Josep Punga Tandu (Montcada i Reixac, 1997) es un joven economista que trabaja de director de negocio internacional en Banco Sabadell. Catalán de nacimiento, catalanoparlante y de etnia bakongo. Hijo de padre angoleño exiliado y de madre congoleña, del Congo Kinshasa –el antiguo Congo Belga, actual República Democrática del Congo. Las fronteras africanas diseñadas en la Conferencia de Berlín del 1884 son especialmente arbitrarias, y la etnia de sus padres está repartida entre tres estados. Esto, dice, lo ha hecho consciente desde pequeño de lo que significa una nación sin estado propio y lo ha hecho independentista. Ex militante de CDC, del PDECat y de Junts, es afiliado de la ANC desde principios de 2022 y, desde este sábado, uno de los 72 miembros del Secretariado Nacional, el órgano soberano de la Asamblea. Hasta ayer desconocido para la mayoría de catalanes, su nombre está ahora en el centro de la información política porque ha disputado a Lluís Llach, un referente consolidado del independentismo, la presidencia de la entidad. Él ha perdido, pero Llach no ha ganado y la elección de los nuevos cargos orgánicos del ANC está, de momento, bloqueada. El próximo sábado, con toda probabilidad, se reunirá el Secretariado otra vez para intentar salir del callejón sin salida. En esta entrevista, Punga plantea que Llach ceda y pacte, una idea que puso sobre la mesa el sábado cuando ofreció al músico ser su vicepresidente. Si esto no se produce, cree que habrá que buscar un candidato alternativo de consenso bien visto por ambos sectores, un papel que el propio Punga aspiraba a desempeñar, en un intento que ha fracasado.
Cuando se presentó a las elecciones de la ANC para ser secretario nacional, ¿ya se planteaba postularse después para algún cargo orgánico o la idea surgió después?
Surgió después. Cuando me presenté, solo pensaba en hacer algo en relación con la situación en la que se encuentra el independentismo, desubicado, desmovilizado, desencantado, en una especie de depresión nacional. Y pienso que una de las maneras para incidir en la removilización es a través de nuevas ilusiones y de una regeneración que reactive el movimiento desde la juventud. Lo que quería era aportar esta visión, por eso me presenté por el bloque joven.
¿Y qué lo ha hecho decidir después a presentarse como aspirante a la presidencia?
Que vi que en la Asamblea había una situación embarrada, con disputas antiguas, con dos bloques bastante enfrentados. Pensé que quizás podía ayudar a poner fin a disputas y dinámicas que la gente no entiende. Creía que mi perfil podía representar la idea de la regeneración.
¿Qué aspectos de su perfil se lo hacían pensar?
Que no estaba marcado por las disputas que ha habido hasta ahora. No estoy posicionado en las discusiones entre los anteriores secretarios nacionales, yo no era secretario hasta ahora, solo socio. Y además, el movimiento independentista está tan estancado que lo que se necesitan son nuevos actores, nuevas caras. Y la única propuesta que veía era una no propuesta, porque era de continuismo, no aportaba nada nuevo, solo planteaba continuar haciendo lo que se ha hecho a lo largo del Procés. Y si siempre haces lo mismo, no puedes esperar resultados diferentes. Creía que yo podía hacer cosas diferentes.
Pero precisamente el sector que aglutina Lluís Llach es contrario a la trayectoria de los últimos dos años, centrada en impulsar la lista cívica. Ellos se presentan como el cambio.
Lo tenemos que mirar de manera más global. La Asamblea no deja de ser un reflejo del independentismo. Y tenemos que pensar en qué situación se encuentra el movimiento en general. Es evidente que ha perdido la iniciativa, la capacidad propositiva. Llevamos unos años que la iniciativa la tiene el Estado y hemos entrado en estrategias de dialogar con el Estado para intentar ablandarlo. Es decir, en el fondo, esto es dejar que la iniciativa en manos de los otros. El proyecto de Lluís Llach es continuista en este sentido. No propone nada que rompa la dinámica que se instaló en el independentismo después del 2017.
¿Cuál es su plan para cambiar esta situación?
Se resume con tres erres: regeneración, reflexión y reanudación. Regeneración porque considero que todos los actores que han protagonizado el Procés hasta 2017 han quedado desgastados y desautorizados para continuar dirigiendo el movimiento por la independencia. Se ha visto con las elecciones del 12-M que son incapaces de reactivar la gente, que es lo que necesitamos para continuar luchando por la liberación nacional. Después del callejón sin salida que han evidenciado estas últimas elecciones, desde la sociedad civil, desde la Asamblea, tenemos que pedir a los partidos que se regeneren, que tengan nuevos actores. Y sería hipócrita pedir esto sin haber hecho este ejercicio internamente. ¿Cómo puedes pedir a alguien que haga una cosa que tú no la has hecho? En cuanto a la segunda ‘R’, estamos en un momento en el que han cambiado muchos factores y tenemos que hacer una reflexión y entender como, desde los diferentes frentes, podemos avanzar de manera más exitosa hacia el objetivo, que es la independencia. Esto lo compartimos todos los secretarios nacionales.
Y una vez hecha la regeneración con nuevos actores y nuevas ideas que ayuden el proceso de reflexión, podremos hacer la reanudación, recuperar la iniciativa y construir una estrategia exitosa, que solo puede ser unilateral y de confrontación. La Asamblea siempre ha defendido la unilateralidad, la validez del 1-O y la confrontación con el Estado. Y son cuestiones que el proyecto llachista deja en la ambigüedad. No son contundentes con estas cuestiones.
Pero usted, llegado al punto de bloqueo después de las dos primeras votaciones, propuso a Llach pactar, que él fuera presidente y usted vicepresidente…
Sí, y él lo rechazó. Al final, se tiene que ser humilde y entender cómo funcionan los mecanismos de la Asamblea. Era evidente que mi proyecto no pudo aglutinar la confianza de dos tercios de los secretarios nacionales. Pero tampoco lo consiguió Lluís Llach. Y había que buscar una manera de desbloquearlo. Tenemos que pensar en la fortaleza y la unidad de la Asamblea, porque una vez se escojan los cargos orgánicos tendremos que trabajar juntos. Por eso, desde una posición de humildad, dije que, como que ninguno de los dos podía reunir los dos tercios y él estaba más cerca que yo de tener esta mayoría, yo estaba dispuesto a renunciar a mi candidatura a la presidencia y postularme para la vicepresidencia. Si ninguno de los dos puede imponer su proyecto, sí que podemos llegar a un entendimiento y generar un consenso amplio, y coger lo mejor de cada proyecto.
Yo podría centrarme en la regeneración y el rejuvenecimiento y Lluís Llach trabajar las relaciones con el resto de entidades, que es uno de sus principales objetivos, para buscar la unidad. Esto es lo que propuse. Lluís Llach, con una posición poco humilde e incluso arrogante e impositiva, lo rechazó. Porque ve la Asamblea como si fuera el Parlamento y quiere trabajar solo con su ‘grupo parlamentario’, que todas las comisiones y todos los cargos los ocupen personas de su sector. Una pretensión que es ficticia. No aglutinará la confianza para poder ejecutar este plan. Las diferentes sensibilidades de la ANC están condenadas a entenderse, a llegar a algún pacto, por el consenso, por la unidad y por el bien de la misma Asamblea y del país.

El entorno de Llach reclama, dado que él está muy cerca de los dos tercios, que el otro sector lo acepte y cambie el voto para no bloquear su acceso a la presidencia.
Esta no es una buena solución. ¿Quién tiene la responsabilidad de desbloquear? Hay un candidato que no reúne los dos tercios, ni siquiera cuando no hay otro. Porque al final yo retiré mi candidatura y una parte considerable de secretarios prefirieron votar en blanco, yo incluido. La responsabilidad de obtener la confianza de los dos tercios es de la persona que se postula. Si no es capaz, o bien cede y pacta para buscar esta mayoría cualificada, o todos juntos buscamos otro candidato que sí que pueda obtener esta confianza. Lo que no se puede pedir a nadie es que apoye a un proyecto en el cual no cree. Es una solución antidemocrática y debilitaría a la Asamblea y daría un resultado artificial, un Comité Permanente que no sería un reflejo de las diferentes sensibilidades de la entidad.
Usted formó parte de la lista de Junts per Catalunya en Montcada i Reixac, en las municipales de 2019, a pesar de que no llegó a ser regidor. Después dejó la militancia. ¿Por qué?
Yo siempre he estado muy politizado, desde muy joven. Y los partidos son una herramienta imprescindible. Por eso me afilié al partido que encajaba mejor con mis ideas. Empecé en CDC a los 18 años, después pasé al PDECat y después a Junts. Pero a principios del2022 me di de baja porque el partido no se estaba adaptando al cambio que estaba haciendo el independentismo. La sociedad pedía cosas a las cuales el partido no daba respondida.
¿Cuáles?
El movimiento pedía que se pusiera la independencia como eje principal, o único, y el partido estaba distraído con otras cuestiones con las cuales yo no me sentía cómodo. Y, como yo soy independentista antes de cualquier otro eje ideológico, me pareció coherente dejar el partido y hacerme socio de la Asamblea. Me parecía la única entidad desde la que podía defender mis postulados e intentar que haga el papel de liderazgo que ha tenido siempre, en el sentido de arrastrar los partidos y hacerlos avanzar en la estrategia de unilateralidad y confrontación. No tengo nada contra los partidos, la independencia la haremos todos los independentistas. Pero ahora mismo están en un callejón sin salida. Espero que algún día vuelvan a ser una herramienta útil y potente para lograr la independencia.
Su nombre, fuera de Moncada, se ha hecho conocido de repente a raíz de una situación de conflicto envenenado. ¿Esto le quema?
Sea como fuere, yo no dejaré de hacer lo que estoy haciendo desde los 17 o 18 años. Tengo convicciones fuertes y siempre he trabajado para defenderlas en los ámbitos que he podido. Ahora me ha tocado una posición más mediática, pero no cambia nada. Continuaré trabajando desde allá donde crea que puedo ser más útil. Si es con un cargo orgánico de la ANC porque al final hay algún tipo de consenso, será en un cargo. Y, si no, sin cargo.
¿Pero se plantea hacer carrera política?
Yo ahora mismo tengo un mandato como secretario nacional que es para lo que he sido escogido, con un compromiso de dos años. Pasados estos dos años, pueden haber pasado muchas cosas, puede haber instrumentos nuevos, podemos tener los instrumentos de siempre pero mejor enfocados. Ya se verá entonces cuál es la mejor manera de ponerme a disposición del país.
La politización que dice que le viene de muy joven, como hijo de exiliado angoleño, ¿le viene de casa?
Ser independentista es cosa mía, pero en casa siempre he vivido lo de preocuparse por las cuestiones sociales y políticas. Mi padre, cuando llegó, estaba impactado por la situación de su país y formó una asociación de exiliados angoleños en Europa. Por casa habían pasado muchos opositores. Allí había un conflicto entre los comunistas y otro sector más pro Occidente. El caso es que todo ello me hizo consciente desde pequeño que nación y estado no siempre es lo mismo y que, cuando eres de una nación sin estado propio, hay una pulsión del estado para aniquilar esta nación, que ve como un cuerpo extraño. Habiendo nacido en Cataluña y en una familia de etnia bakongo, percibo que somos catalanes dentro de España y que en España la nación dominante es la castellana, que históricamente ha tenido la pulsión de aniquilamiento nacional de Cataluña. Por eso he optado por la independencia como objetivo político.