Juntos por Cataluña y Carles Puigdemont se han hecho con la hegemonía del independentismo con las elecciones del 12-M, pero el coste de esto ha estado alto, porque las formaciones soberanistas en el Parlamento ha pasado en tres años de la mayoría absoluta de 74 diputados y el 52% de los votos a 59 diputados y poco más del 40% de los sufragios -61 escaños si se cuenta Alianza Catalana, descartada para los pactos por el resto de formaciones. El descalabro sufrido por Esquerra, que ha perdido 13 diputados de una tacada, y el de la CUP, que ha perdido 5 y a estas alturas no está claro que pueda contar con grupo propio, no queda compensado por los resultados de Junts, que ha obtenido los mejores resultados de su corta historia pero solo ha sido capaz de recoger 3 de los 15 diputados que han perdido las otras dos formaciones soberanistas. De hecho, desde las elecciones en el Parlament del 2017 hasta las del pasado domingo, los partidos independentistas han perdido más de 700.000 votos y, de retruque, la mayoría absoluta, dos hechos que obligan los partidos a hacer una profunda reflexión para ver como pueden recuperarse de este fracaso y reconectar con el electorado que prefiere quedarse en casa antes de que votar estas tres formaciones o propuestas nuevas como Alhora, que tampoco han sabido movilizar este electorado.
La bajada de los resultados del independentismo producida por el desgaste después de estos años de Procés y de gobiernos independentistas ya se ha cobrado las primeras víctimas, puesto que el presidente de la Generalitat en funciones, Pere Aragonès, ha anunciado que abandona la primera línea política, y la secretaria general de ERC, Marta Rovira, ha decidido que no se volverá a presentar para el cargo en el congreso de noviembre. Queda la incógnita de saber que hará Oriol Junqueras, que ha comunicado que dejará la presidencia de la formación el 9 de junio, pero que podría presentarse para ser reelegido para el cargo en noviembre, si percibe que tiene suficiente apoyo. Estos anuncios ya han disparado los movimientos discretos de posibles candidatos a la renovación de liderazgos, a pesar de que de momento es todo muy embrionario.
Mientras tanto, Carles Puigdemont intenta ganar tiempo y anuncia que se presentará a la investidura y pose así presión en Esquerra Republicana para bloquear la presidencia de Salvador Illa, y advierte que no tiene miedo de una repetición electoral. De entrada, Puigdemont no tiene los apoyos para forjar una alternativa, que necesitaría la abstención de los socialistas.
En medio de todos estos movimientos tácticos, expertos consultados por El Món advierten que lo que necesita el independentismo ahora es un proyecto de país que marque objetivos claros para intentar espolear este electorado que existe, pero que a estas alturas no se siente interpelado.
El catedrático de ciencia política en la Universitat Pompeu Fabra Ferran Requejo admite que le da rabia volver a pronunciar las palabras «hoja de ruta», tan repetidas los últimos años, pero cree que las formaciones independentistas, para empezar, tendrían que dejar de lado las pugnas entre ellas y pactar «un programa, si no de gobierno, sí de acción». «Es decir, los grandes temas que se tienen que negociar durante los próximos años», apunta. También manifiesta que la lucha entre Junts y ERC por la hegemonía «interesa poco» a la ciudadanía. «Lo que importa es que el país avance, no qué partido hace las cosas, pero si los partidos están haciendo la guerra así el país no solo no avanza, sino que los ciudadanos quedan frustrados y desconectan de la política», subraya.

Pau Vall, investigador postdoctoral a la Universidad Carlos III de Madrid, opina que el problema de los partidos independentistas es «más de fondos que no de quienes tiene la hegemonía del independentismo» y deja claro que «todos estos conflictos internos de estos últimos años han provocado que se perdieran votos de gente que se ha abstenido o que ha pasado a votar el PSC».
«Venimos de un momento que ha habido una gran desconfianza entre los actores que tendrían que formar esta mayoría y tampoco no hay un objetivo claro«, alerta Vall. Según él, la pregunta es: «Para hacer qué?». «Durante muchos años sí que había un objetivo, como hacer el referéndum, la independencia o restituir las instituciones. Había objetivos a corto o medio plazo, pero ahora no queda claro qué pueden ofrecer los partidos independentistas», concluye.
El profesor lector al Departamento de Ciencia Política y Derecho Público de la UAB Marc Guinjoan también es del parecer que el independentismo tiene que reflexionar, pero desconoce hacia qué vía tiene que hacerlo porque «ahora ya no tenemos ni la legitimidad del 1-O, ni la mayoría, ni un modelo de país», que cree que es lo primero que hay que definir, pero que no llegará hasta que no se entienda y se piense en «sus necesidades y en un país integral». Así mismo, admite que es muy «complejo» porque en 2021 el independentismo hizo una reflexión y convino que se tenía que avanzar con un independentismo más pragmático, pero remarca que esta vía ha quedado invalidada porque no se han obtenido los resultados que se esperaban. «Lo veo complejo», porque «nos queda el repliegue identitario y hacernos cada vez más pequeños». Si este es el modelo de país que algunos vuelan, está muy bien, pero conmigo que no cuenten», concluye.
La propuesta de investidura de Puigdemont no convence a los expertos
Los tres coinciden que Puigdemont lo tiene complicado para ser investido presidente de la Generalitat con los votos de Esquerra Republicana y la CUP, 59 diputados que, además, requieren la abstención del PSC y Salvador Isla, que han ganado las elecciones. Requejo señala que los resultados obtenidos por Carles Puigdemont «han servido para estabilizar el partido», pero reconoce que es «un triunfo agridulce» en el frente independentista porque «no han subido mucho teniendo en cuenta el que han bajado los otros». Cree que la aritmética que ha dejado las elecciones es «bastante envenenada» porque «ni Puigdemont ni Illa lo tienen fácil porque las combinaciones son posibles, pero muy poco probables porque hay partidos antagónicos» como el PSC y el PP. «No hay ninguna combinación además del tripartito clásico», argumenta, y cree que si ERC no participa de las negociaciones todo se complica más, pero alerta que «si votan a favor la investidura de Isla quizás se acaban de hundir y con la abstención el líder socialista no tiene bastante, ni sumando el PP». También ve «muy complicada» la investidura del presidente en el exilio porque «Esquerra no querrá votar a favor de Junts».
«Que quiere hacer Puigdemont? Qué propone? Cómo quiere ser investido? El PSC se abstendrá habiendo ganado las elecciones de calle? Por qué el PSC le tendría que dar la presidencia a Puigdemont? Para hacer que en Madrid continúe negociando? Sería sucursalismo inverso del PSC y me parece impensable», deja claro Marc Guinjoan, que considera que la estrategia de Puigdemont de presentarse como candidato factible es una «huída hacia adelante», puesto que, según apunta, los resultados obtenidos por el PSC «legitiman a Illa para ser presidente de la Generalitat». Por el contrario, defiende que estos resultados tienen que llevar al independentismo en general a «reflexionar» y a Esquerra, en particular, a «la oposición como esfuerzo saludable interno dentro del partido» para «reflexionar y sacar nuevos liderazgos». «Yo si fuera de Esquerra, me quedaría en la oposición y no entraría en un gobierno de un partido que no sabes muy bien qué propone porque no sabemos qué propone en términos territoriales y nacionales», dice sobre la posibilidad que ERC negocie la investidura de Puigdemont.

Vall rechaza catalogar de ilegítimas las intenciones de Puigdemont, pero considera que es muy complicado que acabe siendo investido presidente, puesto que, según resalta, la unión de los partidos independentistas en el momento álgido del Procés era posible porque «tenían muchas similitudes en el eje nacional». Así mismo, admite que estas similitudes continúan existiendo, pero el principal problema rae en el hecho que el electorado ha votado más por el eje izquierda-derecha que por el nacional y esto «dificulta que se puedan formar pactos pensante solo en este eje».
No descartan la repetición electoral en octubre y que Sánchez convoque elecciones
Así mismo, Ferran Requejo considera que la «gran fuerza» de Carles Puigdemont son los 7 diputados en Madrid y que «todo sería muy diferente si Junts no tuviera la capacidad de hacer caer al gobierno español», pero con este escenario de aritméticas diabólicas no descarta que haya una repetición electoral en octubre y que Sánchez aproveche la ocasión para avanzar elecciones y hacerlas coincidir. «No es descartable que hubiera elecciones españolas y catalanas en octubre», dice, y reconoce que «no es lo ideal, pero puede pasar porque si nadie cede hay una situación de bloqueo». «Junts no tiene incentivos para aflojar porque tiene la sartén por el mango a Madrid y también depende de las prioridades del PSC y qué relación tiene con el PSOE, pero el PSC ha quedado primero en votos y escaños y no pueden ceder mucho», concluye.
Ante este escenario, el periodista y colaborador de El Món Fernando Jáuregui, con décadas de experiencia analizando la política española desde Madrid, cree que el PSOE no forzará al PSC a facilitar la investidura de Puigdemont porque «partiría el PSC» y porque «no le perdonarían» este movimiento en el resto del estado español. «Abriría una confrontación con Illa que Sánchez no se puede permitir». Por eso considera que el planteamiento de Puigdemont «es un brindis al sol» y no le da ninguna posibilidad que llegue a buen puerto, puesto que Esquerra, de momento, rechaza apoyarle. Si hay un bloqueo a la investidura que desemboca en una repetición electoral en octubre, Jáuregui cree que «Sánchez convocaría elecciones porque puede hacerlo a partir de junio». «No me extrañaría nada que pasara esto», dice. Y apunta que los republicanos serían los grandes damnificados de una repetición electoral porque «puede pasar a la condición de Ciutadans» sea con Oriol Junqueras o sin. Con todo, cree que Illa acabará siendo presidente de la Generalitat.

Una reflexión profunda del conjunto del independentismo y de ERC en particular
Requejo deja claro que el votante potencial independentista no ha desaparecido y cree que «puede resurgir cuando los partidos lo hagan mejor». «Si en algún momento se hiciera una alternativa más atractiva por parte de los partidos, y dejaran de pelearse de una vez, de este tipo de guerra civil que hace años que hacen, esto podría volver a animar a tanta gente», argumenta, y pone de relieve que de las elecciones del pasado domingo «no se puede interpretar que esto es el final del Proceso». «Si los partidos dejan de dar este espectáculo de controversia permanente, puede volver a renacer porque no se han solucionado los problemas de fondo como pueden ser el reconocimiento nacional, el autogobierno; la financiación y las inversiones son un desastre, y el poder central continúa sin hacer suyo el plurilingüismo del estado español», concluye.
Por otro lado, el catedrático de la UPF cree que los liderazgos, como mínimo en Esquerra, «tendrían que cambiar». «Pere Aragonès pliega, pero es un error que Oriol Junqueras se plantee repetir. Es un error total», apunta, y recuerda que «en los países normales los dirigentes dimiten cuando tienen una derrota de este calibre».
Vall, por su parte, cree que el mal resultado de Esquerra es porque ha perdido una parte del electorado que los votó «en un momento del Proceso» y que ahora ha visto que el PSC es «bastante moderado, viendo las políticas de Pedro Sánchez hacia el independentismo y apaciguar la situación». «Consideran que el PSC es una buena opción para Cataluña y no necesitan votar un partido de obediencia limpiamente catalana», argumenta.
Guinjoan se pregunta cuál es el independentismo que tiene que hacer una reflexión porque en estos comicios había «dos propuestas independentistas». Por un lado, el «turbo independentismo» de Junts, que, según él, «no tenía una idea muy clara sobro qué propone al independentismo», y, por la otra, las propuestas de ERC y la CUP que «intentaban pensar en un país integral», pero constata que «sus resultados son nefastos». «Los dos proyectos han perdido votos» pero insiste que hay que «vestir un argumento global, un argumento de país, que entienda la independencia como algo más allá de bajar la bandera española y sustituirla por la catalana».