Pere Calders escribió un cuento extraordinario donde relataba la historia de un catalán que viajaba por el mundo para encontrar un lugar sin ningún catalán. Finalmente, el protagonista de la aventura encuentra una isla sin humanos. Solo vive un loro. El hombre había descubierto un rincón del mundo sin catalanes. La alegría, sin embargo, desaparecía cuando el loro al verlo le decía un avispado «buenos días». Sí, el loro era más catalán que un requesón de Montserrat.

Calders ironizaba así con el tópico de que en cualquier parte siempre hay un catalán. Sea un terrassense en un hospital de Islandia o un señor de Mollerussa que revende embutidos de la Plana de Vic en Sídney. Lo mismo ocurre en una crisis humanitaria o en una zona de conflicto. Los estragos de la DANA en la Comunidad Valenciana no han sido una excepción. Al contrario. Cientos de voluntarios se han dirigido autoorganizados a retirar barro, a aportar sus conocimientos o preparar y enviar toneladas de material sanitario y alimentos.

Desde la ADF de Santpedor hasta policías locales de toda Cataluña, incluida la Guardia Urbana de Barcelona -que ha tenido que regresar de inmediato por indicaciones del gobierno español-, pasando por unidades de Bomberos de la Generalitat, Agentes Rurales y agentes de los Mossos d’Esquadra -que no han ido como cuerpo, sino individualmente, estando fuera de servicio- se han dirigido a las múltiples zonas cero que la DANA ha provocado. Pero también hay voluntarios anónimos y motivados que han preparado autocares o camiones para abastecer y ayudar a lo que muchos llaman «primos hermanos». Voluntarios catalanes han acudido a Benetússer, Alfafar, Algemesí, Utiel, Chiva, Paiporta, Catarroja o Chiva, nombres de la geografía de la DANA. Así lo reconocen los afectados, los vecinos y los damnificados. Todos con alabanza y remarcando con fuerza el estigma político con el que en los últimos años se ha querido señalar a los catalanes. Parecería, incluso, que el barro derrumbara la inventada separación administrativa de la nación. Quién sabe, porque de más verdes maduran.

Una pala amb la que els voluntaris treuen fang/Mathias Rodríguez
Una pala con la que los voluntarios sacan barro/Mathias Rodríguez

Tres días atrapados en casa sin luz ni comida, hasta que llegaron los catalanes

Iván, su esposa y su hija, Marisol, viven en el número 3 de la calle Vilar de Alfafar. Lo han pasado muy mal. Iván explica una historia tan triste como sórdida. Había puesto hace dos semanas unos muretes de madera con un porche en el patio. Le había costado mucho arreglar la casa. La noche del martes todo se esfumó. «El agua no paraba de crecer, veíamos cómo derribaba las paredes de las casas del otro lado de la calle, ¡era terrorífico!», narra con los ojos cubiertos de un llanto discreto. «El agua subía y subía, y nos sacó el coche, no sé dónde está, y seguía creciendo, hasta que entró en casa…», se detiene.

Tuvieron que subir al primer piso y quedarse allí. Tenían la planta baja «como una piscina». Todo estropeado, todo embarrado y empapado. Ningún utensilio, ningún mueble, ningún electrodoméstico se había salvado. La movilidad dentro de casa era imposible con el barro y el agua que quedaba. Sin luz y sin agua corriente. «¡No venía nadie!», recuerda. «Durante tres días no pudimos salir de casa, sin beber, sin comer… y haciendo nuestras necesidades en bolsas de basura que lanzábamos al tejado», describe con dureza. Su hija, sin embargo, pudo contactar con unos voluntarios. Eran los catalanes. Los de Voluntarios Cataluña DANA, que el viernes se organizaron en Barcelona para bajar en autocar y han levantado una base operativa en Picassent, donde distribuyen el trabajo.

Voluntaris DANA es retraten després de treballar a Alfafar/Voluntaris Dana
Voluntarios DANA se retratan después de trabajar en Alfafar/Voluntarios Dana

«¡Xe, collons con los catalanes!»

«Vinieron, son jóvenes, ni sé cómo se llaman…, pero xe, collons… ¡con los voluntarios catalanes!», grita sin tapujos Iván. De hecho, conoce Cataluña porque estuvo una temporada trabajando en Calella, en el Maresme, y todo esto todavía es de los que dice que «el valenciano y el catalán se parecen mucho». Explica que llegaron, equipados, organizados, y se pusieron a trabajar. «¡Me lo han arreglado todo, me han quitado el agua y el barro!», detalla. «¡Ellos sí que valen y no esos hijos de puta de políticos, sean del color que sean!», añade. Iván sonríe al recordar y rememora que le han dejado muy claro que son «independentistas». Parece que la comprensión sea mutua.

No es el único de la zona que felicita a los voluntarios que llegan del Principado. Otro vecino comenta que «no querían dejar pasar un vehículo de voluntarios porque llevaban la senyera!». «¡Es increíble, como si esto fuera de banderas, o de colores!», refunfuña indignado. De hecho, el catalán del Principado se deja sentir entre las calles dantescas afectadas por el temporal. Pequeños grupos de jóvenes que han decidido bajar, entidades y asociaciones catalanas, colectivos de la izquierda independentista, chicos con la camiseta del Barça llena de barro, catalanes que todavía tienen familia allí o valencianos catalanizados que han bajado para echar una mano. Este fin de semana se espera un nuevo desembarco de voluntarios.

Veïns de Picassent agraeixen la tasca dels voluntaris DANA, on tenen la seu operativa/Voluntaris Dana
Vecinos de Picassent agradecen la labor de los voluntarios DANA, donde tienen su sede operativa

Camiones y micrófonos

Además del trabajo que los voluntarios catalanes están haciendo sobre el terreno, hay que añadir la cobertura periodística. En el barrio del Raval quedaban sorprendidos de que los únicos periodistas que habían ido eran los catalanes. Uno de los comentarios más habituales entre los vecinos era la presencia de prensa catalana. La Dolors de Algemesí lo resumía con cierta ironía. «¡En Cataluña os informáis mucho!», decía. No sabemos si la respuesta sería que nos informamos demasiado.

En la lista de los voluntarios hay que añadir la cantidad de recursos enviados desde Cataluña. Toneladas de comida y de material que se ha ido enviando sin esperar, quizás, un poco de coordinación. Recaudaciones de fondos en casi todos los municipios y a través de las más variadas entidades y asociaciones o, incluso, iniciativas personalísimas que han impulsado comunidades enteras sean culturales, musicales o de encajeras. Es el caso de Santi de transportes Serrat-Grau de Prats de Lluçanès. Sin encomendarse a nadie llenó dos tráilers de género para bajar hacia Valencia.

El lunes ya los tenía llenos. Hasta que se dio cuenta de que no sabía dónde ni cómo debía llevarlos. Así que a través de grupos de whatsapp buscó voluntarios catalanes que ya trabajaban sobre el terreno. Y los encontró en pocos minutos. Pidió ayuda y contactos oficiales que coordinaran la ayuda. En un cuarto de hora ya le llamaba Josep, un valenciano que organizaba la logística de la ayuda humanitaria. Hacía una primera selección, de acuerdo con la Red Apoyo Mutuo Dana. Ya tenía destino, hora de descarga y un ejército de voluntarios para vaciar los dos tráilers. La DANA confirma aquello que decía aquel: «Los catalanes hacen cosas». Entre ellas, ayudar.

Un dels tràilers d'en Santi descarrega a València/Santi
Uno de los tráilers de Santi descarga en Valencia/Santi

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