En el fondo, ya casi da igual que Puigdemont decida o no finalmente apoyar los Presupuestos de Pedro Sánchez, ayudándolo o no a salvar la legislatura. Incluso entre los cercanos a Sánchez he encontrado ahora algunas personas que piensan que lo mejor, para evitar la gran explosión, sería que el presidente del Gobierno central convocara ya unas elecciones generales, salvándose de un destino similar al que espera al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, a quien Sánchez apoya hasta un límite peligroso… para el mismo Sánchez.

Todos los análisis que se hacen en los cenáculos y mentideros madrileños, más o menos informados, pero siempre con cierta base, coinciden en que el cerco alrededor de Sánchez se estrecha y por primera vez la oposición del Partido Popular ve luz al final del túnel. Hay no menos de diez razones por las cuales Sánchez debería convocar elecciones, incluso te lo dicen gente de su entorno. La primera, ciertamente, es la imposibilidad de ‘dar más’ ante las exigencias de Puigdemont: cierto que en la Moncloa se estudió en algún momento la hipótesis de aceptar someterse a la cuestión de confianza, como exige el presidente de Junts, y también de acudir a Waterloo, o a cualquier otro punto de cita, para que el fugitivo sea fotografiado con el presidente del Gobierno español. Pero no es menos cierto que parece que hay asesores cercanos a Sánchez que desaconsejan los dos pasos, aunque el mismo presidente admitió que se verá con Puigdemont, sin revelar ni dónde ni cuándo. Ni por qué.

En la Moncloa se admite abiertamente la hipótesis de una ruptura con Junts y ahora incluso también con Esquerra, que ha aceptado crear “espacios de trabajo coordinados” con junts en una reunión de los líderes de los dos partidos el jueves en Waterloo. Esto, si se llevara a las últimas consecuencias imaginables, imposibilitaría sacar adelante los Presupuestos y haría muy difícil que se concretaran los deseos anunciados por Sánchez de mantenerse en el Gobierno incluso sin los presupuestos generales del Estado aprobados.

Pero no es solo, ni principalmente, el ‘factor Puigdemont y compañía’ lo que más pesa a la hora de que los analistas cercanos a la Moncloa piensen que, contra lo que dice y posiblemente contra lo que desea, el presidente acabará disolviendo las Cámaras y convocando elecciones dentro de este mismo año 2025. Hay que ver hasta dónde llega la inculpación judicial contra Álvaro García Ortiz, fiscal general del Estado y contra sus dos principales ayudantes, por presunta revelación de secretos referentes a los delitos fiscales de Alberto González Amador, novio de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, considerada la principal enemiga del llamado ‘sanchismo’.

El día 29, el fiscal general declara ante el Supremo, y poco después lo harán sus dos principales adjuntos en la Fiscalía; son muchos los que piensan que el notario mayor del Reino, es decir, el Fiscal, no sobrevivirá a esta prueba. Y entonces, ¿qué pasaría con Pedro Sánchez, su principal valedor, hasta el punto de haber instado ante el Congreso una proposición de ley fabricada expresamente para defender al fiscal y, de paso, a los dos familiares del presidente sometidos a irregularidades relacionadas con presunto tráfico de influencias? La tramitación parlamentaria de esta ley, ‘por completo atípica’, quizás inconstitucional en su redacción actual, costará muchos disgustos a Sánchez, advierten incluso en el mismo grupo parlamentario socialista.

Pero no es solo eso: varios miembros del Gobierno se han involucrado ‘demasiado’ (dicen incluso otros ministros) en la defensa de los intereses de Sánchez, de su hermano y de su esposa y, por supuesto, del fiscal general. Hasta el punto de que el ministro de Justicia está abiertamente enfrentado con las principales asociaciones de fiscales y de jueces, y el titular de Interior ha entrado en colisión con la Guardia Civil debido a las investigaciones de la UCO, la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, que sigue el ‘caso García Ortiz’ y ha encontrado evidencias incómodas para él.

Si a todo esto le añadimos que se está dando un cambio de era en la situación internacional y que Sánchez ya se ha posicionado como casi el ‘enemigo europeo’ de Donald Trump, de Israel y del inquilino de la Casa Rosada en Buenos Aires, Milei, por no hablar de sus ataques a Elon Musk, ‘cabeza de la internacional ultraderechista’ (así lo calificó), comprobaremos la extrema debilidad del aparato que sostiene a Sánchez, incapaz de llegar a ningún acuerdo mínimo con la oposición que personifica su odiado Alberto Núñez Feijoo.

Ignoro, la verdad, si alguno de sus asesores más cercanos ya ha aconsejado directamente a Sánchez arrojar la ‘toalla de la resiliencia’ y decantarse por convocar elecciones para, al menos, ‘salvar los muebles’. Sí sé que personajes relevantes considerados cercanos al presidente analizan con extrema preocupación la situación, sabedores del rechazo que Sánchez siente por abandonar las posiciones tan duramente conquistadas. Pero me dicen que el actual inquilino de la Moncloa es persona extremadamente sensible a la huella que dejará en la Historia del país, y que sabe que sus logros –que los ha tenido– quedarán totalmente oscurecidos por sus errores si continúa por el camino de tratar por todos los medios de agotar la Legislatura hasta 2027.

El desgaste es excesivo, y solo éxitos espectaculares en materia económica o/i algún relevante hecho político, que ahora no se vislumbra, podrían paliar algo –algo– el deterioro del Gobierno, que, además, comienza a evidenciar serias grietas internas con Sumar: las dos partes están ‘hartas’ de la otra, explican viajeros a la Moncloa.

¿Qué acabará pasando? Eso, depende de a quién le pregunte usted. Si a los portavoces oficiales u oficiosos del Gobierno y del PSOE, le dirán que reina la ‘normalidad’ y que avance con la Legislatura hasta el final, porque los socialistas aún retienen siete millones de votos, más las alianzas que puedan mantener frente a la ‘ultraderecha’. Si pregunta a sectores profesionales, empresariales, judiciales o mediáticos, le dirán algo muy diferente. El clima se está haciendo, al menos en estos cenáculos y mentideros madrileños de los que yo hablo, bastante irrespirable, la verdad. Quedamos esperando el próximo capítulo de esta serie, que está resultando bastante apasionante, la verdad.

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