El caso Santos Cerdán, que ha provocado la peor crisis del gobierno de Pedro Sánchez desde que llegó al poder hace 7 años, es el último caso de corrupción que ha salpicado la política española, que acumula un largo historial de casos desde la Transición y el inicio del bipartidismo. De hecho, la entrada del que hasta hace poco era el número tres del PSOE en la prisión de Soto del Real se ha convertido en el último capítulo de la serie de políticos de alto nivel que acaban entre rejas de forma provisional por orden de un juez por un asunto de presunta corrupción. Cerdán se suma así a ministros como Eduardo Zaplana, altos cargos como Rafael Vera o políticos autonómicos como Francisco Granados o Ignacio González, que pasaron tiempo entre rejas mientras la investigación contra ellos estaba en marcha.
Los casos de corrupción u otras ilegalidades afectan de forma cíclica al PSOE y al PP, los dos principales partidos españoles. Tanto es así que la última legislatura de Felipe González estuvo plagada de casos de gran magnitud: desde la guerra sucia contra ETA con los GAL hasta tramas de financiación ilegal del PSOE (Filesa) o el caso Roldán, quien se enriqueció de forma ilícita cuando dirigía la Guardia Civil. Más contemporáneos son casos como Mediador, Mercuri o Pretoria o los ERE de Andalucía, pero todos estos son de ámbito más local. Y el PP ha estado involucrado en numerosas tramas de corrupción desde el año 2000, muchas de gran envergadura a escala estatal, autonómica y municipal. Destacan especialmente los casos Gürtel, Púnica, Bárcenas (caja B del PP), Lezo y Taula.

Analistas consultados por El Món señalan que hay una gran dificultad para medir el grado de corrupción en el estado español, pero manifiestan que esta práctica viene de lejos, de la entrada de los Borbones en España en el siglo XVIII. Asimismo, señalan que uno de los factores clave que explica esta corrupción continuada es que el costo por esta actividad delictiva no es lo suficientemente alto y manifiestan que el abuso de poder para conseguir un beneficio personal se ha convertido en un «deporte nacional».
Ver ‘El Padrino’ para entender España
«Para poder entender España, se debe entender un poco la película El Padrino, porque todos deben estar dispuestos, en un momento determinado, a participar de negocios ilegales y, en el momento que intentas desvincularte de los negocios ilegales para entrar en una dimensión ética, básicamente te destruyen», expone el escritor e historiador Xavier Diez, colaborador de El Món. Además, manifiesta que «la Transición está detrás de todo esto». Pero aún va más allá en el pasado y apunta que la llegada de los Borbones a España en el siglo XVIII propicia «un centralismo brutal que, además, requiere la corrupción». «Es decir, esta idea de que los ganadores de la Guerra Civil, se reparten el poder y, además, Franco, como jefe de una importante red corrupta y mafiosa, mantiene su hegemonía y su poder dejando robar a las diversas familias a base de bien», resume para referirse ya al siglo XX. «Robar no solo desde el punto de vista de la corrupción, o desde el punto de vista económico, sino también desde el punto de vista de saquear la república a través de los diversos monopolios de la electricidad, del agua, de los ferrocarriles, y también poniendo gente muy fiel a hacer de poderes fácticos en la diplomacia, la judicatura, el ejército y la policía», añade.
La corrupción se detecta poco y se castiga menos
Pilar Sorribas, profesora del departamento de Economía de la UB e investigadora del Instituto de Economía de Barcelona, explica que los factores determinantes que llevan a un individuo a cometer un acto de corrupción es valorar el beneficio que puede extraer y cuáles serán los costos, y señala que España está por encima de la media, según encuestas, porque «o bien no se detectan todos los casos y/o el costo vinculado a ser corrupto no es lo suficientemente alto». «La probabilidad de que se detecte o no, el costo económico que luego implica cuando se detecta y el costo moral» son los tres factores principales que hacen que se perpetúe la corrupción.

Juan Carlos Monedero, profesor de Ciencia Política de la Complutense de Madrid y fundador de Podemos, explica que en la historia de España «no se ha construido una esfera pública virtuosa, una idea de nación con los valores que llamamos republicanos, en referencia al bien común, la virtud pública, la responsabilidad y el cuidado de lo común». «En España, la nación la hicieron los reyes y, especialmente desde la llegada de los Borbones, la corte ha sido corrupta, de manera que la idea de nación es igualmente corrupta», afirma. Y remarca que esto ha impregnado la historia de España «de manera evidente los últimos doscientos años». En este sentido, señala que el siglo XIX es «un siglo de corrupción política» y añade que los 40 años de dictadura también son los de «un régimen corrupto», que luego se traslada «desde la misma monarquía del corrupto rey emérito a toda la clase política vinculada al régimen del 78». «Robar en España es un deporte nacional», sentencia.
Josep Costa, jurista, secretario nacional de la ANC, exvicepresidente primero del Parlament y colaborador del Món, insiste en que hay un problema estructural en la financiación de los partidos políticos y en el sistema mismo porque «no se ha cambiado nunca de raíz». «Siempre se han hecho reformas cosméticas y nunca se ha atacado el problema de raíz, que es esta conexión que hay entre la necesidad de los partidos de tener financiación y toda la intervención que tienen los políticos en el reparto de dinero público». «Las redes clientelares necesitan una cantidad de dinero que la rigidez de controles que hay en la administración hace que la forma que tienen los políticos de manejar dinero, saltándose los procedimientos de control internos, es a través de las empresas contratistas», resume.
Los casos se repiten porque las estructuras son las mismas
Monedero también señala que «esto sucede porque las estructuras son las mismas, las empresas son las mismas, y los caminos aprendidos son los mismos». Y apunta que «el modelo del rey emérito se trasladó a los principales partidos del régimen». «Por eso vuelve», manifiesta. Y avisa que «si no se cambia el curso del río, seguirá tomando las mismas curvas».
Costa, por su parte, insiste en que «en el fondo nadie ha tenido nunca un interés real en cambiar el sistema de funcionamiento de todo esto, ni ha habido una ética». «Ahora mismo la ética política está en retroceso», dice, y pone el ejemplo de Estados Unidos, donde «las grandes empresas están comprando al presidente con dinero a plena luz del día y a nadie le parece un escándalo». «Cada vez la polarización política hace que la corrupción no castigue, tanto como había castigado en el pasado», concluye.
Para Diez, la causa principal de que los casos de corrupción se repitan es España en sí misma y piensa que «la única manera de ponerle solución es desmantelar España» porque, según apunta, Madrid ha acumulado un gran poder a costa de vaciar España y saquear las periferias. «Uno de los instrumentos que serviría para desmantelar todo este núcleo corruptor sería destruir la monarquía» e impedir la presencia de linajes familiares, que llevan décadas moviendo los hilos, en los consejos de administración, en la Guardia Civil, en el ejército, en la Iglesia». Pero se muestra muy escéptico de que se pueda llevar a cabo este desmantelamiento o esta descentralización.

Los casos de corrupción afloran por interés
Los analistas consultados, por otro lado, consideran que los casos de corrupción afloran porque hay intereses detrás en la batalla que mantienen desde hace décadas las dos Españas. Es decir, que trascienden por algún objetivo concreto, pero remarcan que nada de esto sucedería si el político de turno no metiera la mano en la caja. Costa expone que los casos de corrupción afloran porque «a alguien le interesa» o por «conjunturas concretas» como por «accidente, venganzas, error, decisiones de partido o luchas internas». «Todo el mundo conoce casos de corrupción y solo los utiliza cuando tiene algo que ganar», sentencia. Monedero va un poco más allá y exterioriza que «es bastante probable que en los casos de corrupción conocidos que afectan al PSOE haya detrás los EE.UU. o Israel», algo que, según subraya, «no quita, según los indicios, que el entorno más cercano a Sánchez ha estado robando».
«No es que se lo hayan inventado, sino que se hace público porque a alguien le interesa más que haya un gobierno del PP», expone, y cree que «esto lo complica todo aún más», manifiesta el fundador de Podemos, que, no obstante, insiste en que «es evidente que si no hubieran robado esto no les pasaría». Xavier Diez, por su parte, lo primero que remarca es que, más que dos Españas, hay «la misma España que se está disputando el territorio» y añade que la España negra, la España ganada de la guerra civil, se está matando porque intenta cargarse a Pedro Sánchez». Y, en este sentido, recuerda que es muy similar a cuando «se cargaron a Adolfo Suárez», porque no hacen o hicieron «exactamente todo lo que ellos querían». Es por eso, que opina que «la derecha se está saliendo del guion».
En el Estado español hay una tolerancia mayor que en otros países
Todos opinan que hay más tolerancia en España que en otros países, pero argumentaciones diferentes. Monedero considera que «todo depende de la cultura política» y cree que comportamientos como los que se repiten en el Estado español son «más difícil -no imposible- en los países nórdicos, en Alemania, donde la esfera pública protestante es más exigente» porque «robar implica un reproche social que lo hace más difícil». Con todo, afirma que «no es un problema del PSOE, del PP, del PNB o de CiU/Junts: es un problema del régimen del 78 que continúa el modus operandi de una España de caciques y oligarcas que, por definición y amparada por la monarquía, es intrínsecamente corrupta». «Y mientras no cambie esta España, habrá partidos que roben, igual que empresarios, reyes, nobles, generales, obispos, rectores, presentadores», concluye. Diez piensa que siempre ha habido tolerancia a este tipo de comportamientos «porque no hemos sido una sociedad democrática nunca de manera plena» y recuerda que las generaciones más veteranas «han vivido bajo el franquismo, donde la corrupción ya era un hecho generalizado y asumido».

Es por eso que Diez considera que la capacidad de escándalo de los españoles «es baja» y critica la «sobreactuación» que hace el PSOE o el PP cuando la corrupción afecta a su máximo rival. «En el fondo, no es en contra de la corrupción, sino un intento de desgastar al otro en esta especie de turno político imperfecto que hay entre conservadores [PSOE] y fachas [PP]». Josep Costa cree que la población «excusa la corrupción de los propios y solo se indigna con la corrupción de los otros», pero esto hace, según él, que «en la práctica se tolere todo» y opina que desde la Transición «ha habido muy poca cultura anticorrupción real. Además, le da la impresión de que «la capacidad de escandalizarse o la tolerancia con la corrupción es un poco impostada» y pone el ejemplo de Estados Unidos y Donald Trump, que se ha cargado «de un día para otro» la cultura anticorrupción. «Es evidente que hay países que no tienen este grado de tolerancia», manifiesta, porque «lo que pasa en el estado español es impensable en países como Inglaterra o Alemania». Con todo, cree que «no es un tema único de España, pero sí peculiar de algunos países».
Los indicadores europeos dejan mal parado a España
Pilar Sorribas argumenta que las encuestas como el barómetro del CIS evidencian que la tolerancia «depende de la afinidad política que tú tengas con el político o partido político que haya estado involucrado en el caso de corrupción». Sin embargo, deja claro que un problema que hay con la corrupción es «la dificultad para medirla» porque «no tenemos estadísticas oficiales que recojan el nivel de corrupción que existe», en el estado español o en cualquier otro país. Es por eso que, según remarca, es necesario recurrir a encuestas que recojan la percepción de la ciudadanía o las que se hacen con expertos. Las primeras se pueden encontrar cuando el Barómetro del CIS pregunta a la ciudadanía sobre los principales problemas. «En España, cuando en el año 2000 estallaron los casos de corrupción urbanística a raíz de la burbuja inmobiliaria, es increíble el porcentaje tan bajo de población que detectaba la corrupción como uno de los principales problemas», recuerda, y detalla que hasta el año 2008 solo un 1% de la población consideraba la corrupción un problema importante. Posteriormente, este indicador aumenta y durante los años 2014 y 2015 hay barómetros donde «más del 50% de la población considera que la corrupción es uno de los tres problemas principales que tiene España en ese momento». Y ahora, en el último barómetro del CIS solo un 11,7% de la población considera que es uno de los tres problemas más importantes.
Aparte del CIS, la experta también explica que hay un Eurobarómetro que pregunta a la población si consideran que la corrupción está muy extendida en su país. En este caso, según datos del 2023, un 88% de la población en España «consideraba que la corrupción estaba muy extendida», una cifra por encima del 70% de media que hay en la UE y solo superada por países como Grecia, Croacia, Portugal, Chipre o Malta. La profesora de la UB destaca que «el resto de países de la Unión Europea estarían por debajo» de España y la percepción más baja se da en Finlandia, con un 13%. Por lo tanto, la conclusión a la que llega es que «la percepción de la población es que la corrupción está muy extendida en el estado español». Además, esta encuesta también concluye que, en el caso de España, «el ítem que se identifica donde está más extendido son los partidos políticos». Un 85% de los encuestados en España dice que los partidos políticos es donde creen que la corrupción está extendida, y la media para Europa es el 60%. Es decir, 25 puntos más. Por otro lado, la Organización Transparencia Internacional elabora cada año un índice de percepción de corrupción. Aquí, según las encuestas de 2024, España está en la posición 16 de 27, y la investigadora remarca que hay 15 países que tienen menos corrupción que España y «estaría por «debajo de la media».