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Un Govern que no existe; un Gobierno central que (casi) tampoco
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Resulta difícil, tal y como están las cosas, hablar de estabilidad política. En Catalunya, un Govern en funciones hasta el plazo límite. En España, un Gobierno central que no se sabe en qué estadio está, tal es la cantidad de boquetes que se le abren. Y no me refiero ni siquiera principalmente a los resultados de las elecciones en la autonomía de Madrid, donde el varapalo le ha caído en primer lugar al mismísimo Pedro Sánchez, que quiso, erróneamente, colocarse como adversario principal de Isabel Díaz Ayuso, obviando al candidato socialista, Ángel Gabilondo. El resultado no puede haber sido más desastroso: Ayuso le ha barrido.

Ya otras veces he dicho que, en los cenáculos políticos de Madrid, antes tan atentos a lo que ocurra o deje de ocurrir en Catalunya, ahora es como si el ‘problema catalán’ no existiera. Madrid se mira el ombligo, incapaz el Gobierno central de asimilar, ni siquiera de entender, todo lo que está ocurriendo: una severísima derrota del PSOE a cargo no solo de la oposición conservadora representada por el PP, sino también sobrepasado el histórico partido de Pablo Iglesias (Posse) por una fuerza de izquierda emergente, Mas Madrid, a cuyo frente se hallaba una candidata. Mónica García, por completo desconocida por el gran público apenas tres meses antes.

En estas primeras horas tras las muy importantes elecciones en Madrid, la impresión es la de que el Gobierno de Pedro Sánchez es incapaz de reaccionar: ni sabe lo que hacer con su  coaligado Unidas Podemos tras la marcha de Pablo Iglesias (Turrión), que era una pesadilla, pero al menos conocida, ni sabe qué decir ante la contundente victoria de la conservadora Díaz Ayuso, más allá de hablar (Carmen Calvo, la vicepresidenta primera del Ejecutivo) de que la reelegida presidenta ha basado su campaña en las ”cañas y los berberechos”, o de que, como insinuó el director del CIS Tezanos, los votantes del Partido popular son unos “tabernarios”. Eso, cuando no se compara a Díaz Ayuso con Puigdemont o Torra, como también hizo este jueves la vicepresidenta Calvo.

Errores de reacción serios, que muestran el desconcierto que se vive en un partido, el socialista, y en un Gobierno, el de Sánchez, que todo lo ha fiado al ‘mago de la imagen’ Iván Redondo, cuya estrategia ha resultado estrepitosamente fallida, y al ‘mago de la demoscopia’, José Félix Tezanos, que aventuró desde el muy oficial Centro de Investigaciones Sociológicas un sondeo cuyos resultados luego nada han tenido que ver con la realidad,  mientras que otras casas demoscópicas, como GAD3, acertaban de pleno en los que luego dijeron las urnas.

El Gobierno central está patentemente tocado, pero ya desde antes de las elecciones madrileñas. Han ocurrido, le han ocurrido, demasiadas cosas en las últimas semanas, desde las fallidas mociones de censura en Murcia y Castilla y León, hasta la convocatoria de elecciones madrileñas por Isabel Díaz Ayuso y el ‘salto’ de Pablo Iglesias desde la vicepresidencia del Gobierno a la candidatura autonómica de Unidas Podemos, que ha obtenido unos resultados declaradamente malos.

 La Moncloa, empeñada en aplastar a una Isabel Díaz Ayuso que era considerada ‘caza menor’ por los ’redondistas’, y en pensar que, para ganar, bastaba con seguir jugando con la vacunación masiva, como si esta fuese cosa del propio Ejecutivo, y con los fondos europeos, como si ya nos los hubiesen concedido, no ha sabido asimilar ni la derrota ni el evidente desapego de los votantes madrileños hacia este gobierno de coalición. O, mejor, de cada día menos coalición, porque nada será lo mismo sin Pablo Iglesias y sí con Yolanda Díaz, de muy diferente talante. Claro, si es que la señora Díaz, vicepresidenta oficialmente pero apenas ministra de Trabajo en la realidad, es capaz de suceder a Iglesias en el liderazgo de Unidas Podemos, una formación en la que hoy ni siquiera milita, y liderazgo que le empieza a ser disputado por el tándem formado por las ministras ‘pablistas’ Ione Belarra e Irene Montero.

Así las cosas, ni la coalición, ni lo que Pérez Rubalcaba calificó como’Gobierno Frankenstein’, es decir, los apoyos del Gobierno central radicados en Esquerra Republicana de Catalunya y Bildu, parecen ser ahora demasiado estables. Hay ministros que declaran abiertamente que, con la actual deriva de las negociaciones entre ERC y Junts para llegar a formar un Govern, toda mesa de posibles pactos de la Generalitat con el Gobierno central “se pone muy complicada, casi imposible”. En todo caso, ahora la principal preocupación de Sánchez es asegurar que el ‘plan de reconstrucción, transformación y resiliencia’, que aún no es plenamente conocido por la ciudadanía en general, tenga una buena cogida en Bruselas, que inicialmente parece que sí. Y que eso, junto con la recuperación económica que se derive de la vacunación masiva, le dé oxígeno hasta el final de esta Legislatura, en 2023. Largo me lo fiáis.

Porque los problemas se acumulan. Los apoyos de Sánchez, comenzando por el propio Ivan Redondo, sujeto pasivo de acerbas críticas por parte de miembros del ‘aparato’ del PSOE (se dice que la influyente Adriana Lastra le culpa de la debacle de este martes en las urnas), se debilitan. El presidente ni siquiera salió en público a consolar al derrotado Angel Gabilondo en la aciaga noche electoral ni a justificar como fuese los pésimos resultados cosechados por los socialistas. La impresión, cuando el presidente salía hacia una ‘cumbre’ informal europea en Portugal este viernes, era la de que Pedro Sánchez, el incombustible, está algo noqueado. Y lo curioso es que ahora Catalunya parece casi ser el menor de sus problemas, con un Gobierno que en parte no le funciona y un partido que, confundido, se interroga acerca de lo que haya podido pasar para ganarse la desafección de tantas votantes ‘capitalinos’.

¿Qué va a ocurrir? Probablemente nada, y este es el principal problema. Pretender, como hacía Rajoy, que los temas conflictivos se solucionen dejando que se pudran es casi un suicidio. No veo a Sánchez suicidándose, la verdad; así que pienso que es probable que asistamos en los próximos días, si es que no en las próximas horas, a una ofensiva política en toda regla. Lo que nadie sabe es si esta ofensiva irá en la dirección correcta o asistiremos a nuevos errores de bulto. Porque los dioses, cuando quieren perder a los hombres, primero los ciegan.

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