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La floja ‘conferencia’ del presidente y la aguada Conferencia de los presidentes
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Antes, las ruedas de prensa se llamaban también ‘conferencias de prensa’. Asistí, telemáticamente –las limitaciones de espacio no me permiten acudir presencialmente–, a la comparecencia de Pedro Sánchez este jueves en La Moncloa para responder a los periodistas en el tradicional encuentro del fin del curso  político. La verdad es que decir, lo que se dice decir, no dijo mucho, excepto lo que estaba en cualquier previsión medianamente informada: poca autocrítica y mucha ‘leña’ a la oposición de Pablo Casado. Tampoco le hicieron preguntas demasiado comprometidas, esa es la verdad. Así, nos hemos quedado sin saber la versión de Sánchez sobre el cese (o dimisión) de Ivan Redondo, por poner apenas un ejemplo.

Pero, yendo más al fondo de lo que está en la actualidad política, me interesaba especialmente el capítulo Cataluña: de haber podido intervenir, hubiese preguntado a Sánchez cuántas veces ha hablado por teléfono con Oriol Junqueras, si el líder de Esquerra participará de una u otra forma en la Mesa negociadora entre Gobierno central y Govern este mes de septiembre y cómo ha intentado convencer (obviamente, sin éxito) a Pere Aragonés para que concurriese a la conferencia de presidentes autonómicos de este viernes en Salamanca. Sánchez poco de todo esto dijo, más allá de lamentar la ausencia del president de la Generalitat catalana en la capital salmantina. Otros presidentes autonómicos, por cierto socialistas, han estado bastante más duros con esta actitud ‘absentista’ de Aragonés.

Entiendo, pero estoy lejos de compartirlas, las razones del president  de la Generalitat para no acudir a la cita de este viernes: tuve ocasión de hablar recientemente con la socialista Francina Armengol, la presidenta  balear, y reconoció sin recato que la Conferencia carecía de una agenda medianamente interesante. Otros presidentes autonómicos socialistas, aunque con sordina, también han criticado la falta de consistencia del programa de la Conferencia. En el Partido Popular la han calificado, sin más, de ‘fake’, como un truco de Sánchez para mantenerse en los titulares de los periódicos.

El propio Sánchez reconoció que el principal valor de la Conferencia es el de ‘hablar’. “Estamos haciendo bien la cogobernanza”, dijo, encantado de que, finalmente, el lehendakari Urkullu hubiese aceptado acudir a Salamanca (a cambio de contraprestaciones políticas, lo que me parece lógico). Pero la verdad es que la cogobernanza, se entienda por este término lo que se entienda, no está saliendo bien: la descoordinación autonómica es patente y las reticencias de los barones a la hora de encarar el reparto de los fondos autonómicos son, cuando menos, grandes. Nadie parece fiarse mucho del sistema de reparto que se diseña en La Moncloa, y la rueda de prensa de Sánchez de este jueves tampoco sirvió para aclarar este aspecto en particular.

Y, ya  digo, pasó de puntillas sobre otros bastantes asuntos espinosos, entre ellos la controversia sobre los fondos de la Generalitat para el pago de las cantidades exigidas por el Tribunal de Cuentas a algunos líderes del ‘procés’. La polémica jurídica sobre la legalidad o no de este fondo sube de tono en Madrid, y el Gobierno trata, sin demasiado éxito, de mantenerse neutral: es obvio que en La Moncloa, enfrentada sin tapujos al TC, se desea la pronta ‘legalización’ de este fondo y quitarse de encima un nuevo conflicto con una institución con la que las relaciones van de mal en peor.

–Conferencias que podrían haber sido útiles, pero…–

Pero volviendo a las Conferencias de Presidentes autonómicos, pienso que, tal y como fueron diseñadas en teoría, podrían haber sido útiles…si no hubiesen salido tan mal, hasta ahora, en la práctica. Con todo, coincido con Sánchez en que el valor de verse, debatir los temas conjuntamente y detectar dónde están los problemas ya es un avance. Luego, me parece que, tras esta ‘diplomacia multilateral’, sería buena una negociación individual, Comunidad a Comunidad, con el Gobierno central. Por eso creo que Aragonés no hubiera arriesgado nada, ni siquiera sus planeamientos de máximos, acudiendo a la cita salmantina, escuchando y dejando oír en público sus discrepancias y sus reivindicaciones.

Tras lamentar que Aragonés no acuda a la política ‘multilateral’, se refirió el hombre de La Moncloa, eso sí, a la reunión de la comisión bilateral que tendrá lugar el 2 de agosto. Me cuentan que el Ejecutivo de Sánchez espera avances concretos –más de funcionamiento de las administraciones que estrictamente políticos— en esta ‘minicumbre’: son muchos los temas pendientes en agenda entre Cataluña y el resto de España, temas que aún colean por el desencuentro en todas las escalas administrativas. El Gobierno central, dicen, está dispuesto a ‘ceder’ en bastantes de las decenas de planteamientos en las que se había enrocado. Veremos.

En todo caso, pienso que tanto la conferencia (de prensa) del presidente Sánchez como la Conferencia de presidentes autonómicos marcan la tónica de un fin de curso más bien átono, desconcertado y poco constructivo. Ni hubo ni hay respuestas para muchas, demasiadas, preguntas. Una vez más, todo, o casi todo, queda para septiembre. Y a mí, personalmente, debo reconocer que Sánchez me ha defraudado con sus excesivos silencios y su mucho autobombo en esta despedida vacacional: ¿qué es lo que pretende hacer/negociar con los gobernantes de Cataluña?. Pues eso: a esperar al otoño muy caliente que nos viene.

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