El cartel de “Pan cuit amb llenya” es la última prueba que queda que en el barrio de Sant Pere de Ripoll un día hubo tiendas y comercios. El horno de pan era el único establecimiento que había sobrevivido a la dureza de los últimos años, pero finalmente también ha bajado la persiana. Los vecinos de este barrio de clase trabajadora lo viven con impotencia. “Nos han dejado abandonados”, explica a la Agencia Catalana de Noticias (ACN) Ana, una mujer que hace 40 años que vive en el barrio. “Antes había dos supermercados, pastelería, carnicería, dos panaderías y una mercería y, de todo esto, nos hemos quedado sin nada”, dice, resignada.
El barrio de Sant Pere está situado en lo alto de la ciudad y es una zona obrera con bloques de pisos de protección oficial construidos hace medio siglo. Además de sus 800 vecinos, también hay tres centros educativos y una residencia de gente mayor que atraen a centenares de personas otras partes de Ripoll. Y ahora ya no tienen ni un horno de pan donde comprar el almuerzo o la merienda. Entre los vecinos, hay mucha gente mayor, como Ana, que se encuentran en una situación complicada. “Hay mucha gente que no tiene coche, que tienen que bajar al pueblo sí o sí, y a veces los ascensores no van”, lamenta. El cierre del horno de pan es una nueva decepción. “Nos tienen abandonados aquí arriba”.

Los vecinos reclaman la apertura de una tienda que venda de todo
Los vecinos querrían que abriera una tienda que venda un poco de todo. Manel Muñoz, otro vecino de la ciudad que sube cada día a Sant Pere para visitar la residencia de gente mayor, también critica la falta de comercios. “Me sabe muy mal porque subimos mucha gente y, si vienes de paseo y quieres comprar un zumo o algo, lo tienes que traer del pueblo, está muy mal montado”. Muñoz considera que el Ayuntamiento tendría que haber hecho algo para evitar el cierre de todas las tiendas del barrio. “Cuando un negocio cierra, es porque pierde dinero y, si no tienes ninguna ayuda, todavía más”, remarca. “Si hay ayudas para otras cosas, también debería haber para esto, este barrio se lo merece”.
La asociación de tenderos Ripoll Comerç reivindica el valor del pequeño comercio y reclama al Ayuntamiento que se ponga las pilas. “Más que un negocio es un servicio a la población y hacen falta ayudas”, dice el secretario general de la entidad, Josep Pascal. Con todo, los tenderos alertan que, además de su función social, especialmente donde hay mucha gente mayor o con movilidad reducida, el pequeño comercio también necesita clientes. “Todos nos tendríamos que movilizarnos un poco, potenciar el comercio de proximidad antes de tener que lamentar que tienen que cerrar”.