciones de diversos objetos históricos de la familia.
El principal punto de interés del pueblo, sin embargo, es la iglesia de Sant Vicenç, una construcción eclesiástica que data del año 970. De la iglesia antigua, de estilo románico, se conserva un ábside semicircular con una ventana interior. Ahora bien, uno de los atractivos más significativos de este edificio religioso es el coro elevado de madera situado sobre el acceso al interior de la iglesia, el cual fue restaurado en los últimos años para sustituir el original, ya que se encontraba en muy mal estado. Además, recientemente también se han restaurado algunas de las campanas del campanario de la iglesia. La belleza paisajística e histórica de Vallromanes, sin embargo, no se limita solo al interior del pueblo. En las afueras del municipio se puede visitar la roca foradada, un gran bloque de granito de forma redondeada, pero irregular, con un agujero en el centro no muy grande ni profundo que se remonta a la época calcolítica.