Hace doscientos años, el francés Louis Braille (Coupvray, 1809 – París, 1852), ciego desde los 3 años, creó el sistema de lectoescritura táctil pensado para personas ciegas, conocido posteriormente como braille. Louis Braille había perdido la visión mientras jugaba en el taller de su padre. Diez años después, cuando tenía solo trece, el director de la escuela de ciegos y sordos de París donde estudiaba el joven le pidió que probara un sistema de lectoescritura táctil inventado por el militar Charles Barbier para transmitir órdenes a lugares avanzados sin la necesidad de delatar la posición durante las noches. El joven francés comprobó su efectividad, pero estuvo trabajando durante dos años para perfeccionarlo. En 1825, después de algunos retoques, se comenzó a implementar el alfabeto braille que conocemos hoy en día. Se trata de un sistema basado en un código de 63 caracteres, cada uno de los cuales está formado por una combinación de hasta seis puntos dispuestos en una celda de tres filas y dos columnas. En cada celda, determinados puntos de la combinación tienen relieve y otros no para poder codificarlos.
Doscientos años después de su creación, el braille se ha convertido en una herramienta indispensable para las personas con una discapacidad visual profunda o ciegas. Este alfabeto, universalizado -aunque con algunas diferencias en cada lengua-, hace años que se ha comenzado a implementar en muchos productos y servicios para mejorar el día a día de las personas afectadas, pero aún queda mucho trabajo por hacer. Así lo señala el portavoz de la Asociación Catalana para la Integración del Ciego (ACIC), Joan Heras, en conversación con El Món: «El braille es un elemento básico para la autonomía de las personas ciegas, y para fomentar esta autonomía es necesario garantizar la información desde el primer día», argumenta. También lo constata la presidenta de la Asociación de la Discapacidad Visual de Cataluña B1 + B2 + B3, Paquita García, que pide más «voluntad» y «entendimiento» político para extender la presencia del braille en todos los productos y servicios. Este sábado por la mañana, de hecho, con motivo del 200 aniversario, la ACIC ha organizado un acto para concienciar sobre las asignaturas pendientes de la administración con el sistema braille.
La accesibilidad, un gran punto de conflicto
El braille ya está incorporado en algunos elementos esenciales para la movilidad de las personas, como los ascensores. Tal como estipula el código de accesibilidad de esta herramienta, actualizado en junio de 2024, todos los botones de un ascensor deben incluir la señalización de los números de planta y otros elementos textuales, como el botón de emergencia, con braille. Mientras que con los ascensores ya se ha hecho el trabajo, con los interfonos ocurre todo lo contrario: «No hay ningún interfono que incluya el braille», lamenta Heras, quien asegura que la falta de identificación en los interfonos supone un gran problema de accesibilidad para las personas con ceguera o con discapacidades visuales graves. «No todos los edificios tienen el mismo orden en el interfono para los pisos de cada planta», añade el portavoz de la ACIC, quien recuerda que la falta de braille en este elemento supone una barrera de entrada para las personas ciegas, especialmente cuando no han accedido antes al interior de ese edificio. Un problema que se agrava aún más en los interfonos en los que hay que introducir un código en una pantalla para marcar un piso -utilizados, generalmente, en los edificios con varias escaleras-, ya que los botones tampoco tienen un relieve identificable táctilmente: «Las pantallitas ya son un problema de accesibilidad rotundo», exclama.
Los problemas de accesibilidad también se trasladan a los centros sanitarios. La presidenta de B1+B2+B3 también señala que las puertas de las habitaciones de los centros de atención primaria (CAP) tampoco están identificadas con braille: «Yo me ofrecí a hacerlo personalmente en el CAP de mi barrio, pero no se pudo hacer porque nos pedían muchos permisos… Da pena que todo sea tan complicado», lamenta Paquita García. En este sentido, Joan Heras apunta también que el alfabeto braille solo está presente en los hospitales en los directorios de la entrada, pero ya no se vuelve a identificar qué planta es cuál, lo que también dificulta la vida a las personas ciegas. «La mayoría de centros cívicos o bibliotecas sí lo hacen, y es muy útil», argumenta.

La odisea de viajar en transporte público
Acceder al interior de un edificio al que nunca se ha estado es un reto para las personas con discapacidad visual, pero no el único. Llegar hasta el edificio también es un gran reto. «Estaría muy bien tener en los andenes del metro la dirección en la que circula el tren«, comenta Joan Heras, quien lamenta la falta de información adaptada para las personas con ceguera en el transporte público. De hecho, según asegura, Ferrocarrils de la Generalitat (FGC) ya está trabajando en un proyecto para implementar el sistema braille en sus estaciones, aunque aún se deben definir con qué materiales hacerlo y cómo protegerlo, ya que se trata de un elemento expuesto a «actos vandálicos»: «Aún se está estudiando cómo implementarlo», apunta el portavoz de la ACIC.
Ambos representantes de las asociaciones también extienden las reclamaciones de información en braille a las paradas de autobús: «Sería interesante saber qué líneas de autobús también paran en cada marquesina», argumenta. En este sentido, Paquita García recuerda que, a día de hoy, la única manera de guiarse dentro de un autobús -sin contar con la ayuda del resto de pasajeros- es el sistema de megafonía, que «no siempre funciona»: «Ahora mismo, todo va con la megafonía, pero es importante que funcione bien. Y, además, también hay personas sordociegas o con problemas de audición, por lo que el mejor método para informar es el braille», argumenta García.

Los productos de consumo, el otro campo de batalla
En los últimos años, la administración ya se ha puesto las pilas para incorporar el sistema braille en los productos de consumo del día a día, como productos alimentarios, productos de limpieza o medicamentos, entre otros. Aun así, ambos representantes del colectivo afectado coinciden en que aún queda mucho trabajo por hacer: «Hemos mejorado mucho en relación con los medicamentos. Hace treinta años no había ninguno etiquetado con braille, y ahora ya es obligatorio gracias a una normativa de la Unión Europea», celebra Joan Heras, quien recuerda que todas las pastillas tienen formas «muy similares», por lo que, antes de que estuvieran identificadas en braille, era muy difícil diferenciarlas. Ahora bien, el mismo portavoz de la ACIC también apunta que, de momento, solo se ha logrado identificar el nombre del medicamento: «Las fechas de caducidad aún no están escritas en braille», añade. La administración, sin embargo, ya está trabajando para poner solución a este problema. De hecho, la comisión para las políticas integrales de la discapacidad del Congreso aprobó el pasado 29 de octubre con 15 votos a favor por parte de los socialistas y de Sumar, 3 votos en contra de Vox y 14 abstenciones de la bancada del Partido Popular, una proposición no de ley -impulsada por el PSOE- que reclama la inclusión de la fecha de caducidad en braille en los envases de medicamentos.
Más allá del etiquetado de los medicamentos, el braille aún es poco presente en la mayoría de productos alimentarios, lo que puede llegar a poner en situaciones de riesgo a las personas ciegas: «Hay algunas botellas de lejía que tienen la misma forma y relieve que una botella de agua, y eso es muy peligroso», alerta el portavoz de la ACIC. Tanto Heras como García, sin embargo, remarcan que ya hay algunas marcas que han comenzado a implementar este sistema de lectoescritura táctil en sus productos, o algunos supermercados, como Bonpreu, que también han incorporado el braille en su tarjeta de cliente. Ahora bien, aún es muy escasa la presencia de este alfabeto en el campo de la alimentación: «En los productos de consumo aún no es general la implementación del braille. Ni de lejos. Aquí tenemos una oportunidad de crear una ley que lo regule para todos los productos», argumenta Paquita García. En estos momentos, el gobierno español está impulsando una ley para garantizar el etiquetado en braille, pero aún se está desarrollando: «Está en proceso, pero aún está pendiente de informes para validar de la Unión Europea», explica Joan Heras.
Por otro lado, otro de los elementos que resaltan es que desde 2008 ya se dispone de papeletas escritas con braille para poder votar en las elecciones: «Esto es gracias a una presión muy fuerte que hicimos desde nuestra asociación. Se logró que se garantizara el voto secreto», explica el portavoz de la ACIC. Ahora bien, este sistema aún no se aplica en todas las elecciones: «Aún falta implementarlo en las elecciones municipales. Y no se hace por una razón muy sencilla, por falta de voluntad política. Dicen que técnicamente es difícil», lamenta Heras. El braille se ha extendido en buena parte del día a día de las personas ciegas, pero aún no del todo, por lo que reclaman más esfuerzos para instaurarlo en todas partes: «Las asociaciones picamos mucha piedra, pero aún queda mucho por hacer», concluye García.


