La vicepresidenta de los Estados Unidos y candidata demócrata, Kamala Harris, ha aceptado la derrota electoral frente al republicano Donald Trump y promete que la Casa Blanca «participará de una transferencia pacífica del poder». Una respuesta que contrasta con la reacción del propio Trump hace cuatro años, cuando perdió las elecciones contra Joe Biden. Harris tenía previsto comparecer la noche electoral en la Universidad Howard de Washington, donde ella misma había estudiado, pero, tal como hizo Hillary Clinton en la última derrota demócrata, hace ocho años, también contra Trump, la comparecencia se ha pospuesto finalmente al día siguiente de la derrota electoral.
Harris ha remarcado que la aceptación de los resultados es lo que «distingue la democracia de la monarquía o la tiranía», pero, ante sus seguidores, la aún vicepresidenta se ha negado a olvidar «la lucha que ha impulsado esta campaña». «No es lo que queríamos, no es por lo que hemos luchado ni por lo que hemos votado, pero la luz de la promesa americana seguirá ardiendo mientras no nos rindamos y mientras sigamos luchando», ha señalado desde el atril, arengando a una masa de demócratas a quienes anima a «no desesperar». «No es el momento de darse por vencido, sino de volver a intentarlo, de organizarse, de movilizarse y de estar unidos por el bien de la libertad y la justicia», ha incidido.
«No me rendiré nunca»
El discurso postelectoral debía servir para calibrar las energías de Harris, a quien muchos en las filas demócratas veían como una referencia de una nueva generación política en los Estados Unidos. «No me rendiré nunca», ha dejado claro. «Las mujeres en América tienen la libertad de hacer lo que quieran con su cuerpo, no nos rendiremos en la lucha por sacar las armas de los centros educativos, en la de la democracia, en la del imperio de la ley, en la de la justicia sagrada o en la de defender que se deben respetar los derechos fundamentales y las libertades de cualquier persona», ha dejado claro la demócrata.

A pesar de que la mayoría de encuestas preveían un escrutinio ajustado, la victoria final de Trump ha sido incontestable, ganando en votos y delegados, y consiguiendo la mayoría de estados bisagra. Además, los republicanos han logrado revertir la mayoría demócrata en el Senado y controlarán las dos cámaras de los EE.UU. y el Tribunal Supremo, con mayoría conservadora.