Cataluña está viviendo la peor sequía del último siglo. Ya hace más de 37 meses que la falta de precipitaciones ha puesto al territorio catalán en un estado de emergencia sin precedentes. La media de volumen del agua de los embalses del territorio catalán se encuentra por debajo del 18%, unos valores preocupantes que han obligado la Generalitat a hacer todo lo posible para intentar paliar la sequía, una emergencia hídrica que supera incluso la de 2008, cuando el porcentaje de las reservas se desplomó hasta el 20%. Quince años después, los recursos de los cuales dispone el gobierno catalán para hacer frente a la sequía han mejorado, pero la falta de agua continúa golpeando con fuerza a la población y al tejido industrial catalán. «Hoy en día estamos preparados para afrontar una crisis como la de 2008, pero no tenemos todos los recursos necesarios para afrontar una emergencia como la que nos hemos encontrado en 2023», asevera el investigador del Instituto Catalán de Investigación del Agua (ICRA) Vicenç Acuña, que se ha dedicado a estudiar las sequías en Cataluña. Una opinión muy similar a la que mantiene el consejero de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural, David Mascort, que ha afirmado varias veces que desde el gobierno se han preparado para afrontar la sequía, pero que el cambio climático «ha endurecido» las condiciones con las que se tiene que trabajar.

En este sentido, el profesor e investigador del grupo TURBA de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) Hug March asegura en conversación con El Món que «la actual sequía es mucho más intensa en el ámbito meteorológico que la sequía de 2007-08», cosa que ha generado muchas más complicaciones para poder hacer frente a la emergencia hídrica y que ha acabado desembocando en la situación actual, con restricciones del volumen de consumo de agua por persona cada día para intentar alargar al máximo la vida del escaso volumen de las reservas. En esta línea, Acuña apunta que la emergencia climática combinada con el Niño, el fenómeno meteorológico del océano Pacífico que provoca variaciones en el balance de temperaturas, son los dos principales responsables de la sequía que golpea el territorio catalán actualmente. «Normalmente, el efecto Niño dura 4 o 5 años, pero con el cambio climático los periodos se alargan, cosa que puede hacer que la sequía que nos afecta todavía se alargue cuatro años más«, argumenta el investigador del ICRA en conversación con este diario.

Las cuencas hidrográficas internas catalanas llevan ocho meses en la fase de excepcionalidad por la sequía. Los bajos niveles de los embalses, por debajo del 18% de su capacidad y la poca posibilidad que llueva en las próximas semanas, han llevado al hecho que el Gobierno apruebe un nuevo paquete de medidas de control del consumo / Europa Press

Las diferencias con la sequía de 2008

Para entender la situación actual hay que remontarse quince años atrás. Cataluña vivió uno de los episodios más graves de sequía entre abril de 2007 y mayo de 2008, un periodo en el cual encadenó 16 meses sin lluvias destacables en las principales cabeceras de los ríos. Por la falta de precipitaciones, la Generalitat puso en marcha el Decreto de Sequía -que se mantuvo hasta 2009- con el cual combatió el bajo nivel de las reservas hídricas. Según recuerdan desde la Agencia Catalana del Agua (ACA), la fecha más crítica se logró a finales de marzo de 2008, cuando los embalses del sistema Ter-Llobregat llegaron alrededor del 20% de sus reservas y se abrió la puerta a restricciones y cortes de agua en varios usos. Si lo comparamos con la situación actual, sin embargo, el peor momento de la sequía de 2008 es ligeramente mejor que el punto donde nos encontramos ahora mismo, con los embalses aproximándose al 16%, momento en el cual la Generalitat decretará la emergencia hídrica en Cataluña.

Ambos expertos, Acuña y March, aseveran que, conociendo las carencias que agravaron la sequía en 2008, el gobierno catalán ha trabajado durante todos estos años para estar más preparados ante futuras sequías. El primer ejemplo que pone March son los «recursos hídricos alternativos» de los que se dispone para alcanzar el suministro urbano, es decir, el agua regenerada y la desalinizada: «Actualmente, aproximadamente la mitad del agua que sale por el grifo al área metropolitana de Barcelona proviene de la desalinizadora del Prat, y de agua regenerada que se inyecta aguas arriba en el Llobregat desde la planta de regeneración también situada en el Prat de Llobregat. Esto hace que los escasos recursos convencionales almacenados en los embalses del sistema Ter-Llobregat disminuyan mucho más lentamente que en la sequía de 2008, a pesar de la carencia de precipitaciones destacables y sostenidas en los últimos meses», argumenta el profesor March, investigador de la UOC. De hecho, el objetivo de Mascort es que se reutilicen más de 100 millones de metros cúbicos de agua de cara al 2027.

March también señala el Plan de Sequía que rige la actuación de la Generalitat como una de las principales diferencias entre la emergencia hídrica actual y la del 2008. Hace quince años, el gobierno actuó, a través de la Agencia Catalana del Agua, para paliar la sequía, con medidas que permitieron fomentar el ahorro de agua y garantizar las demandas de agua, recuperar captaciones y pozos en desuso y avanzar en la planificación hidrológica catalana actuaciones como por ejemplo la ampliación de la desalinizadora de la Tordera, en Blanes. Actualmente, el ejecutivo catalán actúa a través de una planificación aprobada por el Parlamento de Cataluña en 2020 y actualizada el 28 de febrero de este 2023. «El 2008 este instrumento no existía, y la gobernanza de la sequía se articulaba a través de decretos de sequía que se iban publicando a medida que se cambiaban las actuaciones», apunta el profesor de la UOC. En este sentido, Acuña considera que «la planificación y las infraestructuras creadas» permiten afrontar con más solvencia la emergencia hídrica.

Un perro ve agua en una fuente en una foto de archivo / Europa Press

Cataluña, tierra de sequías

Desde el episodio de sequía de 2008, Cataluña se ha tenido que enfrentar a varias emergencias hídricas. En 2012, el territorio catalán se vio afectado por la falta de lluvias y las reservas de los embalses de las cuencas internas se situaron alrededor del 52% a principios de 2013. Según aseguran desde el ACA, esto comportó, durante unos meses, el incremento de la desalinización, sobre todo en la planta del Llobregat, que incrementó la aportación de agua ante una situación sostenida de falta de lluvias. La reaparición de precipitaciones, sin embargo, revirtió la situación.

Cuatro años más tarde, en 2016, Cataluña se vio sometida a un nuevo episodio de sequía. A pesar de que se registraron episodios de lluvias que sirvieron para recargar las reservas, sobre todo en el sistema Ter-Llobregat, la situación en las Tierras del Ebro y Alt Empordà fue muy seca y con escasas aportaciones a los embalses, cosa que provocó que, a principios de 2018, las reservas de las cuencas internas estuvieran escasamente por encima del 43%, el umbral que marca la fase de prealerta.

Si miramos al pasado y nos adentramos en el siglo XX, desde 1910, momento en el cual se empiezan a tener registros pluviométricos del territorio catalán, vemos que Cataluña ha ido viviendo varios episodios de escasez de lluvias. Ahora bien, ninguno de los episodios vividos anteriormente son tan persistentes y extremos como el actual, tal como asegura la consejería y corroboran los expertos. La emergencia climática y el calentamiento global han agravado cada vez más las sequías y lo continuarán haciendo, por lo cual hay que «trabajar conjuntamente», sociedad y administraciones, para afrontar las futuras emergencias.

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