Ante la creciente inestabilidad global de las últimas semanas, cada vez son más las voces en Europa que vaticinan un escenario de conflicto directo con Rusia. Bruselas ha iniciado una carrera armamentística sin precedentes que costará a sus ciudadanos 800.000 millones de euros, mientras la OTAN continúa exigiendo incrementos del PIB en defensa y las potencias nucleares del continente —Francia y el Reino Unido— buscan liderar el camino hacia la autonomía defensiva. No obstante, al margen de lo que hacen sus gobiernos, los ciudadanos europeos lo tienen claro: no quieren ir a la guerra.
Un rechazo evidente, sobre todo en el estado español
Según un informe elaborado por la IE University, los jóvenes del estado español son los menos dispuestos a entrar en guerra entre cuatro países estudiados, España, Francia, Reino Unido y Alemania. El 58,8% de los encuestados en el estado español afirman que no se ofrecerían como voluntarios. España no ha dejado de perder efectivos militares desde el 2010. El Ministerio de Defensa, liderado por Margarita Robles, está inmerso en importantes proyectos tecnológicos para modernizar prácticamente la totalidad del ejército. Sin embargo, de nada sirve contar con cazas y tanques de última generación si no hay quien los opere.

En cuanto a Europa, la idea de luchar en un frente de guerra en defensa del continente tampoco genera convencimiento. Según otra encuesta, de Gallup International Association, sólo el 32% de los ciudadanos de la Unión Europea (UE) estaría dispuesto a tomar las armas en caso de conflicto armado. El rechazo a esta idea es especialmente intenso entre los italianos (78%), austríacos (62%), españoles (59%) y alemanes (57%). La antítesis de este comportamiento la encontramos en la región del Oriente Medio, donde el porcentaje de ciudadanos comprometidos con la defensa de su territorio se sitúa en un 73%.
Previsiones de futuro poco optimistas
A pesar de la baja predisposición de los europeos hacia la cuestión bélica, el informe de la IE University destaca que la mitad de los jóvenes de entre 18 y 35 años de Francia, Reino Unido, Alemania y España consideran factible la posibilidad de una guerra en la que sus países se vean implicados. Los británicos son los más alarmados, con cerca de dos tercios de su población que percibe un conflicto inminente. Sin embargo, gran parte de los jóvenes encuestados considera el terrorismo como la principal amenaza para la seguridad del continente, a pesar del peligro que representa la Rusia de Vladímir Putin.
El mismo Reino Unido, Finlandia y Suecia ya han adoptado medidas que implican reducir su estado del bienestar para hacer frente a las inversiones en defensa. Para Rachel Reeves, ministra de Economía británica, estas inversiones son necesarias para hacer frente a los «riesgos de un mundo más incierto». Por otro lado, debido a su proximidad con Rusia, los países del Este y los Bálticos ya dedican hasta el 5% de su PIB al presupuesto militar, siguiendo las directrices exigidas por la OTAN. La opinión de estos estados tiene un gran peso en las decisiones de la UE –fueron los principales promotores del polémico kit de supervivencia–, y podría determinar el futuro del resto de miembros del bloque comunitario. En España, Pedro Sánchez sigue convencido de que el aumento del gasto en defensa no derivará en recortes sociales, a pesar de las evidencias que contradicen sus previsiones.
Según advierten muchos críticos, esta militarización de Europa, casi a toda prisa, no conllevará una autonomía defensiva real respecto a los Estados Unidos. La realidad es que Washington dispone de un potencial militar-industrial sin el cual Bruselas tendría que renunciar a sus ambiciosos planes de rearme, debido a las limitaciones de su propia capacidad tecnológica e industrial.