«Necesitamos soluciones urgentes, ya no podemos más», alerta Mercè Martin, una vecina de toda la vida de Sant Vicenç de Calders (Baix Penedès) que utiliza el transporte público para desplazarse hasta Barcelona para visitar a sus hijos, que desde hace dos décadas viven allí con sus respectivas parejas. «Hay días que todo parece que funciona con normalidad, pero no es a lo que estamos acostumbrados. Al contrario«, continúa la vecina en conversación con El Món. De hecho, hablamos con ella el viernes por la mañana de una segunda semana negra, y durante esa franja horaria se han producido incidentes en diferentes líneas de la red en Cataluña. La línea R2 sur de Rodalies, al igual que todos los trenes regionales del Camp de Tarragona -R13, R14, R15, R16 y R17-, llevan semanas encadenando retrasos e incidentes, lo que ha agravado aún más el malestar de los vecinos del territorio, que reclaman más inversión y mejoras estructurales para un servicio ferroviario que funciona mal prácticamente cada día del año.
En el bar El último vagón, de la estación de Sant Vicenç, las miradas de los clientes que se sientan a desayunar mientras esperan que llegue su tren son de frustración y resignación: «Normalmente, llego a la estación justo para coger el tren, pero siempre acabo teniendo tiempo para desayunar», ironiza Samuel Gutiérrez, un joven de 20 años que estudia políticas en la Universidad de Barcelona (UB) y que, por tanto, usa el tren cada día para ir a clase: «Bueno, solo cuando acabo yendo. Si veo que el tren no funciona bien y no puedo llegar a clase, pido directamente los apuntes», matiza entre risas el joven estudiante del Baix Penedès mientras apura con la cuchara la espuma del café. Esta semana, el servicio ferroviario del Camp de Tarragona ha acumulado retrasos de más de media hora varios días debido a incidentes en el funcionamiento de Rodalies.
Este sentimiento de resignación se ha gestado después de meses de indignación y malestar, acentuados especialmente por las obras del túnel de Roda de Berà, enmarcadas dentro de las actuaciones del corredor mediterráneo y que se iniciaron en octubre de 2024 y se han prolongado hasta principios de marzo. «Las obras han sido un dolor de cabeza, pero el problema ya venía de antes», recuerda Sara Busquets, otra usuaria que lleva más de quince años usando el tren regularmente y que, a pesar de los constantes contratiempos, ha continuado apostando por Rodalies: «Cada vez me cuesta más confiar en él», admite.
La portavoz de la plataforma Dignitat a les Vies, Anna Gómez, apunta que esta falta de confianza que plantea Sara se puede extender entre los vecinos del Camp de Tarragona: «Me da miedo que la gente ya no vuelva a usar el tren», señala. De hecho, esta desconfianza se ha constatado con la afluencia de pasajeros que continúan utilizando el servicio de autobuses entre Tarragona y Barcelona -que se potenció durante el cierre por obras. A pesar de la reanudación del funcionamiento de los trenes regionales, el servicio de transporte por carretera ha mantenido los 600 pasajeros diarios, mientras que antes del cierre solo lo utilizaban un centenar de personas, según indican a la Agencia Catalana de Noticias (ACN) fuentes de la compañía Autocars Plana, que presta el servicio alternativo al tren.

La nueva huelga de maquinistas de Renfe
A la avalancha de incidentes, retrasos y quebraderos de cabeza para los usuarios se añaden las nuevas jornadas de huelga convocadas por los sindicatos de Renfe, que arranca el lunes 17 de marzo -a pesar de las negociaciones contrarreloj entre Moncloa y los sindicatos, unas negociaciones que ‘in extremis’ han permitido levantar la huelga. Durante estas jornadas de protesta, que se prolongarán hasta el 3 de abril, tal como ya resuena a través de los sistemas de megafonía de las estaciones de Rodalies, el Departamento de Empresa y Trabajo, en manos del consejero Miquel Sàmper, ha decretado que se ofrezcan unos servicios mínimos del 66% durante las horas punta y del 33% en el resto de la jornada durante los días de huelga de maquinistas. Desde la Generalitat establecen que estos servicios mínimos «se justifican por el desarrollo de huelgas anteriores con estas proporciones, que han conciliado de manera equilibrada el derecho constitucional a la huelga y el servicio esencial al transporte de la ciudadanía». Las frecuencias de paso estipuladas, sin embargo, preocupan a los usuarios: «¿Qué pasará cuando falle cualquier cosa?», se pregunta Samuel Gutiérrez. Una preocupación compartida por otros vecinos de la zona. «Es un despropósito», rematan algunos usuarios, que esperan pacientemente a que llegue su tren a la estación de Sant Vicenç de Calders.
Mientras crece la preocupación y la desconfianza de los usuarios con el servicio de Rodalies, el gobierno de Salvador Illa se limita a recetar dos años de paciencia para los catalanes. Aunque la consejera de Territorio, Vivienda y Transición Ecológica, Sílvia Paneque, ha pedido «disculpas» a los usuarios por los constantes contratiempos en el buen funcionamiento de la red ferroviaria catalana y ya ha comenzado a mantener reuniones de alto nivel con los responsables de Rodalies -tanto con el director del servicio, Antonio Carmona, como con el comisionado del traspaso, Pere Macias-, admite que la guerra sindical en Renfe «puede empeorar la situación». Los usuarios, pues, encaran con resignación las nuevas jornadas de huelga, pero mantienen sus reclamaciones para paliar los males endémicos que golpean el territorio: «Desde 2005 tenemos vías viejas, trenes anticuados, y cada vez es más largo desplazarse hasta Barcelona», apunta Anna Gómez, que recuerda que, en algunas ocasiones, un trayecto entre Tarragona y la capital catalana puede tener una duración de «dos horas y media».

El desorden en Rodalies complica la legislatura de Salvador Illa
El caos vivido durante semanas en Rodalies se ha convertido en uno de los principales escollos de la legislatura de Salvador Illa y un enorme quebradero de cabeza para la formación socialista, que gobierna tanto en la plaza de Sant Jaume como en la Moncloa. Esta misma semana, el jefe del ejecutivo catalán ha garantizado que el Gobierno «lo resolverá» y ha admitido que tienen «mucho recorrido de mejora» en la gestión de los incidentes, pero ha pedido a los grupos parlamentarios «una actitud constructiva». A pesar del ruego de Illa, la oposición ha cargado con dureza contra la gestión ferroviaria de Cataluña. De hecho, esta misma semana, los grupos parlamentarios de ERC, los Comunes y la CUP han registrado la petición de un pleno monográfico sobre «las múltiples y continuadas incidencias» de Rodalies -se celebrará entre el 25 y el 27 de marzo-, el primer monográfico sobre esta cuestión en la historia del Parlamento. Por su parte, Junts también ha pedido explicaciones al máximo responsable del Gobierno por la avalancha de incidencias de los últimos días: «Es inadmisible que [Illa] no dé la cara y esté desaparecido», espetaba la portavoz de Junts en el hemiciclo, Mònica Sales, en rueda de prensa.
Mientras la oposición en bloque endurece la presión contra el Gobierno -a pesar de algún enganche entre Junts y ERC en el Congreso por el caos en Rodalies-, el ejecutivo de Pedro Sánchez ha cerrado filas con los socialistas catalanes y ha pedido «disculpas» por la «semana horrible» en la red ferroviaria catalana. Ahora bien, el ministro de Transportes, Óscar Puente, también ha querido sacudirse la responsabilidad por el desorden y ha negado que el «cúmulo» de incidencias, cancelaciones y demoras, se deba a la falta de inversión por parte del Estado español: «No nos pueden decir que no estamos actuando», aseveró el titular de la cartera durante una comparecencia en la cámara baja, en la que se apresuró a recordar que, desde el año 2018, la Moncloa y Renfe han ejecutado obras por un valor de 2.482 millones de euros en la red ferroviaria convencional en Cataluña. A pesar de las disculpas y las recetas de paciencia del PSC y el PSOE, los usuarios del Camp de Tarragona continúan ahogados por un sistema que falla. Y, de momento, las soluciones no llegan.