Albert Om ha continuado con su particular recorrido por la historia de Cataluña en los últimos 100 años. En el segundo programa de
Vicenç Folgado todavía conserva la antorcha olímpica que llevó su padre en los Juegos Olímpicos de 1992, cuando hizo el relevo entre Ampurias hasta l’Escala. El primer relevista tuvo el honor de llevar este diseño catalán, un profesional del tiro olímpico que pudo quedarse con este objeto de tanto valor y tanta historia. Ahora bien, él no acabó participando en las olimpiadas de Barcelona a pesar de tener la plaza porque se hacían en verano y él tenía que trabajar en su hotel: «Le supo muy mal porque tuvo que poner por delante el negocio familiar».


Una máquina de coser antigua abandonada en la frontera durante la guerra
Más adelante, una vecina de la Jonquera ha querido acercarse hasta allí para mostrar la máquina de coser antigua que ha conservado su familia desde el año 1939: «Llegó a nuestras manos entonces, pero antes no sabíamos de quién era. En aquel año, durante la retirada, a la parte sur empezó a llegar mucha gente que huía de la guerra. La frontera estaba cerrada y se acumuló mucha gente allí, en la zona en la que nosotros teníamos un huerto. Unos días después de abrirse la frontera, cuando la gente se fue, mi abuelo que alguien había dejado una máquina de coser allí en nuestro huerto porque no la habían podido pasar».
Todos los objetos personales que llevaba aquella gente que quería huir se quedaron allí, entre ellos esta máquina de coser alemana que se caracteriza por las florituras geométricas que la decoran. La madre de esta mujer la usó hasta los años 90: «Siempre dijo que iba muy y muy bien». Y debía de serlo, ya que la familia que la tenía tuvo que cargarla hasta la frontera y habrían intentado llevársela hasta Francia. Las máquinas de coser tenían un gran valor antes, ya que no era tan fácil ir a comprar ropa en aquella época.


Un regalo de Josep Pla muy especial
Josep, por su parte, ha querido colaborar con este programa porque sabía que tenía en casa toda una joya. Se trata del primer volumen de
El hombre trabajaba en un hotel de Figueres y, un día, Pla fue a comer con la petición de que alguien le hiciera compañía porque no quería hacerlo solo. El afortunado que pudo disfrutar de una conversación con él fue este señor, precisamente: «Yo hacía de gerente y le hizo gracia que le dijera que no me gustaba mi trabajo. Además, me lo gané cuando le expliqué que había estudiado para cura en el seminario y que había aprendido latín. Me pidió que le dijera algo en esta lengua y al recitarle unos versos de la Divina Comedia él se echó a llorar. Desde entonces, empezó a venir cada vez con más frecuencia hasta que murió».

Al final, se ganó su confianza y acabó trabajando para él haciéndole de chófer, de barbero y también de consejero. En la dedicatoria, el escritor le puso: «Querido amigo Valls, no creo que le tenga que hacer ninguna dedicatoria porque es una actividad meramente convencional. Tengo bastante con la admiración que yo le tengo y con su amistad. Mis respetos a la señora Valls, y para usted, mi admiración total. Afectísimo amigo y servidor».
Todo esto, entre una larga lista de objetos que han mostrado en esta segunda entrega del programa.