Al entrar al penedesenc calle de Sant Jocund, donde la Candidatura de Unidad Popular tiene su ancha sede a Vilafranca, el ambiente hace olvidar la tensión de la precampaña. Los jefes de cartel de los anticapitalistas charlan con la militancia local mientras los niños juega en un espacio habilitado bajo las carpas del partido -en una mañana impropiamente calurosa para abril- al sonido del Santa Alegría de la Troba Kung-Fú. Decido ser feliz, gritan los barceloneses en sus versos; fundamentando una vuelta que parece la otra cara de la moneda de los reproches, más agrios, que la número 2 por Barcelona Laure Vega, lanzaba solo unos días antes contra «los que dicen que estiman el país, pero quieren bajar los impuestos a los ricos». «Nos paraliza la culpa por no ser buenos esclavos», gritaba Vega ante la espiral inflacionista, la crisis de la vivienda y la pérdida de poder adquisitivo de las rentas del trabajo. La alegría, si se hace suya la bandera del poeta Roque Dalton, es una palanca de emancipación; pero desde el abecé de una crisis que promete volver a golpear la economía del país, los cupaires optan para centrar su campaña a señalar aquellos que ponen freno.

Las acusaciones hacia Esquerra Republicana de Cataluña, el PSC y Juntos por parte de la cara visible de la lista barcelonesa, Laia Estrada, transcienden el programa. «Quieren un país dócil y resignado, cuando somos un pueblo que cuando se organiza es imparable», lamenta Estrada, que reprocha unas iniciativas políticas que busquen «borrar las movilizaciones de la última década»: las independentistas, pero también marchas sectoriales en defensa de la educación o la sanidad. La campaña de la CUP, de la mano de la busca de unos buenos resultados electorales, se marca el objetivo de reactivar los siempre mencionados mil pies en la calle. «Tenemos que retomar la iniciativa, intensificar el embate contra el estado para recuperar nuestros derechos», razona la número 1 por Barcelona. Una policromía de camisetas reivindicativas -desde Don’t drink with a fascist a un chiste sin intención en una referencia al Frente Popular de Judea de La Vida de Brian– abraza Estrada y la cabeza de lista por Girona Dani Cornellà, mientras comienzan el acto político de la primera fiesta de la Unidad Popular de Vilafranca.

Las ambiciones electorales de la CUP, que en palabras de Cornellà es «desacomplexadament una alternativa», no entran en contradicción con la erótica del militante que recorre el discurso de la izquierda independentista. Estrada, en una reivindicación de los movimientos sociales que fundamentan el independentismo popular catalán, recuerda el Granma para sentenciar que, a pesar de las malas perspectivas económicas, «aquí no se rinde nadie». Durante el acto, los candidatos han insistido a imprimir carga económica a la campaña, criticando un «modelo de país muy determinado, pensado para favorecer los intereses de unos poquitos a expensas del resto de la población». En los últimos años, critica Estrada, «el encarecimiento del coste de la vida ha estado de un 40%, mientras los sueldos han subido un 4%, si llega». Este terrabastall económico es la expresión, a ojos de los cupaires, de una «planificación económica» -lejos, de hecho, de ideales de libre mercado- a favor de las grandes empresas y fortunas. «Están haciendo política contra nosotros», espeta, evocando Joan Fuster. Cornellà, a la contra, reivindica las victorias electorales de la CUP, que hacen «empequeñecer y recular» los poderes económicos a las instituciones. «El camino no es el de siempre; puede ir hacia garantizar derechos», sentencia el gerundense.

La número 2 por Barcelona de la CUP, Laure Vega, a un acto a Sabadell / EP

Incluso en el apartado propositivo, la CUP se piensa en oposición. La intervención de Estrada, llena de los puntales del que la formación describe como «nueva economía catalana», ha servido para contraponer este modelo de país al que atribuyen a Foment del Treball. «O planteamos de una vez por todas una redistribución de la riqueza, o cada año continuará habiendo oligarcas que multiplican el margen de beneficios mientras la gente cada vez está más empobrecida», argumenta la candidata. Como solución, una Renta Básica universal que desvincule la subsistencia de las lógicas del mercado. También un intenso proceso de reindustrialización que permita huir del «monocultivo turístico», con importantes matices, pero, que los alejan de la visión del Gobierno o de la misma patronal. Estrada reclama un impulso a un sector secundario «respetuoso y desde aquí»; que aleje de la cadena productiva catalana un «capital extranjero que se deslocaliza cuando quiere». Al recuerdo reciente, iniciativas celebradas por la Generalitat y los principales partidos, como la de los vehículos de la china Chery en la Zona franca o los materiales de la surcoreana Lotte Energy Materiales en Mont-roig del Camp. Una apuesta por una industria sin esta perspectiva aboca, para los anticapitalistas, a las fórmulas «del complejo petroquímico».

La vuelta atrás del PSC y «el obstáculo» de ERC

La campaña, como la mayoría de los procesos electorales de la CUP, oscila entre las políticas sociales y la liberación nacional, que buscan hacer converger en uno su eslogan para el 12-M, «Defendemos la tierra». Sobre este cimiento, los cupaires han dirigido una intensa crítica contra el proyecto que puso sobre la mesa el primer secretario del Partido de los Socialistas de Cataluña Salvador Illa, un retorno al «recortado» Estatuto del 2006 en el ámbito de la financiación. Isla, para los cupaires, busca «volver a la era pujolista, cuando PSC y CiU se repartían el país». Ante un PSC conservador y una propuesta de Junts per Catalunya que supone «volver a la Convergència de toda la vida, pero con estelada», Estrada critica la carencia de alternativas en la hoja de ruta de Esquerra Republicana. La legislatura, de hecho, ha servido porque el presidente de la Generalitat Pere Aragonès «haga sede» el discurso de la patronal, un gesto que ha «tirado por la borda» la prometedora legislatura del 52%. «Ha sido incapaz de diferenciarse de la sociovergència», ha añadido.

El número 1 de la CUP por Girona, Dani Cornellà, en el Parlamento / ACN
El número 1 de la CUP por Girona, Dani Cornellà, en el Parlamento / ACN

La posición de los republicanos, critica Estrada, no solo no es operativa para la hoja de ruta independentista; sino que lo hace ir atrás. La apuesta por la negociación con el Estado y el retorno a un referéndum enmarcado dentro de la Constitución -años después de la «derrota por goleada» que una iniciativa similar sufrió en el Congreso de los Diputados- paran la movilización que, a ojos de la CUP, «hace avanzar la liberación nacional». «Quien dice que negociando con Madrid podemos ganar nuestros derechos nacionales, acaba aconteciendo un obstáculo», espeta la candidata, en clara referencia a los de Aragonès. La apuesta cupaire, un golpe más, contempla la calle como nodo principal de actuación a pesar de la respuesta judicial y policial española. «No nos pararán ni la represión, ni las amenazas ni los cantos de sirena», remacha.

Alta tensión climática y global

La misma estructura económica que ahoga las rentas del trabajo y las aspiraciones nacionales catalanas es la que, a ojos de la CUP, «nos ha llevado a la situación actual de emergencia climática»; especialmente sangriento en Cataluña en medio de un episodio de sequía extrema como el actual. La lucha contra el cambio climático sirve, al discurso de cupaires, como uno de los catalizadores que unen la tierra y el «cambio de rumbo» económico. También estructural es la posición internacionalista de Estrada, que, frente a una bandera palestina que acompaña la Estelada en los vidrios de la sede territorial, vincula claramente la invasión de la Franja con los intereses de la industria armamentística. El modelo productivo, recuerda la candidata, «no tiene ningún tipo de mal olor a hacer negocio a expensas del que sea, incluso de la guerra». En este sentido, ha reiterado el llamamiento a finales del «genocidio» en Gaza y Cisjordania, en defensa de la que considera, a estas alturas, «la lucha de la humanidad».

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