Isona Passola –Lluïsa, Lluïsona, Passola– nos espera en una sala del Ateneu Barcelonès. Centauro del desierto, la presidenta de la entidad bifurca la actividad entre la producción cinematográfica y el impulso de una de las instituciones centenarias más icónicas del país. Los socios del Ateneu han disfrutado y sufrido su fuerza primaria –su entusiasmo desbocado– y se lo han reconocido con una segunda victoria electoral reciente. El edificio del Ateneu podría parecer de una nobleza más sórdida que sólida, pero, en todo caso, las viejas salas y los óleos oscurecidos en las paredes contrastan con el vigor de un personal de todas las edades y de casi todas las condiciones. Hay ancianos que parecen dormir eternamente en algunas sillas y jóvenes que escupen sobre la cabeza de los que creen cretinos. Codo a codo, de manera inusual. Y en medio de los muertos y los vivos está el ímpetu irrefrenable de Isona Passola.

Hija de su padre, roble del roble, Ermengol Passola estaba hecho del mismo taller. Se ganaba la vida en Mobles Maldà, pero vivía la vida en Edigsa, en Concèntric, en la librería Ona y en la Cova del Drac. Passola padre nunca dijo que no a cualquier propuesta que tuviera el país en el corazón y la cultura en el alma. De padre músico, hijo bailarín, Lluïsona, Isona, cuando cierra un melón empieza tres. Ha recorrido el mundo del cine con producciones de éxito, cuestionadas por los que lo cuestionan todo, y sustituyó el embate de Joel Joan por su propia audacia en la presidencia de la Acadèmia del Cinema Català. Entre col y col, aún ha tenido fuerzas para encarrilar la lechuga de los cines Texas de Barcelona.

Promotora siempre combativa en los pasillos oficiales públicos, Isona sabe qué se mueve en un mundo de divos, divas, monos y monos. En las administraciones se sienten vencidos y desvalidos cuando asoman la cabeza detrás de la puerta o Eliseu Climent o Isona Passola. Por lo tanto, para sobrevivir, ha hecho bandera de un cierto pragmatismo rebelde. No critica nada, no habla mal de nadie, sonríe siempre y solo trabaja y deja huella. Criatura extraña en un país de insatisfechos, criticones y gruñones, Passola actúa. Como su padre. Alabada sea por siempre la familia despierta y la empresa productiva. Amén.

Esta, Vicent, es la catedral de los ateneos.

¿Autoproclamada?

Noooo. Lo dicen los otros ateneos. Vaya. A mí las iglesias románicas me gustan mucho y no son precisamente catedrales…

Pero la sede de Urgell es la más bonita. Y es sede…

Sí, también. Todo está bien, pero el tamaño no es importante… [Sonríe].

Muy bien. Usted es canónigo de las producciones. Gracias a películas como Pa negre o Incerta glòria. ¿Producir cine en Cataluña es sufrir?

Es un oficio que hace sufrir, sí, pero tiene tantas compensaciones… De la nada generar –como yo he tenido la suerte de generar– unas películas con unos equipos muy buenos, que me han permitido ir por todo el mundo en catalán… Desde Asia hasta África. He estado dos años contando estas historias, estas películas, el idioma en el que se explican, y eso es una satisfacción enorme. Ya no es solo cuando la has hecho, cuando la has estrenado, cuando tienes una sensación absolutamente creativa, como de parir, de la nada engendrar una pieza que irá por todo el mundo… Es todo el proceso de hacerla.

Ahora, por ejemplo, estoy preparando una sobre el libro de Najat El Hachmi Mare de llet i mel, que dirige una chica marroquí. Hace un año que preparamos el guion. No sabes qué es entender el punto de vista de Marruecos y el punto de vista de aquí y plasmar en un guion las dos miradas. Estamos tan acostumbrados solo a la nuestra y ellos están tan acostumbrados solo a la suya…

Esta película ha costado de hacer. Hace años que usted habla de ella…

Yo no hago una película que no esté muy bien financiada. Es necesario que haya un estándar mínimo. No solo creativamente hablando. Tienes que buscar los mejores directores de fotografía, los mejores equipos. Eso es una garantía de pasar el primer filtro. Prefiero, pues, tardar. Aparte, estos años he estado muy entregada a la causa del Ateneu. Todo se ha pospuesto un poco por mi culpa. En todo caso, cuesta mucho hacer una película con presupuestos equivalentes a los europeos.

Aquí interviene la súplica a las instituciones públicas para que paguen una parte.

Me haces así la pregunta, pero yo te la contestaré de otra manera. Todos los países europeos civilizados, incluyendo a los Estados Unidos, porque allí intervienen las fundaciones, pagan su cine. ¿Por qué? Porque es la imagen exterior del país. Es la diplomacia del país.

No es el caso de las grandes producciones de Hollywood.

En el caso de las grandes producciones estadounidenses, no es necesario, porque tienen un mercado mundial, pero la cultura está pagada por no sé cuántas instituciones. A ver, ¡Europa no es los Estados Unidos!

Es cierto que cuando ves una película francesa al principio y al final desfilan una cantidad enorme de instituciones que han intervenido…

En Francia pagan muchísimo para tener cine propio. Cuando yo he ido con películas catalanas por el mundo he tenido la sensación de hacer diplomacia. Diplomacia catalana, porque he explicado el país. Los franceses lo tienen clarísimo. Los alemanes e italianos, también. Y los ingleses, aún más, porque todo el dinero de la lotería –o una parte muy importante– se va a pagar cine.

No es que nosotros supliquemos. Nosotros suplicábamos cuando nuestro pequeño Estado –nuestro medio Estado– no entendía esta función. Cuando no lo entendía con la potencia con la que se debía entender, porque, sobre todo, no teníamos el otro Estado –el gran Estado– detrás. Entonces, hemos reclamado. Cuando yo estaba al frente de la Acadèmia del Cinema Català –durante ocho años– no paraba de reclamar recursos, sobre todo, para el cine en catalán. Ahora ya los hay. La última conselleria de Cultura, cuando estaba al frente Natàlia Garriga, finalmente, con un presupuesto decente, ha podido dar el apoyo que el cine catalán necesita. Desde Pa negre –y fíjate desde cuándo te hablo–, cuando el gobierno apoyó a cinco películas catalanas, no habíamos podido tener este nivel. Ahora hemos conseguido lo que durante muchos años hemos reclamado. Esperamos que esto se mantenga, porque las cosas aparecen y desaparecen de una manera…

Isona Passola, productora, guionista y directora de cine. Barcelona 26.05.2025 | Mireia Comas
«¡Qué pena que tú no mandes ahora! A ti te daban muchos menos» | Mireia Comas

De entrada, la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales cuenta con cien millones de euros anuales más y se han añadido ahora cien más a raíz de la firma del Pacto Nacional por la Lengua… Cien y cien hacen doscientos más.

¡Qué pena que tú no mandes ahora! [Ríe]. A ti te daban muchos menos.

A mí –en TV3 entonces– no me daban ni la sal. Ya lo sabe usted.

Lo sé perfectamente. Y lo sufrí mucho.

Usted –como presidenta de la Acadèmia del Cinema Català– y yo –como director de la Televisión de Cataluña– íbamos al departamento de Economía a suplicar. En vano.

Sí. Aquello sí que era suplicar. Más que suplicar, arrastrarse por el suelo. [Ríe]. Priorizar la cultura, la lengua y los medios de comunicación en un momento en que tenemos la presión demográfica que tenemos de una inmigración que no tiene acceso a entender el lugar donde ha ido a parar es importantísimo. Aquí en el Ateneu estamos haciendo el Club de catalán y se han apuntado ciento cincuenta personas que quieren aprender catalán. Así, alegremente, haces la llamada y ciento cincuenta. Vienen aquí y el día de Sant Jordi se ponen a leer poemas en catalán una ucraniana, recitando versos de Joana Raspall de un poema sobre la guerra… Una ucraniana que se emociona porque su guerra es una guerra como la que tuvimos nosotros. En un catalán perfecto. Yo reivindico mucho el papel de los ateneos, que siempre han sido alfabetizadores. Han sido el lugar donde crear vínculos culturales. Es verdad que el mundo ha cambiado mucho. Es verdad que toda la gente que llega continúa conectada a las series de sus países. Que hay la globalización. Pero también es verdad que todo el mundo cuando llega a un lugar quiere que lo inviten a formar parte.

Usted habla de series… Siempre llegamos tarde. Ahora que parece que tenemos dinero para hacer películas las grandes productoras se dedican a hacer series, que han tomado su lugar.

Te diré una cosa. El prestigio que te da una película no te lo da una serie. Yo, que tengo la obsesión de crear una marca –porque el cine catalán debe tener una, debe ser un icono y debe prestigiarse–, entiendo que todo esto no te lo da una serie. Eso te lo da ir a Cannes, ir a Berlín, ir a Hollywood. Y sobre todo, te lo da el recorrido de festivales que hacen que tengas un reconocimiento que después se vende a todas las teles.

Entonces, nuestro director ideal es Albert Serra, que va de festival en festival.

¡No!

¿Por qué?

Por nada. A ver, con todo el respeto por Albert. Él cubre una franja radical minoritaria…

Que da mucho prestigio…

No. Da prestigio en unos sectores muy minoritarios. Yo no aspiro a hacer el cine que hace Albert Serra, porque yo no voy de posmoderna ni de experimental. Yo he hecho todo lo contrario. Yo he cogido directores muy buenos, con mucho talento, que quizás eran minoritarios, y les he dicho: “Escucha, eres demasiado bueno para que te conozca tan poca gente. Vamos a conquistar el mundo”. Esta es la operación que hice con Agustí Villaronga. Albert Serra hace un cine que funciona en Francia. Porque a los franceses les encanta este tipo de cine, pero si tú miras la recaudación…

En Francia y un poco también en Alemania, en Italia…

De acuerdo. Mira la recaudación.

La recaudación le ha dado para sobrevivir y él ha seguido adelante y filmando de nuevo…

Cuando Carla Simón hace L’estiu del 92 y gana hace taquilla. Cuando Pa negre espera para ir a Hollywood hace casi la misma taquilla que ha hecho Casa en flames o El 47. Es decir, yo tengo una vocación de hacer un cine para públicos amplios porque quiero que mi país vea las películas que hacemos. No quiero que una minoría selecta –[recalca la palabra selecta]– las vea y diga que son estupendas. Al revés. Muchas veces le digo a mi amigo Vicenç Altaió: “Muy bien, ya está bien, ya está bien”. Yo he hecho otra opción. ¡Yo quiero tener un cine normal, caramba! [Ríe].

Me lo ha puesto fácil. Ha hablado de Alcarràs, El 47 y Casa en flames. Son las tres películas que han proyectado el cine catalán últimamente. ¿No le parece que presentan una imagen del país muy determinada? Me explico: campesinos nobles y luchadores contra las energéticas…

Es un discurso…

Sí. Y ahora veremos los otros dos: inmigración valiente que levanta el país y pequeña burguesía mezquina y horrible.

A ver. Una película siempre se construye a base de un conflicto. Si ahora me preguntas si quiero comedias románticas, te diré que no, que quiero hacer comedias dramáticas. Esto significa que, si tienes sentido del humor, que te rías, pero que yo explique un conflicto. Las películas que han salido ahora son hechas por unos guionistas que parten de un conflicto. También tuvo mucho éxito Barcelona, nit d’estiu, que era una comedia muy divertida de Dani de la Orden. Pero a mí me encantaría producir una buena comedia dramática, que la gente lo pasara muy bien, pero con conflicto detrás. Todos los guiones que me llegan, como la mecánica es de enfrentamiento, de confrontación del protagonista con el antagonista, las grandes dificultades… Es el esquema básico desde Aristóteles. Y no salimos de ahí.

Sí, pero aquí ahora los protagonistas son los campesinos y los inmigrantes, y los antagonistas, la funesta burguesía habitual.

En Casa en flames, no.

Ah, ¿no? ¿No es una familia de la pequeña burguesía?

¡Noooo! Yo no creo que sea una familia burguesa. Las familias burguesas en este país hablaban todas en castellano.

¡Vaya! Hablamos de la burguesía pequeña y mediana, no de la gran burguesía.

Una mediana burguesía que, en lugar de decir mamá, que es lo que decía la burguesía, dice mama. A mí me ha gustado mucho el guion de Edu [Eduard Sola]. Una película siempre busca la verosimilitud. Busca la credibilidad. Cuando hicimos Pa negre teníamos la obsesión de que esos niños fueran de la plana de Vic y parecieran de los años cuarenta. Fuimos a cien escuelas a buscarlos. Niños que no hablaran el catalán de Barcelona, que hablaran el catalán de campo. Por eso cuando se pelean dicen: “Truja, más que truja!”.

Siempre he pensado que uno de los éxitos de Pa negre fue la credibilidad que tenían los personajes para entender lo que habían sido los años cuarenta. El 47 tiene mucha credibilidad. Casa en flames es impecable de guion. Pero ahora no quiero discutir, porque eso son opciones. A mí Dani de la Orden me encanta cuando hace comedia. Y Casa en flames es una película que ojalá hubiera cincuenta. ¿Me entiendes? Yo bailaría sobre un pie. No sabes cómo estábamos esperando el éxito de Cannes de la última de Carla [Simón]. Cada vez que hay un éxito es una alegría. Hemos luchado tanto tiempo por un cine normal, que, cada vez que nos acercamos a la normalidad… Y este verano ha sido la bomba. ¿Me entiendes?

O sea, que ya le está bien la concepción del mundo que proyectan…

No. No es que me esté bien. Ojalá me llegara un guion fantástico de comedia. ¡Ojalá! Que se burlara de… ¡Me da igual!

¿Cree que esos guionistas que decimos entienden la generación de su padre, el activismo de Ermengol Passola, de Josep Espart Ticó y tantos otros? ¿O los dejarían mal?

¡Eran muy valientes, eh!

¡Y tanto! Pero yo no le digo eso. También eran pequeña burguesía…

De entrada, los que yo conocí eran muy poco políticos, eran muy activistas. Sobre todo, defendían la lengua. Y la defendían poniendo dinero…

Pequeña burguesía catalanista y activista…

Bueno, tanto da, porque, en lugar de comprarse grandes coches, ponían dinero en la cultura. y después, los que yo conocí con mi padre eran de una naturalidad, de una humildad… Mi padre era íntimo amigo de [Paco] Candel. Y cuando digo íntimo amigo lo digo de verdad. Yo iba a casa de Candel cuando era pequeña en Navidad y cantábamos canciones con sus hijos. Los peces en el río y el Fum, fum, fum. Mi padre y Candel… Siempre lo explico. Mi padre tenía muy claro que la inmigración debía entrar al país, hacerse suyo. Y viceversa. Teníamos que hacer un abrazo conjunto. Por eso cantábamos los villancicos de unos y otros.

Isona Passola, productora, guionista y directora de cine. Barcelona 26.05.2025 | Mireia Comas
«La gente como mi padre se preocupaba más por lo colectivo que por los intereses personales» | Mireia Comas

Pero esta gente como su padre no aparece en El 47.

Hombre, la monja, Clara [Segura], ¡nada mal…

La monja no es exactamente un ejemplar de la pequeña burguesía…

Podría ser una pequeña burguesía de esas que iban a hacer obra social. Había mucha, porque vivían el Concilio Vaticano II y había mucha parte de esta burguesía que había asumido el mensaje. Eran unos momentos en los que los sacerdotes cedían las iglesias para hacer asambleas. Esa era una iglesia catalana, una parte muy importante, que estaba al servicio de la causa de la igualdad con las clases más desfavorecidas. 

Por eso le digo que echo de menos un retrato –lejos de los estereotipos en los que nos movemos en los últimos años– de esta burguesía catalanista, antifranquista y abierta al mundo.

Era una gente a la que importaba más lo colectivo que lo personal. Tengo muy clara la imagen de mi padre. Le importaba muy poco figurar. Quería hacer trabajo. Hicimos un acto en el Ateneu en su memoria donde quedó más gente fuera que dentro.

¿Se merece esta gente una interpretación cinematográfica de lo que hicieron? ¿Tenemos constancia solo a través de versiones mezquinas?

Tampoco creo que podamos hablar de una visión mezquina, pero es verdad que no se les ha reconocido lo suficiente. A mí me encantaría, por ejemplo, que hubiera una calle dedicada a mi padre. Por favor, montó toda la Nova Cançó, montó La Cova del Drac, montó revistas en Sant Boi, se iba a la Feria de Abril con Candel a repartir panfletos explicando qué era Cataluña. Me encantaría, claro, que se le hubiera reconocido más. También estaría muy bien, por ejemplo, una película explicando la Nova Cançó, la censura… Todo eso. Se deben elegir temas fuertes. Què volen aquesta gent es una película. Hay lucha, hay conflicto…

El cine catalán tiene que elegir mucho, porque tiene pocas oportunidades de producción…

Claro, aquí hay pocas oportunidades. Y luego pasa una cosa que a mí siempre me ha sabido muy mal. El cine tiene un poquito más de cien años y durante estos años Cataluña ha vivido una dictadura, una guerra, otra dictadura… Cuando se han construido los cines nacionales, en Cataluña recibíamos por todos lados. Y eso significa que no bebemos de la tradición. Esta es una discusión que había tenido muchas veces con Agustí Villaronga. Le decía: “No hace falta que inventemos un cine copiado del de Hollywood. Tomemos a nuestros clásicos. Hagamos Blai Bonet, hagamos Joan Sales y hagamos Emili Teixidor. Porque no tenemos los referentes cinematográficos que han tenido las cinematografías que comenzaron con libertad y construyeron su propia tradición.

Cuando nos hemos puesto a hacer cine no podíamos beber de la propia tradición. Teníamos incorporada la tradición española muy poco, porque, salvo Carlos Saura y Luis Buñuel, solo había el cine de barrio que a los catalanes nos importaba muy poco. Pero sí que estábamos muy influenciados por el cine francés, que era muy experimental. Vivimos todos esos corrientes y creamos la Escuela de Barcelona y toda esa tropa, que tuvo una continuidad con José Luis Guerín, el primer Villaronga… Nos deslumbraron más con la experimentación francesa, con la Nouvelle Vague. Y era eso o Hollywood. Nos hemos aferrado también a algo que ha tenido mucha tradición, a través de la influencia del Festival de Sitges, que es el género fantástico. Hemos tenido grandes creadores. El género fantástico circula mucho por el mundo. ¡Y es un género!

Otro gran género, el épico, aquí es impracticable. Son producciones muy caras. ¿Dónde está, por ejemplo, la gran película de Jaime I o la de los almogávares? Todas las grandes cinematografías tienen…

¡Es que yo no me metería con cuatro duros! Para abordar una película así… Mira, Villaronga se fue a hacer una película de Faisal II que le pagaron los Emiratos Árabes. Tuvo un presupuesto de once millones de euros. Cogió a unos especialistas y montó unas batallas por el desierto… ¡Once millones, once! Rodando con buenos especialistas, con caballos, con no sé qué… estaba absolutamente encantado.

Es como se hacen estas cosas…

Sí. Así se deben hacer. Además, debes tener un guion muy potente. Esto no se puede hacer de cualquier manera. Si haces épica, haces épica. Yo hice una película de dibujos animados sobre los almogávares que se llamaba Despertaferro. Fue la primera que hice y fue por todo el mundo, tuvo premios… Esos dibujantes eran buenísimos. Eran de El Jueves, El Papus… Fue algo divertidísimo. Yo les leía las crónicas de Ramón Muntaner mientras ellos dibujaban bebiendo cubalibres. Dibujaban todos los animalillos, los almogávares, Roger de Flor… Fantástico.

¿Quién sabe ahora quién fue Roger de Flor?

En todo caso, ellos hicieron unos personajes fantásticos. Me gustaría volver a estrenarla. Era… Recuerdo que tomaron los fondos del Gaudí, el dragón del Gaudí, el niño que subía sobre el dragón y cruzaba todo el Mediterráneo buscando a los almogávares… La presenté en Neci y cuando la llevé a Cannes apareció Arte y pude hacer tres películas con ellos. Cuando vi que no podíamos abordar una película épica con personajes reales recurrí a unos dibujantes extraordinarios, que en eso sí que éramos punteros. Además, los dibujos de la película Yellow Submarine se habían hecho en Barcelona. Cuando vi eso pensé: “¡Ostras!”.

Barcelona siempre había sido un gran centro de producción de dibujo animado, con precursores como Artur Moreno, que hizo la primera película europea en color… Ahora es demasiado caro hacer estas películas de animación. Piden grandes presupuestos y empresas potentes…

Pero se van haciendo. Ahora las máquinas lo hacen todo, pero en aquella época, cuando produjeron Despertaferro, todo se hacía a mano. ¡Era taaaan bonito! Esa película tuvo un éxito de público arrollador.

Isona Passola, productora, guionista y directora de cine. Barcelona 26.05.2025 | Mireia Comas
«Me pareció que hacer ficción con actores reales era mucho más fácil que hacer animación» | Mireia Comas

¿Cómo es que no repitió?

Pasó algo. Me pasé tanto tiempo… Me pareció que la ficción con actores reales era mucho más fácil. Y cuando Arte me buscó para hacer más dije que sí. Y sobre todo, pasé la antorcha a la productora de las Tres Mellizas. Vinieron a preguntarme cómo se hacía eso y les di nombres. Ellos hicieron las Tres Mellizas y yo, encantada, porque eso también fue un éxito de país importante. Con los franceses, que saben mucho, pude trabajar con presupuestos. Rodé en Tahití, en Bulgaria… Me llevé a Villaronga, a Garay, aprendimos mucho… Cuando volví hicimos las grandes películas.

¿Usted mira con cierta resignación la gran concentración de la industria audiovisual que ha habido en Madrid en estas últimas décadas? Es una concentración casi absoluta, hegemónica. Plataformas, televisiones, productoras, publicidad… todo ha ido a parar allí. Las cifras de 2024 son fulminantes: 1.450 producciones, entre cortos, largometrajes y anuncios. ¿Estamos condenados a la residualización?

Yo no lo miro así. Quiero saber qué pasa con el hub audiovisual de las Tres Chimeneas…

El proyecto que han bautizado como Catalunya Media City…

Es que, si miras toda la creatividad de esas 1.450 producciones que se hacen en Madrid, si miras quién las hace, los actores, los técnicos, los directores…, hay muchos catalanes. Muchos.

Ese es el problema. ¿Dónde tienen que buscarse la vida?

Aquí se debe hacer una opción. Estamos mejor comunicados que Madrid, tenemos en muy pocos kilómetros cuadrados una diversidad brutal para hacer series, tenemos los actores, tenemos los técnicos… ¿Qué nos falta?

Una industria audiovisual fuerte, que se ha concentrado en Madrid…

Nos falta que Netflix venga a Cataluña. El día que Netflix diga que viene a Cataluña…

Tuvimos una oportunidad con Mediapro, que ató un acuerdo con Netflix y al final anunció que haría los platós en Madrid… Todas las propiedades sucesivas de Antena Tres TV han sido catalanas, y todas han emitido y producido desde Madrid…

Sí. Ya lo sé. Creo que llegará un momento en que aquí encontraremos nuestro espacio. Ahora prefiero no hacer valoraciones negativas. ¿No podemos competir con Madrid? No lo sé. Posiblemente ahora no podemos hacerlo en eso, pero competimos en otros ámbitos. Creo que este país tiene una capacidad creativa, de formación, artística, muy potente. Solo nos falta que alguien quiera desplazarse y hacerlo aquí. Ahora, tenemos un problema de espacio, porque esto se debe hacer cerca de la capital. En Madrid es fácil con la Meseta a tocar… Hay más condicionantes importantes que se deben valorar. ¿Dónde haces platós aquí en este momento? Estamos todos locos por no ir a rodar a más de una hora lejos de Barcelona. Porque, si vamos a rodar a más de una hora lejos, perdemos demasiado tiempo en viajes. Tenemos una ciudad comprimida entre el mar y la montaña y dos ríos. En Terrassa ahora harán un superplató. Eso nos viene muy bien porque llegamos con el tren de Sarrià, que no es la Renfe y no falla nunca. Ya veremos. Yo tengo confianza. Creo que todo esto acabará cayendo por su propio peso.

¿El gobierno actual lo entiende? ¿Ayuda?

El gobierno en cultura es continuidad del gobierno anterior, que es quien impulsó el proyecto de las Tres Chimeneas, y quien hizo otra cosa interesante, que fue involucrarse en el ámbito del videojuego.  Aquí sí que se abría una oportunidad, porque tenemos gente muy buena que trabaja en ello. La iniciativa me pareció muy inteligente. No se trata tanto de competir, sino de buscar nichos. Espero que la actual conselleria de Cultura, que ha buscado la continuidad con la anterior, mantenga estas prioridades. Creo que lo harán bien.

El cine ya no se estrena en salas, el cine se estrena en plataformas. Pero, a pesar de eso, usted se ha quedado con unas salas en Barcelona, las del Texas…

¡Y van muy bien!

Ventura Pons sufrió mucho allí.

Ventura Pons no sufrió tanto. Tenía unas colas impresionantes.

No es lo que decía él.

Al final, al final. Durante un tiempo le fue muy, muy bien. Nosotros tomamos esas salas, que, por cierto, yo solo inspiro. Las ha asumido mi hijo y un equipo de gente muy joven y muy potente. Hay que dar la iniciativa a esta gente joven, que se involucran como locos.

Isona Passola, productora, guionista y directora de cine. Barcelona 26.05.2025 | Mireia Comas
«El cine en salas todavía tiene sentido porque yo veo las colas» | Mireia Comas

¿El cine en salas todavía tiene sentido?

Todavía tiene. Lo sé porque veo las colas. Y me fijo en el tipo de gente que valora el cine en salas, que las llena. Se lo pasan muy bien. Durante unos momentos son cautivos de la proyección, no están pendientes de las redes ni del móvil. Lo oyen bien, lo ven bien. Hay una transparencia, una calidad, en las pantallas, en el sonido… Los espectadores quedan sumergidos en lo que es la película, la comparten… A los jóvenes les gusta mucho compartir. Ríen juntos cuando hay que reír, pasan miedo cuando hay que pasar miedo. Salen, y, como en el Texas tenemos un bar que funciona muy bien, se encuentran los que salen del teatro y los que salen del cine, y todo el mundo habla de cine y de teatro. Se encuentran, además, los actores del teatro en vivo, que acaban de ver…

Cuando antes se ha referido a Albert Serra hablaba de minorías. ¿Esto no son minorías también?

Mi idea –y ya la he comenzado a trabajar– es hacer una red de cines Texas, con películas en versión original catalana o subtituladas en catalán, por todo el país. De la misma manera que en la Acadèmia del Cinema abrimos el ciclo Gaudí de cine en catalán en siete pueblos y ahora se hace en ciento treinta y siete, la idea replicar el modelo Texas.

¿Pero ahora ganan dinero?

El primer año no se han perdido. ¡Esto es muy importante! Abres unos cines después de la covid y que todo el mundo lo ve todo en plataformas con dos salas y esto te funciona… Es verdad que había cuatro, de salas, pero yo fui a buscar a mi amiga [Anna Rosa] Cisquella y le dije: “Hagamos también un teatro y busquemos un modelo de centro cultural donde dé gusto ir. Con un bar que sea importante. Busquemos que la gente se encuentre, se vea, se toque, se respire… Hagamos este modelo”. Salíamos de un modelo en el que la gente estaba muy encerrada en casa. Miremos cómo hacer que salgan. Esto también pasaba aquí en el Ateneu. En las tertulias de repente vemos cómo los jóvenes se apuntan. La gente debe respirar, debe poder tocarse. Esto, debemos recuperarlo. El Texas lo ha recuperado de una manera muy bonita, intergeneracional.

La idea que tenemos en la cabeza y en la que estamos trabajando, con la participación, según parece, de la Generalitat, es expandirla. Recuerdo al principio que las majors no me dejaban subtitular no sé qué película con la excusa de que solo había una sala en Cataluña que la quería. Tomé la cartelera, comencé a llamar a los cines y me salieron cincuenta y cinco. Uno a uno. Los llamé a todos y aún me respondían, porque, como había sido presidenta de la Acadèmia del Cinema, me conocían [ríe]. Encontré cincuenta y cinco. Fui a la Generalitat, al nuevo departamento de Lengua, y les dije que tenía cincuenta y cinco. Me dijeron que eso era “un cambio de paradigma” y les pregunté qué podíamos hacer con ello. Porque esta no es una cosa que yo pueda hacer. Ahora parece que prepararán una normativa que facilitará esta red de cines en catalán, que se pueda replicar el modelo del Texas. ¡Esto es lo que tiene sentido!

Ventura Pons se la jugó y llevó una de sus salas a Valencia…

Sí.

Creo que no le salió bien la jugada…

No, porque Valencia es una situación mucho más compleja.

Pero él lo intentó…

Es muy diferente cuando yo llamo a Vic o a Vilafranca o a Granollers o a Girona.

Obviamente.

Y sobre todo, hay algo que es muy importante, que es estar presente. Creo que para que algo funcione debes estar muy encima. Debes encontrar un grupo entusiasta, un equipo muy bueno. Encontrar un buen equipo es la clave.

De acuerdo, pero ¿lo intentará de nuevo en Valencia o no?

¡Ay, Valencia! Queridísima Valencia. ¿Qué quieres que te diga? No te digo que no porque en aquel momento estaba Toni [Antoni Llorens], que hace mucho tiempo que no veo, que tenía el Albatros y tenía el otro, y que hacía muchas cosas de aquí y lo mezclaba. Había encontrado el término medio. Cuando lo intentó Ventura e hizo todo en versiones originales subtituladas en catalán no se salió, pero es que Ventura ya estaba muy solo. Tampoco se salió en Figueres. Ya era muy al final, era mayor, había caído de la bici… Se juntaron una serie de coincidencias que hicieron que él no fuera él. Pero puedo decir que no he tenido ningún problema cuando he llamado a los cines de Cataluña. Si el modelo va bien, por lógica se expandirá a las Islas e incluso a la Cataluña Norte, donde ahora están haciendo Ciclo Gaudí. En Ceret, en Arles, en tres o cuatro pueblos más, pasan el Ciclo Gaudí, y lo han pedido ellos. Eso aún lo viví yo desde la Acadèmia. Y lo sigo, porque me hace mucha ilusión. Cada vez que tienen un pueblo nuevo, me avisan. Se debe crear un equipo con ilusión, que crea en ello y que luche por ello. Eso ha pasado en el Texas. Cuando veo el equipo que lleva el teatro, que son jovencísimos, y todo el equipo del cine y del bar. Veo eso y pienso: “¡Ostras, qué bien!”. Cada lunes lo miramos y lo revisamos…

Es decir, que, aunque lo lleva su hijo, usted está.

No, no. Puedo decir que por primera vez en la vida no lo hago. Estoy muy detrás en el Ateneu y en la productora. Por primera vez en la vida me he involucrado en un tema que otros llevan muy bien. Los felicito constantemente. Y no es porque sea mi hijo. Tiene un equipo de gente fantástico. Desde las taquilleras hasta el bar. Los del teatro hacen una programación que no para de llenar.

¿Se mira las subtitulaciones que paga la Generalitat y que pasan las plataformas, como Movistar o Netflix?

Tengo muchos disgustos. Hemos pasado del control hiperrígido de la época de TV3 al no control. Pero, además, pasa una cosa, y es que la gente habla muy mal. No solo de estructura sintáctica, sino que ahora se ha puesto de moda no tener dicción, porque así queda más natural. Cuando hago una película me hace mucha gracia –y, además, estoy medio sorda de una oreja–, porque me dicen: “Ven, ¿lo oyes o no lo oyes?”. No lo oigo. Vale, repetimos en el estudio lo que no se entiende.

¿Cómo es que el cine catalán –siguiendo el modelo español– cuando graba exteriores sonoriza tan mal? Los estadounidenses lo pasan después todo por estudio…

Cuando yo comencé a hacer cine se hacía todo por estudio. Ahora hay esta idea de la verosimilitud, de la credibilidad…

Pero si no se entiende qué dicen…

¿Los americanos lo hacen todo en estudio? ¿Sí? Porque tienen esos superestudios. Yo he rodado en Bulgaria en unos estudios del Este que… ¡Buá! Había caballos, toda una sala de pelucas, todas las salas de vestuarios y luego, donde montamos una película de Garay que se llamaba Els de davant llovía, nevaba, de todo… Es decir, cuando tú tienes unos estudios de muchísimos metros… El otro día vi en no sé qué programa las calles de Nueva York reproducidas exactamente dentro del Universal Studio. Cuando tú tienes un espacio muy grande puedes hacer todo en estudios. Y espérate ahora con la inteligencia artificial. Nosotros retocamos algunas cosas hechas en exteriores, pero en principio en Cataluña hay equipos de sonido buenísimos.

A menudo parece mentira… Usted en 2014 produjo el documental L’endemà. ¿Qué se ha hecho de aquel mañana de una Cataluña independiente?

Hice dos. El primero, Catalunya-Espanya. Poner el pie. ¿Qué opinan unos y otros? Tuvo un éxito tan impresionante… ¡Yo no me lo imaginaba! La gente aplaudía al final de las sesiones. Entonces, cuando se comenzaban a preparar los ánimos para ir a votar, dije: “Muy bien, ahora haré un crowdfunding para hacer otro”. Fue el crowdfunding que recaudó más dinero de toda Europa. Algo brutal. Hubo 8.000 personas que pusieron dinero para hacerlo. ¡Tú estabas! ¡A ti te entrevistamos también! Cogí a la gente que ha pensado el país para que expliquen cómo podría ser. Cerré una fábrica y entrevisté a todo el mundo. Cuando lo terminamos, había días que tenía dos o tres eventos. Lo presentaba en un lado, hacía el debate en otro… Recorrí todo el territorio. Había un entusiasmo…

Y mire cómo ha acabado la cosa… ¿Qué ha pasado?

No ha salido bien. No se calibraron bien las fuerzas. Una cosa es el entusiasmo y la ilusión de la población, de una parte muy importante de la población, y otra contarse. Nos hemos podido contar gracias a eso, ahora ya sabemos cuántos somos. Una cosa es ir diciendo “la gente, la gente, la gente” y otra, contarse. Al menos tenemos constancia de que hay dos millones que saben qué quieren. Después hay gente que no quiere lo mismo, gente que quiere pasos intermedios y gente que se opone frontalmente. Esta es la realidad del país que tenemos.

¿Los dirigentes políticos, el gobierno, estuvieron a la altura de la gente?

Yo creo que son tantos años de recibir golpes, que la ilusión mató el realismo. Los políticos se creían de verdad que era posible.

¿Se lo creían de verdad? ¿No piensa que aguantaron hasta donde pudieron para no bajarse del carro y dejar a los demás llevándolo solos?

Todas las interpretaciones son posibles, pero que había partidos que se lo creían de verdad y que se dejaron la piel, yo, eso, lo creo. Después se encontraron con que no habían calibrado bien la jugada, con unas circunstancias en las que el Estado era el Estado, y es el Estado que es y hace el juego sucio que hace… Se creyeron demasiado la idea de Zapatero [José Luis Rodríguez Zapatero]. ¿Sabes a qué me refiero? De Zapatero, solo ha habido uno y, además, se cargaron el Estatuto…

A ver, yo no creo en la unilateralidad en estos momentos. Creo que hay una España negra muy profunda que aún no se ha limpiado. Hay unas fuerzas que, a base de pactos, como que todas se necesitan unas a otras, pueden llegar a derrotarla y a hacer leyes que permitan llegar más allá.

Yo recuerdo que cuando estaba en la vicepresidencia de la Federación de Productores de España, cuando votábamos los valencianos, los gallegos, los andaluces, los vascos… Cuando votábamos todos ganábamos las elecciones. Gracias a eso conseguimos que con menos dinero de recaudación, si era en catalán, en vasco o en gallego, una película tuviera las mismas subvenciones que una película española. Me parece absolutamente imprescindible que lo que es la periferia peninsular y los progresistas, que solos ya ven que no se deshacen de la España negra, como que se necesitan, acaben pactando, llegando a fórmulas pactadas. Ya sé que ahora todo el mundo me dirá “oh, oh, oh!”… ¡Hombre! Visto lo que ha pasado… Creo que estamos en una etapa así. Además, estamos en una etapa muy bestia, de globalización, de redes… Los jóvenes, por ejemplo… la desinflada de los jóvenes es tremenda. Porque no tienen vivienda, porque no tienen recursos… Yo los veo, eh. Mi hijo estudió políticas y yo los escucho, los siento, y tienen unas necesidades mínimas para seguir adelante. Según qué planteamientos hagas, no los seguirán. Este país, en el fondo, es un país muy acomodado, donde se vive muy bien. Por eso todo el mundo quiere venir a vivir aquí, ¡caramba! Para hacer una revolución, una ruptura, debes estar dispuesto a todo, no debes tener nada que perder.

Todo el mundo tiene algo que perder…

Aquí, afortunadamente, por suerte nuestra, estamos en Europa… Esta es una ciudad donde todo el mundo quiere venir a vivir… ¡Caramba! Pides que toda esta gente que tiene muy claro que un país independiente sería aún mucho mejor esté dispuesta a perder algo… ¡Seamos realistas!

Eso, lo podían haber pensado antes.

Sí, claro, pero las cosas… Pero en aquel momento el entusiasmo era tan enorme… Se respiraba por todos lados y parecía que todo era posible. Aparte que el país no era solo esta gente…

Haberlo pensado antes…

Sí, haberlo pensado antes. Y después, cuando se tocan los vínculos emocionales de las personas… ¡Ostras! Eso tocaba el corazón a ambos lados. Y cuando tocas corazón a ambos lados… ¡Eso es muy importante, eh! Eso no son datos objetivos…

Una de las partes tenía corazón, sí, y un Estado fuerte detrás.

Un Estado fuerte y muy tramposo. Ir con la flor en la mano sale muy caro. Muy tramposo… Ha salido un Pegasus y más que saldrán. Los tomamos un poco por sorpresa, pero no nos chupamos el dedo, eh. Una segunda vez no los tomará por sorpresa. Venga hacer chistes con los piolines, pero…

¿El pacto con la izquierda española, con la España pretendidamente progresista, puede llegar lejos?

En estos momentos me cuesta mucho ver otro camino, eh. Me cuesta mucho. Me encantaría que hubiera, como en el cine, plan A, plan B, por si llueve, encontrar un refugio, plan C… Me encantaría tener estos planes y poder elegir, pero no tenemos tantos…

Isona Passola, productora, guionista y directora de cine. Barcelona 26.05.2025 | Mireia Comas
«Yo creo y he creído siempre que la sociedad civil catalana ha construido un Estado» | Mireia Comas

Acabamos con el Ateneu. ¿Le ha gustado esto de presidirlo, eh? Se ha presentado por segunda vez a las elecciones…

Me ha gustado para hacer cosas. Yo no me he presentado para presidir la docta casa que dicen, eh. Me he presentado con un equipo extraordinario, porque tengo gente de primer orden en la junta, porque tenemos un proyecto, también replicable en otros ateneos. Debemos hacer algo que los ateneos pueden hacer muy bien, que es crear vínculos con los nuevos catalanes y con la gente llegada de fuera. Estos días he estado en casa con unos marroquíes que vivían en Francia y que se han ido porque allí no se crean vínculos. Tienen escuelas, tienen viviendas, tienen no sé qué, pero no se mezclan. Cataluña, de momento, tiene la sociedad civil más potente del sur de Europa, sin ninguna duda. Dos millones de personas inscritas en entidades culturales, sociales o deportivas. Claro que de esos dos millones algunos trabajan en dos o tres lugares a la vez, pero eso es mucha gente.

Yo creo –y lo he creído y lo he predicado siempre– que la sociedad civil ha construido un Estado, basándose en la cultura básicamente, al margen del Estado, asociándose. Buscando lazos fuertes. Ante el gran reto que tenemos ahora, que es una migración masiva –que sí, que se debería legislar mejor– y que en plena globalización está absolutamente conectada con sus países de origen y con quien cuesta mucho de establecer vínculos, me gustaría mucho crear un modelo de ateneos –tenemos 207 federados en Cataluña– que puede lograr atraerlos. Lo llamamos el Club de Catalán. Solo abrirlo se han apuntado 150 personas, todos extranjeros. Vienen aquí, no a aprender la gramática o los pronombres débiles, que también, sino, sobre todo, a relacionarse en catalán.

Tenemos un proyecto, que comenzó por Sant Jordi, que crea unas mentorías para vincular a esta gente a las actividades del Ateneu. Estas mentorías ahora los irán introduciendo en las 33 tertulias, en las trece secciones que tenemos. Además de la Escola d’Escriptura –donde, poca broma, tenemos 1.500 personas–, nos gustaría hacer una de cultura catalana que permitiera establecer vínculos.

Los ateneos del siglo XIX eran los grandes alfabetizadores del país. Los ateneos que ahora están en lugares donde hay deportes o castellers o cultura popular integran con mucha más facilidad. Este es un ateneo más cultural y trabajamos en otro frente, pero aplicamos todos nuestros esfuerzos en este barrio para integrar. No dejaremos el ateneo de cultura que somos, pero estamos creando una entidad que implique un nuevo modelo de integración. Y eso debe expandirse por el territorio. Ya empiezo a ver caras que no son las arias de siempre. Vamos bien. Me he presentado para ver si este modelo se sale. Debemos mirar cómo acogemos la inmigración para que cada vez no seamos menos los que hablamos catalán, los que sentimos la cultura catalana.

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