Emmanuel Macron ha designado finalmente a Michel Barnier, un perfil conservador, como primer ministro francés, tras una ronda de consultas caracterizada por la falta de consenso. La designación llega después de que el Frente Popular –el conglomerado de izquierdas que ganó las elecciones– haya propuesto distintos nombres, todos cercanos al partido socialista, sin que ninguno de ellos haya logrado pasar la elección. En Francia, el presidente del gobierno es designación exclusiva del presidente de la república, y con este movimiento Macron se asegura un perfil cercano que no haga sombra al Elíseo.
En un comunicado, el Elíseo defiende que Barnier es un perfil que puede conseguir mayorías en la asamblea francesa. Continúa, pues, el argumentario que el equipo de Macron ha expuesto en las últimas semanas para negar al Frente Popular la posibilidad de gobernar, a pesar de haber ganado las elecciones; que la coalición de izquierdas no tendría mayorías suficientes para sacar adelante las leyes. Sin embargo, muchas voces en el país francés apuntan a un movimiento que le permite seguir gobernando sin problemas, ahora que la extrema derecha va al alza y el efecto de su presidencia cae en picado.
La elección de Barnier, excomisario europeo, ha hecho estallar el Frente Popular. La izquierda acusó a Macron de «negar la voluntad popular» del pueblo francés, tras imponerse al resto de partidos. La izquierda de Jan-Luc Mélenchon se alió con el Partido Socialista, en un intento de detener el auge de la extrema derecha, y logró imponerse en segunda vuelta. Marine Le Pen acabó en tercera posición y el partido de Macron en segunda, dando la sorpresa.
Gobierno sin una mayoría clara
Barnier, que con 73 será el mayor primer ministro de V República, tiene ahora la misión de sacar adelante la legislatura sin una mayoría clara. Barnier podría contar con los apoyos de la derecha francesa clásica –el partido de Nicolas Sarkozy– y de Ensamble, el partido de Macron. Pero necesitará aún los votos de otros partidos. En este sentido, el entorno de Macron confía en que algunos díscolos del Reagrupamiento Nacional, el partido de extrema derecha liderada por Marine Le Pen, apoyen algunas medidas. De hecho, la propia Le Pen que Barnier supone un perfil «respetuoso» con todos los partidos y «capaz de dirigirse a Reagrupamiento Nacional».