La falta de llevadoras pone contra las cuerdas al sistema sanitario catalán. En enero, el gobierno español presentó un estudio en el que advertía que Cataluña necesitaría, como mínimo, 20.000 enfermeras más para alcanzar la ratio media que fija la Unión Europea (UE), que es de 8,5 enfermeras por cada 1.000 ciudadanos. En estos momentos, la media del sistema sanitario catalán es de 6,3 enfermeras por cada mil ciudadanos. Y una de las especialidades en las que faltan más profesionales es la de las llevadoras, encargadas de la atención básica y de emergencia a las mujeres durante el embarazo, el parto y el periodo posparto. «Estamos muy por debajo de las recomendaciones europeas. No salen suficientes llevadoras formadas con el IIR [el examen de enfermero interno residente, que depende del gobierno español] para cubrir el relevo generacional», lamenta la vocal de llevadoras del Colegio Oficial de Enfermeras y Enfermeros de Barcelona (COIB), Eva Adarve, en conversación con El Món. En detalle, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) recomienda que haya cerca de sesenta y nueve profesionales de esta especialidad por cada 100.000 mujeres, una recomendación muy alejada de la situación que presenta el sistema sanitario catalán.
La falta de llevadoras integradas en el sistema sanitario provoca la sobresaturación de las profesionales del sector, pero también abre la puerta a nuevas empresas fuera del sistema que «ven la maternidad como un negocio»: «Como nos faltan manos, aparecen personas sin titulación que ven la maternidad como un negocio y ofrecen alternativas menos seguras a las madres», detalla la especialista del COIB, que recuerda que es la calificación científica que otorga la formación de llevadora la que garantiza la calidad en la asistencia a las mujeres embarazadas: «Además de sororidad [durante el embarazo, el parto y el posparto], debe haber profesionales formados en ciencia», exclama Adarve. La falta de profesionales con esta especialidad, sin embargo, complica el buen funcionamiento del sistema: «Ahora mismo estamos haciendo equilibrios para llegar a todas partes», explica la llevadora y delegada de SATSE Girona, Anna Marés, que explica que, cuando se acerca el verano, entre periodos de vacaciones y personas que deben tomarse la baja por cualquier motivo, cuesta llenar la plantilla.

El camino tortuoso para especializarse
Uno de los motivos que explicaría la falta de llevadoras en el sistema sanitario catalán es el examen IIR que deben hacer las enfermeras para acreditar esta especialidad, ya que la llevadora es la única especialidad de la enfermería que debe acreditarse con una titulación diferente. Es decir, una enfermera puede ejercer la especialidad de pediatría después de superar los estudios universitarios, pero debe presentarse obligatoriamente al IIR para poder ejercer como llevadora. El problema, sin embargo, no es el examen en sí, sino que se ofrecen muy pocas plazas de esta especialidad: «Al principio me planteé irme a estudiar al extranjero porque aquí es muy complicado encontrar plaza», detalla Laura Busquets, una enfermera que en estos momentos se está preparando para presentarse al examen de la especialidad. Su caso no es el único que se ha planteado cambiar de país para formarse, tal como confirma la delegada del sindicato de enfermería de Girona.
En esta línea, Anna Marés lamenta que se ofrezcan muy pocas plazas de llevadora a nivel estatal en las pruebas del IIR. En datos, en el año 2024, el gobierno español ofreció un total de 2.106 plazas en todas las especialidades que se examinan en estas pruebas -es decir, la obstetricoginecológica, también conocidas como llevadoras; especialistas en salud mental; en trabajo; en pediatría; en enfermería familiar y comunitaria; y en geriatría. De estas plazas, de ginecología solo había 469 en todo el estado español, de las cuales solo 71 estaban en centros sanitarios catalanes: «Hay muy pocas plazas, y la mayoría de gente que se presenta a este examen es porque quiere ejercer de llevadora, porque es la única especialidad que requiere este examen», argumenta Busquets. Por eso el problema es más acusado para las llevadoras, pero también afecta al resto de especialidades, en las que el IIR no es un requisito pero sí un mérito que mejora el currículum, y también da acceso a una plaza de residente para formarse. En conjunto, aunque el año pasado había 2.106 plazas disponibles, a las pruebas IIR se presentaron 6.855 personas, de las cuales la enorme mayoría –6.288 personas, concretamente– superaron el examen. Es decir, más de la mitad de los aspirantes de todas las especialidades de enfermería que se evaluaban, independientemente de haber aprobado la prueba, no obtuvieron plaza en ningún centro sanitario público donde realizar la estancia como residente en la rama elegida.

Las grietas del sistema
La falta de oferta de plazas ofrecidas por el Ministerio de Sanidad, en manos de Mónica García, en los exámenes de especialidad también repercute directamente en el funcionamiento del sistema sanitario. Teniendo en cuenta que, sistemáticamente, faltan manos de enfermeras en el sistema sanitario catalán para «cubrir todas las vacantes», Anna Marés denuncia que la falta de nuevas llevadoras residentes -es decir, las que acceden a plaza tras superar el examen- tampoco ayuda a consolidar las plantillas: «En verano, el 25% de las jornadas las cubrimos con horas extras», lamenta la delegada sindical de SATSE en Girona. En este sentido, la especialista recuerda que hace tres años se produjo una «caída» en la cifra de llevadoras residentes que se incorporaron a los centros de atención primaria y hospitales, lo que complicó la viabilidad de las funciones de este sector de enfermería del sistema sanitario catalán.
Por su parte, la vocal del Colegio Oficial de Enfermeras y Enfermeros de Barcelona (COIB) también apunta que la falta de llevadoras en el sistema condiciona la atención sanitaria de los territorios, ya que hay algunos puntos del país donde «faltan profesionales de referencia» en la especialidad obstetricoginecológica: «Hay zonas donde cuesta mucho más cubrir la atención a las mujeres embarazadas o montar grupos de preparación al parto, que es un servicio esencial», enfatiza Eva Adarve. «Las llevadoras tenemos una mirada especial, única, de sororidad, pero con conocimiento científico. Sin esta mirada no hay ningún otro especialista que pueda suplirlo», añade.
La mayor parte de la responsabilidad sobre la falta de personal recae en el gobierno español. Ahora bien, la administración catalana también tiene la potestad de mejorar, ligeramente, las condiciones del sector. Desde el sindicato de enfermería denuncian que las enfermeras, como colectivo, no están incluidas en la clasificación profesional que les correspondería dentro de la administración pública, ya que continúan encuadradas en el subgrupo A2 a pesar de tener una titulación universitaria. En el caso de las llevadoras, teniendo en cuenta que también requieren una titulación adicional, según el sindicato de enfermería les correspondería formar parte de la categoría A+, la misma categoría que reclaman los médicos -ahora incluidos en el grupo A1- de cara a la reclasificación profesional del nuevo convenio del SISCAT, la cual también llegaría acompañada de un incremento salarial. Esta reclasificación mejoraría las condiciones laborales de este colectivo, pero si no se incrementa el número de personal de la especialidad de llevadora, este sector continuará arrastrando carencias endémicas que complican su función dentro del sistema sanitario.