El carnaval es uno de los momentos más esperados del año por los vecinos de Sitges (Garraf), la fiesta por excelencia de la población. Estos días –este año, del 27 de febrero al 6 de marzo– las calles del centro se llenan de decoraciones en los balcones y los bares, restaurantes y otros comercios se adornan con muchos colores. Desde hace unos años, sin embargo, esta celebración con más de cien años de historia en Sitges ha ido creciendo cada vez más, atrayendo la atención del turismo internacional. El carnaval se ha convertido -aún más- en un auténtico fenómeno en Sitges, lo que ha acabado polarizando la opinión de los sitgetanos sobre esta fiesta.
«Es el mejor momento del año», apunta Marc Martínez, un vecino del municipio en conversación con El Món. Otros, sin embargo, no comparten la misma visión: «Cada vez se llena más de gente, y es imposible disfrutarlo. Nosotros ya hace años que nos vamos en estas fechas», relata Eva Gaspar, una vecina de toda la vida de Sitges que ya hace tres años que se va del pueblo por carnaval para huir de la «masificación». De hecho, las previsiones de la junta local de seguridad, encabezada por la consejera de Interior, Núria Parlon, indican que este año se concentrarán más de 250.000 personas en las calles más céntricas de Sitges este fin de semana –mientras que normalmente viven poco más de 32.000 personas–, que será el primer plato fuerte de la semana de carnaval del municipio. «Por las noches hay mucho ruido, nos cuesta mucho dormir y, después, las calles quedan muy sucias. Es muy incómodo», denuncia Eva, que es madre de familia. Este cóctel de consecuencias, pues, ha empujado a esta familia a irse durante el fin de semana de carnaval -aunque también se celebran actos de la fiesta durante el resto de la semana- fuera de Sitges. «Si pudiéramos, nos iríamos todos los días, pero los niños tienen que ir al colegio», continúa.

¿Disfrazarse, placer o «suplicio»?
Otro debate es el de los disfraces, requisito indispensable para la actividad de los grupos que organizan los desfiles. Aunque no es obligatorio disfrazarse, muchos de los asistentes a la celebración también aprovechan la oportunidad para hacerlo: «Es un buen momento para vestirnos de una misma manera todos juntos», explican un grupo de jóvenes que pasean por el paseo marítimo. Mientras que algunos consideran divertido disfrazarse por carnaval, ya que, según explican, les gusta vestirse de otras personas o pensar en temáticas conjuntas, otros lo ven como un auténtico «suplicio»: «Nunca me ha gustado. Siempre lo he encontrado muy incómodo», apunta Merche Romero, que recuerda que de pequeña sus hermanas «la obligaban» a disfrazarse para jugar juntas y ella «lo odiaba». Ahora, sin embargo, aunque aún le parece un «suplicio», asegura que lo ha vuelto a hacer, ya que sus hijos quieren hacerlo: «Nos piden a mi marido y a mí que nos disfracemos los cuatro de una misma cosa. Y, claro, no me puedo negar», explica, mientras las criaturas sonríen a su lado. «Si pudieran, también querrían que se disfrazara el perro», ironiza.
A la mayoría de sitgetanos consultados, sin embargo, les gusta mucho disfrazarse, tanto por estas fechas como en otros momentos del año: «Nosotros siempre intentamos hacer fiestas temáticas, así cada uno se tiene que preparar un disfraz para sorprendernos», asegura Joel Navarro, un joven de 20 años, mientras toma una cerveza con los amigos en una de las chiringuitos del paseo marítimo. Otros, sin embargo, solo quieren disfrazarse en fechas señaladas: «Yo solo lo hago cuando toca, como carnaval», explica su hermano, que también forma parte del grupo. Este 2025, según aseguran, se disfrazarán todo el grupo de amigos de «gambitas» en honor a Montoya, uno de los grandes protagonistas del reality show ‘La isla de las tentaciones’.

El carnaval de Sitges, una tradición que se mantiene viva
Los últimos años, sin embargo, los vecinos de Sitges y todos los visitantes que participan del carnaval han tenido que adaptarse -e incluso, en algunos casos, reinventarse- a las nuevas formas de celebrar esta fiesta, ya que en septiembre de 2023 la Comisión Europea prohibió la venta de purpurina, uno de los elementos que más destacaban en las carrozas y los disfraces. De hecho, según confirman la mayoría de los vecinos, la purpurina era un elemento imprescindible para la «vitalidad» que da a todos los elementos de los disfraces: «Me gustaba más cuando había mucho más ‘brilli-brilli’ [término con el que se refieren a la purpurina]», lamenta Marc Martínez.
Teniendo en cuenta esta prohibición, la organización de carnaval también ha hecho algunas modificaciones en las carrozas que pueden participar en los desfiles de este año. Tal como detalló la concejala de Tradiciones y Fiestas de Sitges, Eva Martín, el pasado jueves 13 de febrero, las carrozas que participen en los desfiles de este domingo y el próximo martes deberán tener un mínimo de 35 participantes, y no 25 como hasta ahora. El objetivo de esta novedad, según el Ayuntamiento, es evitar grupos pequeños que no tengan suficiente nivel de lucimiento y adaptar la fiesta a los «nuevos retos de futuro». De hecho, las tres entidades que articulan el medio centenar de grupos participantes -Retiro, Prado e Independents- ya hace tiempo que reflexionan sobre la necesidad de compactar las carrozas para reducir sus costos, que han ido aumentando en los últimos años debido al encarecimiento generalizado de precios. A pesar de estos cambios -que, aparentemente, no tendrán impacto en la espectacularidad de la celebración-, los vecinos de Sitges que han decidido quedarse en el municipio por carnaval encaran con mucha ilusión este fin de semana de fiesta.