El ascenso de la extrema derecha en Europa tiene en Alemania uno de sus entornos mejor preparados. Así lo demuestran las últimas encuestas para las elecciones adelantadas por el canciller socialdemócrata Olaf Scholz, que se celebrarán el próximo domingo 23 de febrero: los promedios de los sondeos elaborados por varios medios comunitarios sitúan a Alternativa para Alemania, el partido ultraderechista dirigido por Alice Weidel, cómodamente por encima del centroizquierda, con un 21% de los votos prospectivos. La ventaja con el SPD del gobierno se ha ido incrementando, y ahora por ahora se sitúa en cinco puntos, después de que los socialistas parezcan haber encontrado un techo electoral en el 16% de los apoyos. Ambos, sin embargo, están muy lejos del claro líder, los democristianos de la CDU, liderados por Friedrich Merz, que rozan el 30% de los votos en las últimas encuestas.
Los apoyos al partido del canciller Scholz han caído en picado desde las últimas elecciones, celebradas en septiembre de 2021, cerca de la peor crisis industrial de la historia reciente del país centroeuropeo. Entonces, el centroizquierda se impuso aprovechando la retirada de Angela Merkel, logrando la victoria por primera vez en más de una década y media; y formó el conocido como gobierno semáforo en coalición con los liberales del FDP y los Verdes. Las diferencias por los límites al endeudamiento y los desacuerdos por la respuesta a la guerra en Ucrania rompieron la coalición a finales de 2024, cuando el jefe del ejecutivo convocó las elecciones adelantadas. Entonces, Alternativa para Alemania ya ocupaba la segunda posición en el consenso demoscópico; y la campaña solo ha servido para ampliar los márgenes de los ultraderechistas.
En las últimas semanas, el liderazgo de AfD ha aprovechado el impulso de la campaña que el presidente de los Estados Unidos Donald Trump ha desplegado para intentar formar gobiernos afines a la nueva Casa Blanca en el corazón de Europa. Primero fue el multimillonario sudafricano Elon Musk quien, después de escenificar su radicalización en la ceremonia de toma de posesión de Trump con un saludo nazi que ha liberado los instintos de muchos de los suyos, hizo una gira por actos de las principales formaciones reaccionarias de la UE, con una parada inevitable junto a Weidel. Entonces, el hombre más rico del mundo animó a los alemanes a «dejar atrás la culpa»; un conocido código discursivo neonazi para reivindicar los crímenes del III Reich. Más oficial ha sido la reciente visita del vicepresidente estadounidense JD Vance a la sede de la ultraderecha; si bien esta formó parte de un ciclo de contactos con los cuatro partidos mayoritarios del Bundestag. Vance, cabe decir, ha sido especialmente crítico con la política de cordón sanitario que las formaciones democráticas han impuesto a Alternativa desde su regreso a las instituciones.

Rechazo a las injerencias norteamericanas
Tras las intervenciones de Vance, así como la visita de Musk, las principales formaciones políticas alemanas han saltado a defender sus procesos electorales de las injerencias del otro lado del Atlántico. Scholz ha sido el más vehemente, que ha golpeado en los últimos días la estrategia trumpista de interferir en su proceso electoral. Ante estas actuaciones, el aún canciller ha reivindicado, precisamente, el cordón sanitario: «La misión histórica de Alemania, como una democracia libre, es esta: nunca más fascismo, nunca más racismo, nunca más guerras de agresión. Este compromiso es incompatible con AfD», declaró Scholz, entre aplausos de los suyos, en un acto de campaña. Igualmente crítico, pero con un tono más bajo, se ha mostrado el candidato conservador, Friedrich Merz, que ha instado a la Casa Blanca y sus aliados a «respetar las elecciones alemanas» como desde Europa se han «respetado las presidenciales estadounidenses». A pesar de que Merz continúa defendiendo una «colaboración estrecha» entre Trump y la cancillería, también ha reservado golpes contra AfD, destacando que «el discurso de odio debe ser controlado por los tribunales».
Si bien el resultado de las elecciones parece claro, la política de alianzas se prevé mucho más complicada. La opción preferida por los alemanes, según el digital local DW, es la reedición de la grosskoalition, el pacto entre democristianos y socialdemócratas que ya fundamentó el último gobierno de Merkel, entre otros. El 32% de los ciudadanos encuestados preferirían esta opción a la hora de conformar gobierno. No es despreciable, sin embargo, el 17% que reclama que el centroderecha pacte con la ultraderecha de AfD; si bien en los últimos días el apoyo a esta colaboración va en descenso.

La pequeña batalla de la izquierda
En la parte baja de las encuestas, la izquierda tradicional alemana, Die Linke, registra un pequeño ascenso respecto de las elecciones de 2021. Según el consenso, los herederos del Partido del Socialismo Democrático, bajo el liderazgo compartido de Ines Schwerdtner y Jan van Aken, se moverían alrededor del 6% de los votos, cómodamente por encima del umbral del 5% que establece el sistema electoral para acceder al Bundestag, en medio de un enorme incremento en afiliación, que se encontraría en máximos para los progresistas desde la crisis financiera de 2008. Su ascenso dejaría fuera de juego a BSW, el partido de la que fuera líder de las izquierdas, Sahra Wagenknecht, escindido de Die Linke en el año 2023. Tampoco accederían a la cámara los liberales del FDP, que pierden más de siete puntos respecto de los comicios de 2021, quemados por la acción de gobierno. El giro a la baja del partido del ministro Christian Lindner podría definir las mayorías que llevarían a Merz a la cancillería, en tanto que su desaparición abriría la puerta a una mayoría en cualquiera de los sentidos para los conservadores.