La campaña electoral de las elecciones europeas ha arrancado con la resaca del 12-M todavía viva, con las negociaciones para constituir la mesa del Parlamento de Cataluña en marcha y, en consecuencia, también las de la investidura del futuro presidente de la Generalitat. Dos cuestiones que eclipsan la carrera electoral para las instituciones europeas, que intentan reivindicar la importancia de lo que pasa en Bruselas y Estrasburgo. La realidad es tozuda, y los datos de participación históricos denotan desinterés por parte del electorado. En las últimas elecciones, la participación en el Estado español fue del 60,73%, una rara avis en comparación de los registros bajos de las últimas dos décadas, que bordean el 45% de participación. La misma tendencia que en Cataluña, que el 2019 logró el 60,9% de participación, prácticamente 15 y 20 puntos superiores a los registros anteriores.
La catedrática de Política Europea de la UAB Ana Mar Fernández cree que el electorado percibe las elecciones europeas como unos comicios «de segundo orden», fruto del «desconocimiento del impacto» que tiene la Unión Europea en la vida «cotidiana» de las personas. «Siempre son importantes, porque el Parlamento de la UE es el colegislador. El 60% de las leyes de los estados miembros son leyes de origen europeo. Desde agricultura, a los transportes o la inmigración, la intervención europea es muy amplia. Es el principal legislador de nuestras vidas», apunta el analista. Por otro lado, el director de la oficina del Parlamento Europeo en Barcelona, Sergi Barrera, admite que Europa a menudo ha debatido «temas más técnicos», hecho que ha alejado a la población, pero matiza que el Brexit y la invasión rusa de Ucrania ha «mediatizado mucho» la UE. Un interés que, en casa nuestra, hay que sumar la presencia de Carles Puigdemont, hecho que dio a las cámaras europeas más minutos de informativo. Un caso similar, apunta Barrera, al que ya pasó en España cuando Pablo Iglesias irrumpió el 2014. «Todo ayuda, cuando tienes diputados o diputadas que tienen gran presencia social, evidentemente, sales más en los medios», admite el directivo.

Implicar a los jóvenes en el proyecto comunitario
Los datos, pues, demuestran que la conexión del electorado con la UE no es más baja que la que tiene con administraciones más próximas, un hecho que preocupa tanto a los expertos como las mismas instituciones europeas. En el último spot comunitario, creado por el Parlamento Europeo para animar a los ciudadanos a ir a las urnas, diferentes personas recuerdan el estallido de la Segunda Guerra Mundial y envían un mensaje «a sus nietos y en toda la comunidad europea». La politóloga Ana Mar Fernández lee este anuncio como un mensaje de Europa a los jóvenes, como una manera de decirles «utiliza el voto, vosotros no habéis conocido esto, pero tenemos que trabajar colectivamente para que no vuelva a pasar en Europa, sobre todo ahora que tenemos tantos conflictos abiertos».
En esta misma línea también trabaja la Oficina del Parlamento Europeo en Barcelona, que este año ha iniciado una serie de talleres en las escuelas para acercar las instituciones comunitarias a los adolescentes y jóvenes. «En estas edades, o te conectas o te desconectas, por lo tanto, es importante tratar el voto, educar en la participación democrática», dice Sergi Barrera. El director de la oficina europea admite que los jóvenes «votan menos que los adultos», pero remarca la importancia de acercarlos a las instituciones porque algunos países continentales ya permitirán votar a partir de los 16 años. «Es una tendencia que se acabará implantando y esto nos da a hablar en las aulas», indica Barrera.
En todo caso, desde la oficina analizan con optimismo los últimos datos, remarcando que, en los comicios de 2019, la franja de edad que más aumentó su participación fue la que va de los 18 a los 24 años; 14 puntos más que el 2014. Aun así, los jóvenes continúan siendo los que menos participan en las elecciones, lo cual obliga a una reflexión. «Estamos generando una política llamativa que se agota muy deprisa», opina el director del Instituto de Ciencias Políticas y Sociales, Oriol Bartomeus, hecho que los aleja, dice, de las instituciones. Ahora bien, esto no quiere decir que los jóvenes estén 100% desconectados de la política, remarca el analista; simplemente, puntualiza, son perfiles de «posiciones políticas más fuertes» con una posición «más esporádica» hacia los partidos: en un contexto de griterío y confusión, «se acercan poco y, cuando lo hacen, les dura poco». Ejerciendo la cátedra, el experto amplía: «Las encuestas dicen que los jóvenes son los que más dudan, que deciden el voto cuando se acerca las elecciones. Son votantes rápidos, pero porque viven deprisa, saltan de una cosa a la otra y así viven también la política».
Bartomeus también avisa que es erróneo pensar que la juventud no está preparada para votar, más teniendo en cuenta el interés que demuestra tener por ciertos temas que, a pesar de no formar parte de la dinámica partidista, también son relevantes políticamente. «El concepto de estar preparado es un concepto resbaladizo. ¿Qué es? ¿Conocer a los candidatos? Mucha gente dice que los conoce y en el fondo no sabe quién son. Esto pasa en todas las edades». En esta línea se pronuncia también Sergi Barrera, que en los primeros talleres en las aulas ha detectado que los jóvenes «demuestran interés» y «son europeístas». «Tienen más interés temático por los contenidos europeos que por los de los ayuntamientos, de ámbito regional o estatal. No hay ninguna afección hacia la política institucional, pero, en cambio, sí por las políticas climáticas, las temáticas de género, la inteligencia artificial o la lucha contra la desinformación», detalla el funcionario europeo.

¿El inicio de una nueva etapa?
Si a escala institucional una de las principales carpetas de Europa es la conexión con los jóvenes, en el ámbito estrictamente político-partidista el protagonismo podría recaer en la extrema derecha, que podría ganará peso –esto apuntan las últimas corrientes electorales– en el próximo Parlamento Europeo. La mayoría de expertos ven una tendencia al alza de los partidos ultra en Europa, tendencia que en Italia se ha consolidado con la presidencia del gobierno de Giorgia Meloni o en Francia con la escalada del lepenismo. Un aumento que los expertos vinculan al consumo de información de digestión rápida, incluidas
Todo ello podría abrir una nueva etapa en Europa, dominada hasta ahora con mano de hierro por el Partido Socialista y el Parido Popular europeo. En un momento en que Europa cada vez coge más competencias –de aquí la importancia de estos comicios, insisten los expertos–, la extrema derecha está aprovechando cierto «agotamiento» de la población con la globalización. Según la experta, la extrema derecha aprovecha este cansancio para expandir una «oleada populista» que los impulsa en las urnas: «Hemos empezado una fase más proteccionista, hecho que tenemos que vincular con el crecimiento del populismo. Esto es la extrema derecha, una forma de populismo que dice a la gente el que quiere oír», remarca Fernández, que a pesar de todo cree que esta oleada reaccionaria no será tan grande como para que los dos partidos hegemónicos pierdan el control de las instituciones europeas. Sea como fuere, las elecciones del 9 junio, que tenían que poner a prueba el