El verano está ya en plena temporada de propuestas musicales y festivales. A pesar de que las carteleras que presenta cada acontecimiento son diferentes para contentar su público, hay ciertos grupos que se repiten. Los artistas están encantados que la demanda de grupos sea muy elevada cuando empieza el verano, pero varias voces del sector debaten sobre sí es necesario que existan tantos festivales en Cataluña concentrados en estos meses, puesto que esto genera la sensación “de overbooking” y puede acabar saturando al espectador.
Este mes de julio arrancaban más de quince festivales que se asemejan bastante de alguna manera. Por ejemplo, Stay Homas forma parte del cartel de festivales como el Cruïlla, El Tingaldu o el Sons del Món –aparte de los conciertos que tienen en otros acontecimientos. Son tres de los principales certámenes que se organizan este mes de julio. Esto quiere decir que una persona que quiera disfrutar de los tres festivales se encontrará con la misma actuación tres veces seguidas. Y, el caso de Stay Homas es relativamente nuevo, pero con Els Catarres, por ejemplo, que ya hace años que forman parte del circuito, hace tiempo que pasa. ¿Es positivo esto para el espectador y para el sector en general?
Miguel Zamarripa, productor de espectáculos musicales que actualmente trabaja con 31 FAM y Ceaxee y que tiene una larga experiencia al organizar festivales, considera que la aparición de tantos nuevos acontecimientos de estas características ha acabado “saturando” el sector. Si bien es cierto que la mayor parte de este tipo de propuestas artísticas se concentren en verano porque es el momento en el cual los grupos de música están de gira y, aparte, es el momento de las “vacaciones” de los espectadores, Zamarripa remarca la importancia de apostar por festivales más allá de esta “temporada alta”, puesto que considera que también se pueden encontrar muchas propuestas adecuadas fuera de temporada.
Una idea que también comparte a rasgos generales el experto y crítico musical Jordi Bianciotto, pero que matiza sobre si los efectos que comporta son del todo positivos. En este sentido, Bianciotto considera que «es cierto que hay muchos festivales», pero cree que es un buen síntoma porque ha roto con todas las previsiones que se hizo el sector después de superar la pandemia. Mientras se creía que el sector cambiaría por completo, el auge de nuevos proyectos ha hecho mantener los festivales como punto de festividad y gran fuente de conciertos para los artistas. De hecho, tal como considera Bianciotto, “Cataluña siempre se ha caracterizado por su música de fiesta” y es bueno que esto no haya cambiado después de la pandemia.
Dos maneras de entender el sector
Ahora bien, el hecho que se creen tantos proyectos después de la pandemia –algunos ya existían de antes y han resistido la sacudida de la Covid– no es del todo positivo. Por Zamarripa hay que separar los festivales en dos: los que ya están consolidados, como por ejemplo el Cruïlla, el Porta Ferrada (el primer festival de Cataluña) o el Primavera Sound, y los de nueva generación, que son todos aquellos que han ido creciendo los últimos años. En este sentido, Zamarripa lanza un pequeño reproche a las organizaciones de estos certámenes más nuevos, puesto que considera que “no tienen demasiada idea del que comporta” preparar un festival, cosa que los puede llevar a repetir fórmulas que “sobresaturen” el panorama y no exploran nuevos horizontes.

Para Bianciotto y Zamarripa, el cambio de paradigma musical de Cataluña y el fin del “componente Txarango”, que ha pasado de la rumba al mestizaje, y del mestizaje a la música urbana -a pesar de que la indie o la música de autor también han hecho un gran boom últimamente- abre nuevas fronteras a explorar. Es una oportunidad, según considera Zamarripa, para crear nuevos proyectos que no repitan las mismas fórmulas: “Hay lugar para todo el mundo si se sabe diversificar”, apunta: “Es como las tiendas de souvenirs en las Ramblas, alguna de vez en cuando está bien, pero que todo sea tiendas de souvenirs satura. Sería mejor poner una cafetería, una de souvenirs, un bar… diversificar, en resumen”, explica. “Animo los promotores de conciertos y organizaciones a pensar en su ‘target’ y entonces montar los carteles, compensando jefes de cartel con talento joven para dar espacio a todo el mundo”, añade, puesto que considera que una mayor compensación entre carteleras daría un brie de aire fresco para descongestionar el panorama.
Una oportunidad para los artistas
Esta es una idea que también comparte el cantante del grupo ‘Habla de mí en Presente’, entre otros proyectos, Max Grosse Majench. Si bien es cierto que a los artistas ya les va bien hacer muchos conciertos, “románticamente hablando, para el arte sería más positivo diversificar la oferta”. El componente que choca con esta idea romántica es la “industria” catalana, gestionada por grandes empresas y el departamento de Cultura, que tiene mucha fuerza en la hora de decidir el rumbo del sector: «Se tiene que ir con cuidado de qué discursos se compran», afirma. Para Grosse, el peso que se ha dado a las empresas que dirigen desde la sombra la industria ha hecho que se hayan acabado “formando lobbies” de grupos que repiten carteles día sí día también, cosa que no acaba de ser del todo positiva para el sector al por mayor. Un poco la idea que Zamarripa califica de “grupos que coleccionan carteles”.
Siguiendo por este hilo, hay que tener en cuenta, tal como comenta Bianciotto, que los festivales no son el único escaparate musical del verano, puesto que a la telaraña de festivales también se los añaden las fiestas mayores. El hecho que ahora todos los pueblos tengan una fiesta mayor o quieran un festival que capitalice su población es el claro síntoma de “el orgullo de pueblo”, para Zamarripa. El productor considera que antes “el motivo de orgullo” era un polideportivo, y que ahora es una jornada de espectacla. Una idea que también se entiende con “la cultura festiva de Cataluña” que defiende Bianciotto.
Así pues, hay una saturación del sector, pero se puede hacer una lectura positiva y de crecimiento. Y el principal efecto positivo que se puede ver es que “la gente tiene acceso a la cultura”, afirma Grosse Majench.





