Este verano ha estado muy marcado por los incendios que han asolado la península Ibérica, algunos de los cuales aún continúan causando estragos. A principios de julio, un fuego iniciado en el municipio de Paüls, en el Baix Ebre, dejó a todos los vecinos de las Tierras del Ebro con el corazón en un puño durante los tres días en los que los Bomberos de la Generalitat trabajaron día y noche para controlar y extinguir las llamas. Días antes, el 2 de julio, los servicios de emergencia encontraron sin vida a dos personas en Oliola (Noguera) en el marco del incendio iniciado en la comarca vecina, en Torrefeta i Florejacs (Segarra). En el mes de agosto, sin embargo, la catástrofe ha invadido otras zonas. En estos momentos, después de semanas de intenso trabajo por parte de los cuerpos de emergencias, continúan ardiendo catorce incendios, la mayoría concentrados en Galicia y Castilla y León. Un conjunto de incendios que, por el momento, ya ha calcinado cerca de 400.000 hectáreas de la península Ibérica, la cifra más elevada desde la temporada de incendios del año 2006.
A pesar de que los fuegos se han producido en varios puntos del territorio y en diferentes momentos del verano, todos tienen un factor en común: se trata de incendios de sexta generación. Es decir, el tipo de incendio que tiene la capacidad de modificar las condiciones meteorológicas de su entorno por la violencia, potencia y la cantidad de energía que desprenden. Son especialmente complicados, ya que son muy rápidos y agresivos, con llamas que pueden avanzar a una velocidad superior a los 6 km/h -que es la velocidad habitual: «Son incendios que superan la capacidad de extinción de nuestros equipos», argumenta la decana del Colegio Oficial de Ingenieros Forestales de Cataluña, Cristina Martínez, en conversación con El Món, que lamenta que «no se les puede hacer frente» de la misma manera que se ha hecho hasta ahora.
Estos incendios, pues, también han cambiado la manera de abordar el fuego forestal. El bombero forestal de Galicia Anxo Pernas, con más de veinticinco años de experiencia a sus espaldas y que ha trabajado desde el primer día al pie del cañón para combatir las llamas, explica que para combatir los incendios intentan «cortar la continuidad»: «Como el incendio tiene la capacidad de cambiar el clima de la zona, el trabajo que hacemos es salvar lo que se pueda. Estos días lo hemos hecho con los pueblos», detalla. La clave para minimizar su impacto, pues, tal como apuntan los expertos, sería mejorar la prevención fortaleciendo de nuevo las zonas rurales. De hecho, el abandono rural es un «combustible» invisible que alimenta las llamas, ya que con «una buena ordenación del suelo» se podrían crear «cortafuegos naturales», como la viña, por ejemplo.

¿Hay demasiados bosques?
El abandono rural también conlleva el crecimiento descontrolado de zonas boscosas. En este sentido, el director del departamento de biología evolutiva, ecología y ciencias ambientales de la Universidad de Barcelona (UB), Santi Sabaté, apunta que el territorio «no está en equilibrio» debido al «proceso de transición forestal» vivido en las últimas décadas. Una transición que también tiene efectos en la población, ya que algunos municipios han quedado más despoblados, lo que tiene un impacto en la «dinámica de los espacios agrícolas» y el «mosaico» que se genera: «El abandono de los paisajes [es decir, el crecimiento descontrolado del bosque] da más continuidad a los incendios«, apunta el especialista. En Cataluña, según los datos esgrimidos por el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, el 65% de la superficie corresponde al bosque y «cada año va a más», motivo por el cual defiende que es necesario hacer «decrecer» la masa forestal del país.
Hacer decrecer el bosque, sin embargo, no significa eliminarlo, según los expertos, sino rediseñarlo. Ahora bien, los mismos expertos también recuerdan que se trata de una situación «muy compleja»: «Se deben prevenir los incendios, pero también se debe preservar el ecosistema», enfatiza Santi Sabaté. En esta línea, Cristina Martínez también señala que este rediseño debe ir acompañado de una gestión forestal «sostenible», la cual defiende que ya se ha estudiado técnicamente, pero que aún no se ha terminado de implementar. «Tenemos que empezar a prepararnos para el año que viene», añade la experta que, con resignación, apunta, entre aliviada y resignada, que las «hectáreas que ya se han quemado» este año «no se volverán a quemar» el próximo verano. Sin embargo, las casas perdidas y los campos de cultivo enterrados bajo las cenizas tampoco se recuperarán de un día para otro. Igual que las vidas perdidas.

Aprender de los errores del pasado
Para los expertos, estos últimos incendios –y otras catástrofes, como las inundaciones– deben servir también para aprender de los errores y poner solución de cara a la próxima ola, ya que tarde o temprano llegarán: «Todavía estamos en un proceso de aprendizaje», mantiene Santi Sabaté. Uno de los aspectos que considera que se puede abordar es evitar la construcción de casas -u otros edificios- dentro de los «sistemas forestales»: «Los incendios ahora se trabajan a escala de territorio, con sistemas forestales. Las construcciones dentro de estos sistemas añaden complejidad [a la hora de combatirlos]», argumenta el director del departamento de biología evolutiva, ecología y ciencias ambientales de la UB, quien considera que aún no se ha aprendido de los errores del pasado: «Después de la DANA del País Valenciano se está volviendo a construir en zonas inundables…», añade.
El bombero de la Xunta de Galicia también pide que se respeten las medidas de seguridad fijadas en las normativas de prevención de incendios: «Nos encontramos que el bosque está en medio de los pueblos, y eso lo complica todo», lamenta. Anxo Pernas reclama que se construya respetando las «franjas de seguridad» estipuladas. «Ahora lo vemos mucho durante estos días, y parece que se entienda, pero luego nadie se acaba acordando», alerta. Esta problemática afecta a Galicia, pero también es extrapolable a Cataluña, ya que hay algunos municipios con núcleos de población construidos en medio del bosque, lo que los convierte en una zona de alto riesgo en caso de incendio.

La «confrontación» política complica la extinción de los incendios
Este año, la crisis de los incendios forestales también ha estado muy marcada por la confrontación política, que ha complicado la gestión de las llamas: «La confrontación genera problemas. Se politizan los incendios», exclama Santi Sabaté, que lamenta que la gestión política de algunas comunidades autónomas sobre los cuerpos de bomberos haya tenido un impacto en la extinción de los incendios que azotan la península. «Hay comunidades que han privatizado los bomberos. Debería ser un servicio público y estratégico», enfatiza el experto de la Universidad de Barcelona. Sea como sea, la crisis de los incendios ha dado paso a una nueva guerra abierta entre el Partido Popular -la formación que lidera las diferentes autonomías afectadas por los fuegos- y el gobierno español. Por un lado, los populares acusan al ejecutivo de Pedro Sánchez «de incompetencia» a la hora de abordar la crisis, mientras que los socialistas acusan al PP de «mentir» en sus acusaciones para desgastar al equipo de gobierno español.
Una confrontación que también se ha evidenciado en los planes estratégicos para combatir los fuegos. En concreto, el presidente español busca consolidar un «pacto de estado» coordinado con todas las autonomías contra la crisis climática que ha agravado los incendios: «La emergencia climática afecta a todos los vecinos independientemente de a quién voten cada cuatro años», avisó Sánchez, que tiene el objetivo de comenzar a articular el pacto este septiembre. Una idea que también comparte el bombero forestal gallego, que no comprende que «aún haya gente que niegue el cambio climático». Los populares, sin embargo, de momento, no se han adherido a la propuesta del presidente español, sino que han presentado su propio paquete de cincuenta medidas para combatir los incendios, ya que consideran que el pacto de estado de Sánchez es «una cortina de humo», entre las cuales hay una especialmente excéntrica, que es poner brazaletes electrónicos a los pirómanos condenados para tenerlos controlados, aunque la inmensa mayoría de fuegos forestales son causados por actividades humanas pero por negligencia, y no intencionadamente. Mientras tanto, sin embargo, los incendios continúan quemando hectáreas en la península y, a pesar de las previsiones favorables de los últimos días, las llamas aún no se han controlado del todo.