Joan Pau Inarejos (San Baudilio de Llobregat, 1983) es un apasionado del arte románico, en todas sus formas y expresiones. Periodista de formación y divulgador, reivindica el románico a través de su cuenta en las redes sociales, @RomanicCatala. Con un humor sencillo, Inarejos intenta acercar las joyas del arte medieval del país al público general, pero rehúye de la etiqueta de experto o especialista. Con motivo de su último libro, Amb ulls de romànic (Rosa dels Vents, 2025), se adentra, en esta entrevista con El Món, en los secretos y las curiosidades ocultas de este estilo artístico, lo compara con las corrientes más vanguardistas y habla sobre la polémica de los murales de Sixena, los cuales deben regresar al monasterio de Vilanova de Sixena por mandato del Tribunal Supremo, algo que, según los expertos, les provocará daños irreparables.

Los ojos tienen mucho protagonismo en el libro. Dan el título, pero también aparecen en repetidas ocasiones a lo largo del ensayo. ¿Cómo definiría la mirada del románico?

El libro juega con el concepto de los ojos porque, en sentido plástico, los ojos son protagonistas en el románico. Entras en iglesias, aunque ya quedan pocas que los tengan, porque muchas de las pinturas fueron sustraídas, o en los museos, sobre todo en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el MNAC, en el Museo Episcopal de Vic o en el Museo Diocesano de Solsona, y lo que ves es un conjunto de ojos que te observan. Yo, como millennial, recuerdo la película El jorobado de Notre-Dame [la versión animada de Disney, de 1996], que al principio hay un crimen que desata toda la trama y aparece el sacerdote de la catedral que dice: «Cuidado con lo que haces aquí, que hay mil ojos que te observan». Es esta idea medieval, que ha sido muy recogida por los modernos, de que el templo tan pronto es un lugar que te abraza, que te acoge, como también te vigila. Incluso los grandes portales tienen eso. Son como unos brazos que te acogen, pero a la vez es una especie de túnel que te vigila. Debemos fijarnos en lugares como Besalú o el Seo de Urgel, donde hay leones flanqueando los portales, que se ha interpretado también como una advertencia.

¿Y los ojos también juegan esta función de advertencia?

Los ojos tienen una función muy similar, especialmente cuando entras y ves toda la figuración. Las esculturas, la pintura… Teniendo en cuenta, sobre todo, que cuando entrabas lo que veías era la parte más iluminada, el ábside, que es donde estaban los programas pictóricos más importantes. Como el muy famoso de San Clemente de Tahull, que está absolutamente lleno de ojos. Tiene ojos, evidentemente, el Cristo en Majestad, mal llamado Pantocrátor, pero también los otros elementos.

¿Por qué mal llamado?

Esta es una precisión que a mí, personalmente, no me importa mucho, pero hay muchos historiadores que recomiendan que lo distingamos. Lo que ha pasado es que, por culpa de historiadores anteriores, nunca por culpa de la gente, hemos adoptado este nombre que viene de la iconografía oriental. En Europa del Este hay un arte que es muy similar al nuestro. El arte bizantino es primo-hermano del nuestro, más bien antecesor. Hay una iconografía muy parecida a la de nuestros cristos en majestad, que allí sí que se les llama a todos pantocrátor, porque allí todo tiene las denominaciones griegas que vienen del mundo bizantino. Son unas diferencias muy pequeñas respecto al nuestro. Allí está de medio cuerpo, representa al señor de todo el universo [este es el significado de pantocrátor]. Y, en el caso de nuestros cristos, más bien es el Cristo de la segunda venida, de cuerpo entero, y representa el cristo del juicio final. Son discusiones bizantinas [ríe]. Por tanto, en propiedad, el de Tahull es el Cristo en Majestad o Maiestas Domini, aunque en las últimas décadas nos hemos ido refiriendo a él como Pantocrátor y se le ha quedado el nombre. A mí no me molesta, y tampoco soy partidario de corregir, porque creo que corregir en exceso, compartimentar en exceso, desincentiva un poco la conversación y la misma divulgación cultural.

En el libro compara el Cristo de Tahull con La Gioconda, dos obras de arte muy diferentes.

Si rascamos, alguna similitud tienen [ríe]. Por ejemplo, se dice que La Gioconda nos mira desde todos lados. Habría que hacer la prueba, y yo creo que aquí se ha puesto más pan que queso, pero se puede comparar con el Cristo de Tahull porque nos mira desde arriba, además de lo que comentábamos de los ojos. Quiero decir, incluso puedes ir al MNAC y ahorrarte legiones de turistas, de japoneses, de alemanes, como sí ocurre con La Gioconda, que es un estrés ir a verla. Yo recomiendo que el Cristo de Tahull, sin que lleguemos a gentrificarlo y masificarlo, que espero que no, lo vayamos a ver porque es fácil de contemplar y realmente sí que nos mira desde todos lados. Recuerdo a un artista a quien entrevisté, Matías Khran, hijo de Fernando Khran, un dibujante mítico de tiras cómicas, que decía que tu relación con el Cristo de Tahull cuando lo ves es, según cómo reacciones, tu relación con el padre. Por tanto, queda claro que es una figura paterna, totémica.

Ahora bien, yo lo comparo con La Gioconda más desde el punto de vista de cliché que como obra de arte. Independientemente de si te gusta o no, que a mí personalmente no me gusta especialmente, lo que hicieron los franceses fue adoptar un icono que no era suyo, una gran pintura del renacimiento italiano, y convertirla en símbolo del museo de París y de Francia. Es la que llena neveras, camisetas. ¡Es el souvenir! Yo sueño que el románico pueda ser adoptado como souvenir. Lo es de una manera tímida, en los contextos de los museos, y solo de Cataluña, pero no de Barcelona. Quiero que se crea este papel de gran capital y gran museo del arte medieval, que por muchas cuestiones costó mucho.

Joan Pau Inarejos, Periodista i divulgador. Barcelona 10.06.2025 | Mireia Comas
Joan Pau Inarejos con su libro, ‘Amb ulls de romànic’ | Mireia Comas

¿A qué se refiere?

Bueno, estas pinturas vinieron de un lugar y hay gente que piensa que deberían estar allí. ¿Dónde deberían estar las obras de arte? ¿Dónde se hicieron o donde se pueden salvaguardar mejor? Barcelona tampoco tiene este papel de gran capital por ciertos prejuicios hacia el arte religioso, hacia la edad media, que carga muchos estereotipos injustos, han hecho que no valoremos lo suficiente que tenemos este museo excepcional en todo el mundo. Que mucha gente ni siquiera sabe que esta colección de románico está en Barcelona.

Es cierto que existe la creencia de que para poder ver románico hay que irse a Ripoll, Tahull… al norte del país.

Correcto. Y es curioso, porque el románico está lleno de pequeñas trampas. Pensamos en Ripoll, pero realmente podemos ver mucho más románico en Barcelona, en el sentido de que el monasterio de Ripoll es una gran reconstrucción de finales del siglo XIX, además, muy controvertida y que seguro que hoy en día no se haría así, que la hizo Elies Rogent, profesor, entre otros, de Gaudí, y que también hizo el edificio central de la UB. Era un arquitecto muy de la época, muy historicista, muy de la idealización del románico. De cómo pensaba la burguesía de finales del siglo XIX de cómo debería ser el arte románico, el arte nacional. Por ejemplo, un arte de piedra vista, con esta austeridad, esta grandeza… que son aspectos que deberían matizarse mucho, porque hoy en día sabemos que los edificios del románico eran muy coloridos. Eran mucho más kitsch de lo que hoy pensaríamos. No tenían este aspecto de casita de la Cerdaña que a veces se le intenta dar, repicando todos los enlucidos para que todo parezca tan blanco. Un poco lo mismo que pasa con las esculturas, que tienen esta falsa blancura, cuando sabemos que tenían color, que tenían cristales en los ojos, que tenían cabellos y que, incluso, las impregnaban con olores. De los templos románicos, prácticamente, podemos decir lo mismo.

Cree, entonces, que, con el paso de los años, se ha ido desvirtuando un poco el arte románico.

Como con todas las obras de arte, especialmente el arte medieval, que tiene mil años o novecientos en el caso de los programas pictóricos más conocidos del románico, ha ido quedando una imagen un poco falseada. Sobre todo, respecto a la arquitectura. El pequeño milagro es la pintura, yo creo, porque gracias a las técnicas que utilizaban, como la pintura al fresco y el temple, que eran muy buenas, han hecho que se conserven de una manera muy fiel, especialmente por cómo eran los colores. Las pinturas de San Clemente de Tahull o de Santa María de Tahull son un caso muy paradigmático. Que, moviendo retablos renacentistas, en el caso de Tahull, u otros elementos arquitectónicos, como que las modas habían ido cambiando, se descubrieron estos tesoros prácticamente intactos, entre comillas. Son descubrimientos que incomodaron a las élites de la época, tal como está documentado.

¿Por qué incomodaban este tipo de obras?

El románico era algo raro. No sabían cómo encajarlo. Al románico, si vamos a lo básico y repetimos las obviedades culturales, que es muy importante hacerlo, se le pone este nombre porque se considera que continúa las tradiciones constructivas de la antigua Roma, pero de una manera vulgarizada. Hace como la franquicia de lo que son las técnicas romanas. Por eso es románico. Igual que las lenguas. Nosotros hablamos un latín mal hablado que no es latín, es románico, de la lengua romana. Por tanto, es un arte que aparece alrededor del año 1000 y que es muy interesante en nuestro caso porque somos una de las primerísimas puertas de entrada. Lo que es el arte mediterráneo occidental, en el centro y sur de Francia, el norte de Italia y Cataluña, incluyendo en aquel momento el Rosellón. Los condados catalanes son uno de los primeros lugares donde llega este arte.

Arquitectónicamente, para decirlo muy rápido, introduce la bóveda de cañón, que es este cielo de piedra redondeado que está heredado del mundo romano y que pone un poco de orden, arquitectónicamente, a lo que era la Europa occidental cristiana, donde los primeros 500 años de la edad media había mucho caos político, constructivo… En Cataluña, es este primer románico el que triunfa, que sí tiene unas características más austeras, como el de la Vall de Boí. Estos campanarios esbeltos, que tienen una función litúrgica, pero también de comunicación. Un románico con una decoración sobre la piedra para contrarrestar el hecho de que es muy pesado, lo que se ha contrapuesto al gótico. La prioridad de estos edificios es que sean amplios, grandes, lo que los diferencia de los templos griegos, que no estaban pensados para la gran congregación de los fieles. El románico busca, precisamente, hacer basílicas, que eran edificios civiles alargados pensados para la reunión de mucha gente. Algo que también está muy relacionado con la mirada que comentábamos al principio.

Joan Pau Inarejos, Periodista i divulgador. Barcelona 10.06.2025 | Mireia Comas
Joan Pau Inarejos, Periodista y divulgador. Barcelona 10.06.2025 | Mireia Comas

¿Y en el caso de la pintura?

En el caso de la pintura busca una comunicación de los símbolos muy eficaz. Lo que a nosotros nos sorprende más, hoy en día, es que es un arte muy inverosímil. Es un arte religioso que no respeta las reglas de perspectiva, de volumen, a las que nuestro ojo está acostumbrado. Nos encontramos con un románico con fondos de color planos, con unos ojos muy almendrados, un poco marcianos, con unos gestos tan rígidos, que parecen, incluso, espantapájaros. Que dicen muchas cosas, y seguramente para el espectador de la época decían muchas más. Tenía una capacidad de generar logos, por eso yo también he querido que los ojos tengan esta condición, casi, de logotipo [en referencia a los cuatro ojos que aparecen en la portada del libro]. Pero también tenemos la mano de Dios, tenemos el cordero de Dios con siete ojos… Hay muchas imágenes que son estereotipadas, donde volvemos a la idea de crear un arte internacional para Europa donde los símbolos puedan ser reconocidos en Ripoll, en Inglaterra o en Noruega. Por tanto, lo que sorprendió a la burguesía que lo redescubrió fue esta especie de primitivismo, que debemos entender como una voluntad radical de hacerse entender.

¿Qué similitudes más modernas podríamos encontrar del románico?

Curiosamente, y lo menciono en el libro y en las redes sociales, con quien conecta no es con el arte religioso del siglo XIX o XVIII, sino que conecta con la vanguardia artística, la ilustración, el cómic o el lenguaje publicitario. Porque es un lenguaje que también busca estos fondos de color lisos… Que busca el sensacionalismo.

Es decir, hemos recuperado las bases románicas, pero las hemos adaptado a los nuevos tiempos.

No tengo ninguna duda. La publicidad, lo que ha buscado, de alguna manera, es romper el espacio fotográfico. Busca hacer otra función plástica, que es colocar en tu retina unas imágenes y unos símbolos concretos. Sea que necesitas comprar una lavadora o sea que Dios son tres personas en una, o que la Virgen María es virginidad perpetua. Colocar estos mensajes de una manera rápida implicaba un uso de la plástica muy directo, con este dibujo y este trazo tan grueso, con colores primarios, y, muy importante, algo que hoy en día no tenemos tan presente, con un uso estratégico de la iluminación. Hoy en día estamos acostumbrados a entrar en una iglesia y que haya iluminación eléctrica. Una luz que yo encuentro de hospital, aséptica. Que está bien si vas como estudioso, especialmente, porque ves todos los detalles, pero quizás no es lo suficientemente fiel a la experiencia que tenía el fiel, nunca mejor dicho, cuando entraba en las iglesias. Era todo oscuro y se iluminaba con antorchas, con luces de aceite… Los historiadores como Michel Pastoureau dicen que esta luz generaba la sensación de hacer vibrar las pinturas por el movimiento de las llamas [ríe]. De hecho, según Pastoureau, también es aplicable a las pinturas prehistóricas de las cuevas. ¿Hasta qué punto no veían movimiento en los bisontes?

Al principio de la entrevista ha destacado que Barcelona es capital del románico. Ahora bien, si hablamos en términos arquitectónicos, la corriente modernista tiene mucho más peso. ¿Debería reivindicarse la ciudad como capital de los dos estilos artísticos?

Es evidente. Es innegable que Barcelona es capital del modernismo. Yo desde pequeño tengo dos obsesiones: el románico y Antoni Gaudí [ríe]. Creo que debemos distinguir. Barcelona, urbanamente, es capital del modernismo, solo hace falta pasear por ella, y del románico lo es por el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC). Lo cual no quiere decir que no fuera una gran capital románica, como todas las ciudades europeas. Nos ha quedado la idea del románico como un arte supuestamente rural, austero, apartado, porque fue sustituido en las ciudades por el estilo gótico, el barroco… La catedral de Barcelona, la de Girona, la de Tarragona han sido románicas. Y, de hecho, en algunos casos, tienen muchos vestigios a la vista. En la de Barcelona, lamentablemente, no tantos, pero en Girona y Lérida prácticamente todos los cimientos del ábside son románicos. Por tanto, debemos imaginar que las ciudades europeas, en aquel momento, eran románicas.

En Barcelona, sin embargo, todavía quedan iglesias puramente románicas.

Hay algunos ejemplos. Pocos, pero realmente brillantes, como el antiguo monasterio de San Pablo del Campo [situado en la calle de San Pablo número 99, en el barrio del Raval]. La gente quizás ha visto ese cimborrio de piedra, ¿no? Pues bien, eso era un antiguo monasterio benedictino, que en aquel momento se llamaba San Pablo del Campo porque estaba en una zona extraurbana, algo que era habitual en ciertos monasterios. Tuvo una gran importancia histórica y, sobre todo, tiene un claustro encantador. Uno de mis favoritos. Es un claustro atípico, porque tiene una serie de arcos que parecen islámicos.

Joan Pau Inarejos, Periodista i divulgador. Barcelona 10.06.2025 | Mireia Comas
Joan Pau Inarejos, Periodista y divulgador. Barcelona 10.06.2025 | Mireia Comas

En el libro, de hecho, lo compara con la Alhambra de Granada.

Sí, es como una pequeña Alhambra. Es como si hubieran reproducido eso en un pequeño plató, un pequeño patio de los leones. Lo recuerda claramente, lo que nos hace pensar hasta qué punto la Barcelona medieval está mucho más en contacto de lo que pensamos con la cultura andalusí, a muchos niveles, eh, artístico, científico, intelectual, además de estar en guerra de manera esporádica. Y con razias que afectaron mucho a Barcelona y que precisamente eso acabó llevando a los condes catalanes a romper con los reyes francos porque no los ayudaban lo suficiente en estas guerras. Así, según algunos historiadores, es como aparece Cataluña políticamente. En resumen, sin embargo, sí, en Barcelona se podría hacer una ruta del románico. Hay una serie de iglesias: el Lázaro, la capilla de en Marcús, pero sobre todo San Pablo del Campo, que es la joya de la corona. Y lo que debemos imaginar es esta Barcelona con su gran esplendor románico. Y sobre todo, yo digo que, incluso turísticamente, en cuanto al marketing, es necesario reequilibrar la Barcelona modernista, que ha muerto de éxito en comparación con la Barcelona medieval. Evidentemente, tenemos el barrio Gótico, que también hasta cierto punto es un invento del siglo XIX y XX parcial, pero sobre todo tenemos el Museo Nacional de Arte de Cataluña.

Un museo que debería ser visita indispensable.

Sí. Y es un museo que tiene sus propios problemas. Tiene problemas de acceso, porque está allá arriba, tampoco ayuda el nombre, ni el hecho de que no tenga parada de metro, que ojalá se solucione en el futuro… Pero, al fin y al cabo, es como el Louvre del arte románico. Estos días consultaba, por ejemplo, escritos de la época de cómo sus impulsores no decían el Louvre, sino que hacían una expresión un poco más provinciana, y decían que querían hacer el Prado del arte románico. Para ellos, en aquel momento, el gran referente, porque simplemente conocían la política española y los madriles, y creían que se debía hacer el Prado del románico a través de rescate patrimonial, a través de la compra de grandes colecciones. Por tanto, había esta idea de que el arte nacional estuviera en la metrópoli catalana, pero ha quedado olvidado porque en este país han pasado muchas cosas, y hemos muerto de éxito en el ámbito turístico. Y, por eso, Barcelona y románico son dos conceptos que no se han mirado nada.

El MNAC se ha convertido en un tema de actualidad candente a raíz de la sentencia que les obliga a devolver las pinturas de la sala capitular del monasterio de Vilanova de Sixena. Los informes de los expertos advierten que trasladar las obras las dañará de forma irreparable. ¿Qué se debería hacer?

Debo aclarar, y en el libro también comienzo pidiendo perdón, que yo no soy ni historiador ni restaurador. Yo hablo desde mi apasionamiento por el románico como divulgador, como periodista. Lo que hago es fiarme de mucha gente a la que consulto, y la inmensa mayoría ven una locura trasladar las pinturas, y realmente lo parece desde el conocimiento que puedo tener, sobre todo por las condiciones con las que llegaron. Las obras llegaron quemadas. Eran pinturas murales que se arrancaron mediante la técnica del strappo, que consiste en quitar la capa más superficial, como también ocurrió con San Clemente de Tahull, pero con el agravante de que venían de ser pinturas quemadas. Fueron pasadas a tela y, posteriormente, en los años sesenta, se montaron estas estructuras de madera recreando la sala capitular.

Tiendo a pensar que puede ser un gran peligro, pero en las redes me he dedicado a explicar por qué son importantes estas pinturas. Porque es un arte del románico del llamado 1200, que se aparta un poco de cosas más reconocibles del románico. Por ejemplo, no hay estas miradas tan frontales, hay un retrato un poco más de tres cuartos, un poco más realistas, hay toda una galería de caras de la genealogía de Jesús. Es un conjunto excepcional, uno de los más importantes de Europa donde debería imperar, sin duda, la salvaguarda. Y, en este caso, creo que el MNAC hizo una operación de salvamento evidente, más allá de si jurídicamente aquella comunidad de monjas lo autorizó en aquel momento o lo hizo más tarde. Ojalá se llegara a una solución que no implicara poner en peligro estas obras.

Joan Pau Inarejos, Periodista i divulgador. Barcelona 10.06.2025 | Mireia Comas
Joan Pau Inarejos, Periodista y divulgador. Barcelona 10.06.2025 | Mireia Comas

Considera, entonces, que sería más seguro que se quedaran en Cataluña.

Yo, como divulgador, remarco que es un conjunto muy importante y que deberían imperar los criterios de salvaguarda, aunque entiendo también la parte aragonesa. Entiendo que digan que han sufrido un expolio muy importante, y en muy buena parte, por parte de técnicos catalanes o de historiadores que, seguramente movidos por la buena fe, iban comprando o rescatando obras que, en aquel momento, estaban muy alejadas de los centros de poder. Y que en aquel momento de caos y dispersión del arte medieval, fueron a parar al Museo Nacional de Arte de Cataluña. Pero tampoco me gusta entrar más en eso.

¿Considera que la manera de acercar la divulgación del románico al público general es utilizar un lenguaje sencillo, comprensible, pero llamativo, como comparar obras con emoticonos?

Creo que sí, es una puerta de entrada. Siempre digo que el origen de la cuenta [@RomanicCatala] no es el humor. Es decir, no nace como una cuenta de memes, sino que surgió como un reflejo. Lo que pasa es que ahora, mucha gente me conoce por los memes, y me parece fantástico. Solo quiero aclarar que es una puerta más por donde entrar. Lo comparo con los monasterios y los claustros, que puedes entrar por una serie de arcos. Pues yo puedo entrar por el humor, o por un hilo de divulgación cultural, o por un video. En este sentido, he intentado diversificar las puertas de entrada. ¿Qué pasa con el meme, sin embargo? Que se ha convertido en la unidad mínima de entretenimiento. Ya no aguantamos ni treinta segundos de video. Es este invento diabólico del scroll infinito, básicamente viendo memes, ya sea en el timeline o en el grupo de la familia. Por tanto, se ha convertido en el nuevo tablón de anuncios donde decir cosas interesantes si se da el caso. Y como siempre me han gustado mucho los memes, hacer collages, hacer bromas… También del arte, y más en una época en la que todos nos sentimos interpelados y ofendidos por cualquier cosa. Hay que recordar que no pasa nada, que jugar con la cultura se ha hecho siempre. Y que se puede ser más provocador o menos, pero, en mi caso, nace del cariño. Nada me impedirá hacer un meme del Cristo de Tahull llamándole Cristobro [ríe].

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