Tercera jornada del juicio en la Audiencia Nacional por el caso del comisario Carlos Salamanca y el empresario Francisco Menéndez. Los dos son integrantes de una supuesta trama de favores a cambio de regalos fastuosos y dinero en efectivo. Después de dos jornadas entretenidas y descriptivas de la biosfera política, económica y policial del Madrid del Ibex-35, la tercera jornada ha sido igual de intensa y clarificadora. Un puñado de testigos han pasado por el estrado que preside con mano de hierro la magistrada Ángela Murillo. Testigos que se podrían dividir en dos grupos, el de los amigos del comisario, y el de los policías amigos del comisario, o que, en todo caso, habían trabajado a sus órdenes. Todos se han encargado de recordar al tribunal, sobre todo los testigos de la defensa, que al comisario le tocaron dos décimos de la lotería que lo convirtieron en millonario. Un hecho que contrasta con la declaración de Menéndez que subrayó al tribunal que Salamanca se quejaba de tener un sueldo muy magro.

Este juicio es el resultado de la pieza separada número 10 de la macrocausa Tándem, que investiga los trabajos del comisario de inteligencia jubilado José Manuel Villarejo, a pesar de que en este asunto no consta ni como testigo. En concreto, la sala de lo penal tiene que decidir si el comisario Salamanca, amigo de Villarejo, recibía regalos y dinero en efectivo de Menéndez, que provenían de la empresa estatal petrolera de Guinea a cambio de dejar pasar de tapadillo a ciudadanos guineanos cargados de dinero. Los policías que habían trabajado a su servicio en la frontera de Barajas, no obstante, han debilitado la tesis del fiscal, porque han asegurado que Salamanca no tenía suficiente potestad para ordenar la expedición de visados. Una de las anécdotas de la jornada ha sido el reloj que el director de Seguridad de Iberdrola, Antonio Asenjo, regaló a Salamanca. Asenjo ha sudado la gota gorda justificar el regalo.

Uno de los policías encargados de Barajas que ha asegurado que un comisario no puede hacer pasar gente sin los papeles/QS
Uno de los policías encargados de Barajas que ha asegurado que un comisario no puede hacer pasar gente sin los papeles/QS

Los policías, claves

Los testigos estrella de la jornada de tres horas de esta mañana han sido los oficiales de policía que trabajaban a las órdenes de Salamanca en la frontera de Barajas. Todos han dado oxígeno a las defensas. Todos han negado que recibieran órdenes para expedir un visado, porque otras cosas el sistema está montado de tal manera que no se puede hacer. De hecho, este es el documento imprescindible para poder acceder en España y se acusa al comisario de hacer la vista gorda y tramitarlos de manera irregular. El subinspector encargado del Grupo de Admisiones ha negado esta versión. Un detalle que no ha pasado por alto al tribunal y es que el subinspector ahora se encarga de un grupo de Asuntos Internos, la policía de la policía y, por lo tanto, se les supone un plus de delicadeza en sus funciones.

En su declaración como testigo, ha recordado que era el responsable del «control y la verificación» de las entradas al aeropuerto. En este punto, ha incidido que no podía expedir un visado en un lugar fronterizo —que requiere unas condiciones especiales— con la simple orden del comisario, como sostienen las acusaciones. «No, ¡de ninguna forma!», ha sentenciado con firmeza. «Ordenarnos que expidiéramos algún visado, mientras yo he sido jefe, no», ha asegurado.

Los policías han expuesto que la solicitud de los visados a la frontera llegan por «diferentes vías», bien fuera la misma Comisaría General, la Unidad Central de Frontera o cualquier entidad como embajadas o consulados. «No se podía tramitar un visado porque yo quisiera o alguien me lo ordenara o hacerlo de manera irregular, era imposible, porque todo estaba auditado desde fuera», ha insistido. De hecho, también hay un sistema de control informático en red. Un excomisario que estuvo en la frontera lo ha dejado muy claro. «Es imprescindible recibir una autorización por parte de la Comisaría General de Extranjería y Fronteras», ha aclarado para evidenciar que Salamanca no podía hacer pasar gente por la puerta trasera sin un visado oficial. En este sentido, han advertido todos los policías que los ciudadanos en esta situación se los iba a buscar en coche policial porque «hay doce kilómetros entre las pistas de aterrizaje y el punto fronterizo».

El constructor Pedro Iglesias, en un momento de su declaración/QS
El constructor Pedro Iglesias, en un momento de su declaración/QS

Los coches, parte de la prueba

En la sesión también han desfilado amigos —así se han reconocido la gran mayoría— del comisario. Pero, sobre todo, amigos que habían hecho algún negocio con Salamanca, básicamente de compra y venta de vehículos. Incluso, ha pasado por el estrado el señor que le hacía los seguros, que ha salido de la sala García Gutiérrez todavía preguntándose qué ha ido a hacer allí.

Después de atestiguar los dos policías que le hacían de chófer a Salamanca, se ha sentado en l estrado un ciudadano chino, en El Ping, que no le hacía ningún tipo de gracia declarar. Al final, tenía un papel difícil, justificar la compra de un Porsche Panamera al comisario. El señor Ping ha hecho valer su condición de asiático para intentar rehuir la acometida y la presión del fiscal, que le ha visto el plumero. Fingía que no entendía las preguntas o respondía de manera abstracta para no pronunciar afirmaciones.

Así, solo insistía que había comprado el Porsche porque estaba bien de precio, para su mujer, que no lo utilizó, pero que, en cambio, se lo vendió después de un año porque «gastaba mucho». Todo a nombre de una empresa, sin aclarar los detalles y después de tragar un buen trago de saliva cuando el fiscal le ha preguntado si sabía a qué se dedicaba «su amigo» Salamanca. Se lo ha pensado unos segundos, y resignado, ha admitido que sabía que era policía, además «de amigo».

Coches y viajes

No ha sido el único coche de la mañana. A menudo la deriva explicativa de los testigos parecía que fuera un juicio de una estafa de un concesionario. En todo caso, también han aparecido un Tuareg y un Audi Q7, que se compraban y se vendían, o se dejaban, entre el comisario y sus amigos, con quienes también comían en Casa Piluca y celebraban fiestas privadas juntos. Fiestas donde también estaba Menéndez, Paco. El que ha sido calificado hoy por parte de la hija de Salamanca de «miembro de la familia» y que ha detallado, como quien no quiere la cosa, que por su boda, después de pagar los gastos, le quedaron unos 40.000 euros que dio a su padre. Precisamente, fue el constructor Iglesias Moura, administrador de Reformas Integrales, el que dejó el Audi Q7 a Salamanca, ha confirmado al tribunal, con una voz clavada al emblemático comunicador Jesús Puente, que contrató a Villarejo por 50.000 euros para destapar una estafa de la que había estado víctima.

Después de Iglesias se ha sentado en el estrado la directora médica del centro médico San Camilo de la calle Juan Bravo de Madrid, que atendía a los pacientes recomendados por Menéndez. La médica ha detallado al tribunal que se fue de fin de semana «todo pagado» por anticipado de Menéndez y en el viaje coincidieron, casualmente, con Salamanca. «Todo para facilitar las visitas médicas de quien recomendaba Menéndez», ha justificado. El fiscal ha sido hábil cuando le ha hecho confesar que «algunos de los pacientes eran guineanos» y cuando se ha encallado ante el tribunal al comparar un viaje de lujo en Londres, con habitación al prestigioso Hotel Club Saint James, con alguna caja de vino que le regalan los clientes. «Es normal en la profesión médica», ha sentenciado. El fiscal serraba los dientes.

El exdirector de seguridad de Iberdrola, Antonio Asenjo, durante su declaración al juicio de Salamanca/QS
El exdirector de seguridad de Iberdrola, Antonio Asenjo, durante su declaración al juicio de Salamanca/QS

El reloj de Iberdrola

Uno de los momentos más oníricos de la vista de esta mañana ha sido la testifical del exjefe de Seguridad de Iberdrola, Antonio Asenjo, investigado en otra de las piezas del conocido como ‘caso Villarejo’, que ha reconocido que regaló a Salamanca un reloj. La excusa ha sido propia de un cuento de Navidad de Dickens. «Yo es que no uso reloj y mucha gente se emperra en regalarme relojes por mi cumpleaños», ha argumentado. Este reloj, no obstante, lo tenía en un armario en su despacho de Iberdrola, donde también tenían otros elementos de merchandising de Iberdrola como «corbatas verdes, el color corporativo».

Un día, conversando con Carlos Salamanca, el comisario le confesó que tenía debilidad por los relojes, extremo confirmado por un preciso relojero que también ha declarado esta mañana. El director de seguridad le prometió que le regalaría uno. «Y así lo hice», ha concretado sin poder precisar si lo hizo tomando un café, comiendo o en comisaría. Asenjo sufría por dejar claro que el regalo no lo hizo en condición de directivo de la empresa energética. En todo caso, le ha querido quitar hierro resaltando que el comisario «le dio las gracias y le dijo que era muy bonito». «Pero le gustó», ha recordado para acabar su testimonio.

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