Vladímir Ilich Uliánov, conocido con el sobrenombre de Lenin, es una figura importantísima para entender la historia reciente de la política. Y no solo por la ideología, sino por cómo diseñó las estructuras que configuran el día a día de los partidos. Las formaciones políticas han sobrevivido siempre aplicando la tesis leninista. Solo los partidos minoritarios, en crisis o sin ningún poder institucional se dejan llevar por los procelosos caminos de la frivolidad asamblearia. Oriol Junqueras, como buen historiador, conoce a Lenin y cuál es la manera en que los partidos deben funcionar y, cuando es necesario, reflotarlos para que vuelvan a tener poder.
De hecho, Junqueras lo demostró, y sin muchas manías, cuando fue elegido presidente del partido en el famoso congreso de Girona, en septiembre de 2011. El entonces alcalde de Sant Vicenç dels Horts impuso el redireccionamiento leninista del partido, después de dos duras derrotas electorales, en los comicios de 2010 al Parlamento y las municipales de 2011. La nueva dirección, formada por Junqueras, Marta Rovira y un ejecutor como Lluís Salvadó, que ahora vuelve a gestionar el partido, hizo limpieza de las corrientes internas que habían llevado a ERC a una encarnizada batalla interna y posteriores escisiones que aún sobreviven en la biosfera política catalana.
La fórmula fue leninista y estaba compuesta por orden, disciplina y, cuando convenía, cierta magnanimidad. En el congreso que ERC vivirá este fin de semana en Martorell, el escenario es similar, pero con una notable diferencia. Junqueras ya lleva casi 14 años de cotización en la dirección del partido, ha pasado por el Gobierno y, sobre todo, ha pasado cuatro años en la cárcel. Pocas cosas se le pueden escapar dentro de la militancia republicana, tan compleja como lo es políticamente la sociedad catalana. Junqueras llevaba meses preparando este congreso, tanto como el tiempo que hace que empezó a sospechar que, en Calabria, ya no lo tenían tan presente. Por eso llega este fin de semana a Martorell con el trabajo hecho, y pensando en las cuatro etapas siguientes: los congresos territoriales, los presupuestos de la Generalitat para 2026, las municipales de 2027 y la aplicación definitiva de la amnistía.

Un largo proceso congresual
Una de las cosas que el gobierno de ERC en la Generalitat ha generado es un cambio lingüístico, a menudo gratuito, de los conceptos clásicos de la política. Así, el congreso de ERC se ha definido como «proceso congresual». Es decir, una modalidad de espacio-tiempo que cuando termine ya habrá pasado un año desde la dimisión de Junqueras para poder convocarlo. Un tiempo que ha servido para captar las grandes disputas internas, las discrepancias entre personas, el ínfimo debate ideológico y las costuras internas del partido, muy torpe en las campañas B contra sus supuestos rivales políticos.
En todo este marco, el liderazgo llegó después de una segunda vuelta electoral, donde el tándem de Junqueras y Elisenda Alamany se impuso al de Xavier Godàs y Alba Camps. Los dos finalistas de una carrera que en un primer momento fue a cuatro, con el Foc Nou de Alfred Bosch y Helena Solà que alcanzó una loable tercera posición y una cuarta candidatura que no obtuvo suficientes avales, de la corriente Primer d’Octubre.
Era la tercera consulta a la militancia en un plazo de tres meses. La primera, sobre si investir a Salvador Illa como presidente, ya evidenció la división interna sobre la estrategia política. Un debate, sin embargo, que quedó amortiguado en la elección del presidente y del secretario general, porque, salvo Foc Nou, las dos grandes candidaturas tenían miembros destacadísimos que habían defendido el acuerdo y otros que no.

El país… todavía
Martorell no será la última etapa, aunque importantísima, en este «proceso congresual». Después de que el debate estratégico haya disminuido y agrupaciones como Ágora, de Joan Tardà, Nova Esquerra o Foc Nou se puedan regularizar como corrientes internas, vendrá la madre del cordero de un partido con tanta capilaridad como es ERC. Es decir, los congresos de las federaciones regionales y comarcales. De hecho, ya se han comenzado a mover posiciones, aunque en muchas federaciones, como el Baix Llobregat o Terres de l’Ebre, está cantado cómo terminarán, a la espera -por cortesía- del congreso de Martorell de este fin de semana, el nacional, donde se debatirán las ponencias.
De todas maneras, a la vista de cómo han ido las asambleas territoriales para el debate de las enmiendas a las ponencias, la maquinaria junquerista está pulida, engrasada y marcada por una extraordinaria disciplina vaticana. Por lo tanto, aquello que algunos auguraban que debía ser un Vietnam, será a lo sumo, un diorama de Comanche. Las candidaturas que se enfrentaron a Junqueras no han querido o podido mantener la beligerancia en cuestiones cruciales como si el presidente o secretario general del partido pueden ostentar la candidatura a la presidencia de la Generalitat o la limitación de mandatos al partido –unas cuestiones que la dirección se ha comprometido a abordar de aquí a dos años con la celebración de un debate organizativo en el seno del partido. Además, el junquerismo ha sido lo suficientemente hábil, con un audaz Pau Morales al mando, de aceptar la enmienda que podía poner en problemas a la dirección, un texto sobre el futuro de la lengua catalana en un país independiente que firmaba el veterano Joan Puig, integrado en Foc Nou.
Además, el trabajo anterior y de rastrillo por todo el país que Junqueras llevó a cabo desde el mes de mayo del año pasado hasta hoy en día, ahora lo cobrará. Por lo tanto, sabiendo cómo está la situación en cada comarca o regional, ya ha preparado candidaturas que pueden incorporar incluso, a alguien de candidaturas contrarias. Y en otras, a pesar de ofrecer pactos que han sido rechazados, la ojiva nuclear que enviará desde Calabria hará limpieza, con caras muy identificadas con el junquerismo. Al fin y al cabo, Junqueras tiene una sala de mapas donde por ahora puede asegurar que tiene dominado todo el territorio.

«Como una fiesta»
La formación republicana llega a la cita, si no hay ningún sobresalto de última hora, con el resultado dado y bendecido. De hecho, la dirección, en palabras del vicesecretario general de comunicación de ERC, Isaac Albert, define el cónclave de Martorell como «una fiesta». Tendrán por delante el debate de las enmiendas que lleguen vivas y la aprobación de tres ponencias: política, estatutaria y estratégica, por este orden. Las dos primeras se debatirán y votarán el sábado, mientras que el debate y votación de la estratégica se dejará para el domingo. La primera de las tres apuesta por fortalecer la formación a partir del municipalismo, con el objetivo de erigirse en la primera fuerza de cara a las elecciones municipales de 2027. Pero este no es el único objetivo político que se marca la dirección, que también defiende reivindicar el concepto de nación desde la izquierda. El objetivo es dar desde esta perspectiva respuesta a cuestiones cruciales como el empleo, la vivienda, la salud y también la lengua.
El debate de la ponencia estatutaria ha quedado del todo aguado con la retirada de las enmiendas sobre los mandatos y cargos de la dirección, pero deberá abordar cómo se afrontan a partir de ahora investigaciones internas como las de la estructura B del partido. La propuesta de la dirección es que los informes de investigación pasen del responsable de cumplimiento a la Comisión de Garantías del partido, sin tener que pasar por la ejecutiva con el objetivo de evitar «juicios anticipados» a la dirección antes de que el órgano colegiado tome una decisión. Además, la comisión de la verdad presentará un informe sobre la investigación de la estructura B, y también se presentarán las primeras conclusiones de la comisión de pactos, que hace seguimiento del cumplimiento de los acuerdos de investidura con el PSOE y el PSC.
Finalmente, la ponencia estratégica fija el año 2031, el del centenario de la fundación del partido, como un horizonte para el independentismo. La formación quiere combatir la «política de brazos caídos» instaurada en el movimiento con la voluntad de preparar a Cataluña para un nuevo embate cuando el independentismo vuelva a tener una mayoría. Entre los objetivos para «construir las condiciones que nos permitan consolidar una mayoría social y política favorable al proyecto de la República Catalana», están el refuerzo institucional y una deconstrucción de las instituciones del estado español en Cataluña, así como conseguir «más ámbitos de soberanía», como la fiscalidad y la reducción de la deuda y explotar la fuerza de ERC en el Parlamento, el Congreso de los Diputados.