El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, con toda probabilidad será investido de nuevo presidente del gobierno español la próxima semana. Pero le quedará una legislatura donde tendrá que hacer frente a la presión y el discurso de una derecha sublevada y a la espada de Damocles que tiene el independentismo en las manos, si los socialistas no cumplen los acuerdos subscritos en los acuerdos firmados, por un lado, con Esquerra y por la otra, con Junts. Además de la negociación prevista durante toda la legislatura para afrontar el conflicto político entre Cataluña y el Estado, también tendrá que hacer frente a negociaciones convencionales —por ejemplo para aprobar los presupuestos— con ERC y Junts y con otras formaciones independentistas o al menos soberanistas, como por ejemplo el BNG, Bildu y el PNV, que previsiblemente le apoyarán en el pleno de investidura.

Los pactos de investidura, como se ha visto con las protestas que se han sucedido los últimos días ante la sede del PSOE a Ferraz, y que se han repetido este miércoles por la noche después de hacerse público el acuerdo de Bruselas, han generado un ambiente de revuelta en la derecha y la extrema derecha, que ha salido a la calle a protestar contra la amnistía que el PSOE ha negociado con los independentistas. Unas manifestaciones que han contado con el apoyo de Vox, pero que también han sido impulsadas por los discursos y actos de personalidades próximas al PP como el expresidente español, José María Aznar, con el llamamiento que hizo pidiendo que «quién pueda hacer algo, que la haga», y la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que el sábado se manifestó ante la sede del PSOE.

Estas manifestaciones han ido acompañadas de declaraciones muy agresivas por parte de dirigentes del PP. Sin ir más lejos, horas después de conocerse el acuerdo entre Juntos y PSOE, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha acusado Sánchez de colar «una dictadura por la puerta atrás». «Grandes dictadores se cuelan a través de los parlamentos», ha sentenciado. También ha sido muy hostil la secretaria general del PP, Cuca Gamarra, que considera que el acuerdo supone «deslegitimar» la democracia y es una «infamia política, jurídica y moral».

Feijóo equipara el pacto entre PSOE y Junts al 23-F y ETA

«Estamos ante un desafío a la democracia española que requiere la reacción de los demócratas españoles, sin distinción de ideología», ha proclamado el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. Y ha ido todavía más lejos cuando ha asegurado que las anteriores amenazas a la democracia española han sido, según él, «el golpe de estado del 23 de febrero del 1981, el terrorismo de ETA y el golpe del independentismo catalán el 2017». Para él, el peor es que esta vez «el desafío a los valores de la Constitución es protagonizado por un candidato a la presidencia del gobierno».

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el presidente del PP, Alberto Núñez Feijoo / ACN

Vox ha llegado a decir estos días, por ejemplo, que los agentes de la Policía Nacional tienen que negarse a cumplir «órdenes ilegales», en referencia al que consideran cargas injustificadas contra los manifestantes que han asediado la sede del PSOE. Pero después del pacto entre los socialistas y el partido de Puigdemont, se ha mostrado todavía más contundente a través de su líder, Santiago Abascal, que ha augurado que el Estado español vivirá «un periodo negro en su historia» y ha hecho un llamamiento a una «resistencia civil que será larga, pacífica y firme» y que «solo tiene un final: o el dictador al banquillo de los acusados o los que nos oponemos a este golpe en la prisión».

Una negociación permanente con el independentismo

Además de hacer frente a la deslegitimación de los pactos que persigue la derecha y también a la presión de los jueces, con posicionamientos contrarios a la amnistía de la ‘lawfare’, el PSOE tendrá que hacer frente a la negociación permanente que fijan los pactos logrados con ERC y Juntos. El documento firmado con la formación de Puigdemont incluye un mecanismo de verificación «internacional», que se reunirá antes de acabar el mes de noviembre y del cual ya se han decidido sus integrantes, a pesar de que no han transcendido los nombres, y un compromiso de estabilidad para Sánchez condicionado al cumplimiento de los pactos. “Sin acuerdos, y sin el cumplimiento, la legislatura no tiene ningún recorrido”, ha avisado el presidente al exilio en la declaración que ha hecho en Bruselas para dejar claro que «la ‘a cambio de nata’ ha ido a la papelera de la historia».

Por otro lado, Esquerra incluyó en el pacto la creación de un espacio de negociación entre los dos partidos, que contará con un «mecanismo que tenga las funciones de acompañar, verificar y realizar seguimiento» de todo el proceso de negociación y de los acuerdos a los cuales se llegue. Este «verificador» de «prestigio reconocido» será representante de alguna entidad internacional de reconocimiento mundial. Además de este seguimiento constante de la evolución de los acuerdos con las dos formaciones independentistas, el ejecutivo que presidirá Pedro Sánchez también necesitará la mayoría de la investidura, por ejemplo, para aprobar los presupuestos del Estado, y en esta mayoría habrá ERC y Junts, pero también el BNG y, previsiblemente, Bildu y el PNB.

El presidente de ERC, Oriol Junqueras, y el ministro de la Presidencia en funciones, Fèlix Bolaños, este jueves en Barcelona / Europa Press

La capacidad del independentismo de presionar

El PSOE y Pedro Sánchez han ganado tiempo con los acuerdos que han cerrado, pero si quiere estar cuatro años a la Moncloa, por no perder la mayoría construida tendrá que hacer durante cuatro años concesiones a los independentistas, que tendrán más o menos fuerza dependiendo de la estrategia que usen para lograr los hitos que se han marcado. A estas alturas parece bastante difícil, por no decir imposible, que ERC y Juntos pueda pactar una estrategia conjunta a pesar del llamamiento a «coordinar estrategias» que ha hecho este mismo miércoles la portavoz de ERC, Raquel Sans.

Puigdemont no ha transmitido la idea que sea una opción que esté sobre la mesa. En su intervención ha criticado la estrategia de los republicanos a Madrid durante los últimos cuatro años porque Pedro Sánchez «arrancó con la estabilidad garantizada al bolsillo» y, además, ha criticado algunos acuerdos como el traspaso «integral» de Cercanías porque, según él, es un traspaso «que se queda a medias». Hace cuatro años era Junts per Catalunya quien reclamaba a los republicanos unidad de acción en Madrid, pero ahora se ha girado la tortilla y son los de Oriol Junqueras los que la piden.

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