Los pueblos de Cataluña esconden pequeños rincones y espacios curiosos. Algunos son conocidos, otros no tanto. Una de estas curiosidades poco conocidas se encuentra en la Conca de Barberà. Concretamente, en el pequeño pueblo de Sarral, con poco más de 1.500 habitantes, según los últimos datos del Instituto de Estadística de Cataluña (Idescat). En este pequeño municipio se encuentra la calle más estrecha de Cataluña. Se trata de la calle de los Judíos, en pleno corazón del pueblo, y tiene una pequeña parte que mide solo 57 centímetros de ancho. Este callejón conecta la calle Mayor del municipio con la plaza de la iglesia y data del siglo XIII, en el antiguo barrio judío: «La sarralenca era un anexo de la aljama de Montblanc y desapareció con la expulsión de los reinos decretada por los Reyes Católicos en 1492, debido a la discriminación religiosa contra los que no eran cristianos», relatan desde el Ayuntamiento de Sarral.

Desde el consistorio también explican que esta calle tuvo que reconstruirse en el año 1983, ya que una de las partes de la vía había quedado derrumbada. Pasear por la calle de los Judíos es una de las actividades imprescindibles en una visita de fin de semana a Sarral, pero no es el único lugar de interés del pueblo. En este pequeño municipio de la Conca de Barberà destaca la iglesia de Santa María, cuyas primeras referencias datan del siglo XII. Gran parte de este templo barroco es el sobreviviente de dos incendios, uno primero la noche de Navidad de 1801, en un fuego fortuito, y el siguiente, en el contexto de la Guerra Civil española, en julio de 1936. Esta iglesia, de estilo barroco, fue construida entre la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del siglo XIX, constituida por una sola nave de más de 40 metros y planta de cruz latina, con capillas laterales.

Imagen de las casas modernistas Cal Garrofa y Cal Cabronet, de Sarral / Ayuntamiento de Sarral

El legado modernista de Sarral

En Sarral también se pueden ver dos casas modernistas, ambas obra del arquitecto vallense Cèsar Martinell, «uno de los máximos exponentes del modernismo y el novecentismo». En primer lugar, tal como recuerdan desde el Ayuntamiento, se puede ver Cal Garrofa, que data de 1924, que preside el paseo del VIII Centenario, y da entrada a la calle Mayor, donde las casas aún conservan su arquitectura original. El otro edificio obra de Martinell es Cal Cabronet, que data de 1921, situado al final de la calle Mayor. Estas, sin embargo, no son las únicas construcciones modernistas de la villa. También destaca la bodega cooperativa, obra del arquitecto Pere Domènech i Roura (1914) que se conserva en «perfecto estado». «La entidad es heredera y ejemplo vivo de una larga tradición de familias campesinas dedicadas al cultivo de la vid en la Conca de Barberà, comarca que fue la cuna del cooperativismo agrario», recuerdan desde el consistorio.

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