El pasado cinco de marzo, el expresidente del gobierno español Mariano Rajoy exclamó en el Congreso: “No tengo conocimiento alguno de la existencia de la llamada Operación Cataluña, ¡ninguno!“. Lo hizo en la comisión de investigación de la cámara baja que busca responsabilidades políticas del operativo clandestino y policial del Estado para luchar contra el Proceso soberanista. En su intervención, además, aseguró con todas las letras que nunca se había reunido ni encontrado con el comisario de inteligencia jubilado del Cuerpo Nacional de Policía y uno de los principales encargados de la Operación Cataluña, José Manuel Villarejo.
Ahora bien, la supuesta certeza de Rajoy se debilita si se tiene presente un audio de una reunión entre Villarejo y el entonces secretario de Estado de Interior, Francisco Martínez, del 14 de marzo de 2014, en la cual el comisario le relata y detalla el encuentro que tuvo con Rajoy en la sede del PP que lo animó a continuar «trabajando». Una reunión rapidísima, a través del abogado Javier Iglesias, alias «El largo» o «Capillas», quien era letrado del presidente español. El encuentro con Martínez lo recoge la misma agenda de Villarejo de ese día, donde literalmente escribe «info sobre la cita en Génova con Raj.»

Villarejo explica con pelos y señales a Martínez el encuentro con «el Asturiano». Aunque fuentes de la policía patriótica aseguran a El Món que el nombre de Asturiano se le puso porque «Gallego era demasiado evidente», un atestado policial de 29 de abril de 2020 y al que ha tenido acceso El Món, lo certifica. En un denso oficio entregado en el marco de la pieza separada 7 de la macrocause Tándem, en el Juzgado Central de Instrucción número 6 de la Audiencia Nacional, los investigadores de la Unidad de Asuntos Internos confirman la nomenclatura utilizada por los miembros de la brigada patriótica de «el Asturiano» y el «Barbas» para referirse a Rajoy.

En la sede de la calle Génova
El encuentro con Martínez es, según el audio y la agenda, en Boadilla del Monte, el municipio de Madrid donde tiene fijada la residencia el comisario Villarejo. Es viernes, por la mañana. Martínez charla por teléfono con un tal Diego. Cuelga cuando se acerca, silbándole Villarejo, y buscan una cafetería porque Martínez «tiene mono de cafeína». Se sientan en una terraza de un bar que hay enfrente del Palacio Godoy, un edificio histórico emblemático de esta localidad. Martínez toma un café con leche con sacarina y el comisario, lo mismo, pero descafeinado. Van al grano.
Una vez en la mesa, Villarejo le narra el encuentro con Rajoy. Se ha celebrado el martes, el día 12, según la grabación. Una fecha que coincide con la concentración de los trabajadores de Coca-Cola frente a la sede del PP en la calle Génova, que, según el comisario, protestan y «dan por saco» por un Expediente de Regulación de Empleo. La cita no la registra en sus diarios, de la misma manera que tampoco registró en la agenda, el encuentro con el entonces ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. En cambio, sí refleja el traspaso de información del encuentro a Martínez y cómo al día siguiente del encuentro, el abogado Iglesias, que quiere quedar para «comentar» lo que le han dicho Rajoy y María Dolores de Cospedal, sobre la reunión.

¡A trabajar!
Villarejo hace un par de prevenciones antes de dar los detalles de la visita. En primer lugar, que el encuentro con «el Asturiano fue brevísimo». Y en segundo lugar y más importante, la «prohibición absoluta» de hablar de ello. «Por lo tanto, tú no sabes nada», le advierte el comisario. Martínez está de acuerdo y solo expresa su voluntad de saber cómo ha ido. El comisario relata que los encargos de Rajoy («el este«) se los transmite en «Capillas». De hecho, en las agendas hay anotaciones donde aparecen peticiones de Iglesias, «de parte de Rajoy». Una situación que Villarejo quiere aclarar porque aunque «son troncos» y «se quieren mucho» pide «tocar corte». Según explica Villarejo, Iglesias le dice que tiene una «chica de enlace» de «total confianza» con quien se encuentra Villarejo el martes 12 por la mañana. «Es rubita y tiene unos cuarenta años», rememora, pero no sabe quién es aunque lo está investigando porque Javier Iglesias no se lo quiere decir. Martínez tampoco lo sabe.
El comisario le expresa a la señora que deberá «cortar» y no podrá hacer más trabajo porque tiene «vínculos con mucha gente» y debe pasar información al Director Adjunto Operativo (DAO) y al secretario de Estado y que no se pueden mantener en secreto los trabajos que le encomiendan que son «muy delicados». Al final, la señora le propone una cita esa misma tarde en Génova, donde ella no estará pero sí Iglesias. Villarejo expone que entra con Iglesias, por una puerta trasera -donde entra habitualmente cuando va a ver a la «Jefa», en referencia a Cospedal-, con un coche con los vidrios tintados para esquivar la manifestación.
Esperan allí, en una sala que es una «burbuja» junto al despacho de Dolores de Cospedal. Ambos están en la salita cuando llega y entra el presidente español. Es entonces cuando Rajoy se dirige a ellos «solo para saludar» y le informa que «el amigo Javier Iglesias goza de toda la simpatía del mundo, ¡así que a trabajar!». «Ese fue todo el mensaje», expresa risueño el comisario. La conclusión de ambos es que el encuentro con Rajoy era para «ratificar» que los encargos de Iglesias venían de Rajoy.
«Bendecir la relación»
La conversación continúa toda centrada en la persona de la mujer de enlace. De hecho, puntualiza que la señora le declara que no tendrá más contacto con ella porque lo deberá tener con Iglesias con quien tiene «toda la confianza». Villarejo no oculta que queda asombrado de la información que tiene la chica que hace de enlace. Además, Villarejo, precisa que por la mañana también se había encontrado con Cospedal y no le había dicho nada.
En definitiva, interpretan que el encuentro era para «bendecir» la relación con Iglesias y que le haga caso. En este sentido, Villarejo enumera varias gestiones que controla Iglesias. Pero así mismo, que si algún día ella le pide algo, también le diga, como una «segunda ratificación» por si hay cosas que no entiende bien o que no ha entendido bien, por ejemplo, el «número 1», es decir, Jorge Fernández Díaz. Las confesiones de esta conversación no acabaron aquí. Continuarán.