El doctor y exconsejero Josep Maria Argimon (Barcelona, 1958), que lideró la consejería de Salud desde mayo de 2021 hasta octubre de 2022 como independiente dentro de Junts, es reposado, pero claro y conciso. Licenciado y doctorado en medicina por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), Argimon fue una de las personas que vivió la batalla contra la pandemia de la covid desde la primera línea. Primero, como director del Institut Català de la Salut -cargo que ocupó desde 2018 hasta 2021-, luego como secretario de Salud Pública dentro de la consejería de Salud -entre julio de 2020 y mayo de 2021, compaginándolo con sus tareas en el ICS- y, finalmente, como titular del departamento en sustitución de Alba Vergés. Actualmente, tras la ruptura de Junts con ERC durante la legislatura del expresidente Pere Aragonès, el doctor dedica su actividad profesional al Barcelonaβeta Brain Research Center, de la Fundació Pasqual Maragall. En esta entrevista con El Món, Argimon recuerda los estragos de la pandemia cinco años después del primer caso confirmado de este coronavirus, que cambió radicalmente la vida en Cataluña y en el mundo entero. Pide una reflexión, tanto política como social, sobre la gestión que se hizo de la covid.

¿Qué recuerda del 25 de febrero de 2020, el día en que se confirmó el primer caso de covid en Cataluña?

Bueno, recuerdas pensar ‘ya está aquí’. Sabías que tenía que llegar, porque ya había casos en Italia, y ya había problemas. También había llegado a Madrid, ya que durante esa primera ola iban una semana antes. Madrid ya estaba en una situación, no diré complicada, pero sí de efervescencia de la pandemia y, por tanto, nos tenía que llegar. Y tuvimos claro que debíamos arremangarnos.

¿Cómo vivió ese día?

Con preocupación. Y los días posteriores ya empezaron a ser más complicados, porque veíamos que la situación era muy, muy, muy dura. Teníamos imágenes de China y algunos de sus datos, aunque no fueron muy transparentes con esos hechos, pero sí que ya habíamos visto Italia y teníamos compañeros, personas conocidas en Italia, y también en Madrid… Ya veíamos que la situación empezaba a ser muy, muy complicada. Y recuerdo exactamente, no era el día 25, sino que era un poco más adelante, una semana o diez días después, una llamada. Yo estaba en el despacho y me llaman de la dirección de Vall d’Hebron y me dicen: ‘Josep Maria, esto no lo hemos visto nunca, ¿no?’ «Esto no lo hemos visto nunca», respondí. No lo habíamos visto nunca en el sentido de que sabíamos que sería muy complicado de llevar adelante y gestionar.

¿Cuáles fueron los primeros pasos que se tomaron?

Los primeros pasos, que ya venían de unas semanas antes, fueron adecuar todos los protocolos. Recuerdo que envié un vídeo a toda la plantilla del Institut Català de la Salut, los 40,000 profesionales que había en ese momento, explicando que los planes de contingencia ya los teníamos y se estaban poniendo en marcha. Unos planes de contingencia que básicamente eran convertir los centros sanitarios, tanto los centros de atención primaria (CAP) como los centros hospitalarios, en, primero, hospitales de urgencia. Es decir, convertir prácticamente el hospital en un servicio de urgencias. El siguiente paso, que ya se estaba produciendo, era convertir, en este caso, los hospitales en unidades de cuidados intensivos (UCI). De hecho, hubo un momento en que llegamos a tener en Cataluña 1,500 personas y pico en las UCI. Esto significa, casi, convertir el hospital para que fuera un monográfico de covid. Recuerdo perfectamente que en ese vídeo que envié a la plantilla había un punto al final en el que les decía que les pediríamos esfuerzo y la ciudadanía les pediría esfuerzo, porque al final todos estábamos en sus manos. Y les decía, y yo creo que esto sí que se cumplió, ‘sé que lo daréis todo, y cuando lo deis todo, os pediré más esfuerzo, y sé que lo haréis. Y lo haréis porque tenemos que sacar a la gente de esto, tenemos que sacarnos a nosotros mismos adelante». Y, la verdad, es que lo hicimos. Lo conseguimos.

Josep Maria Argimon, consejero de Salud de la Generalitat de Catalunya durante la pandemia de la covid. 26.02.2025, Barcelona foto: Jordi Play

¿Qué hemos aprendido de la pandemia, cinco años después?

Hemos aprendido muchas lecciones. Algunas las hemos puesto en práctica, otras no tanto. Hemos aprendido que tenemos que estar preparados, que debemos tener los planes de contingencia al día. Esto significa, también, que debemos tener material de protección, en stock. Algo que antes de la pandemia no ocurría. No solo en Cataluña, sino en general en el mundo de la salud, porque se consideraba ineficiente, a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, en ámbitos como la defensa. También hemos aprendido que necesitamos tener estructuras que se puedan escalar muy rápidamente hacia una UCI. Se construyeron muy rápidamente siete espacios anexos en grandes hospitales que actuaron como UCI en su momento, que alguno aún está actuando como UCI porque esa es la necesidad, o tienen otros servicios. Pero lo que sí es cierto es que hemos desarrollado módulos que se pueden convertir en una UCI en cuestión de 48 horas.

Todo esto lo hemos aprendido. Hemos aprendido que necesitamos un sistema de información de vigilancia epidemiológica más importante, y por eso en el año 2022 nos pusimos a ello. Creamos el SIVIC [Sistema de Información para la Vigilancia de Infecciones en Cataluña] y, yo creo que está funcionando muy bien. De hecho, el otro día también lo declaraba el actual secretario de Salud Pública, Esteve Fernández. Es un espacio donde integramos diferentes fuentes de información y la combinamos con una inteligencia epidemiológica, que yo creo que es lo que en estos momentos se está desarrollando. Es decir, una inteligencia artificial. Este servicio también significa que debe haber colaboración con universidades y centros de investigación. Eso lo tenemos. Pero hay muchos otros aspectos que aún deben continuar desarrollándose, porque, al final, abordar una pandemia es construir una sociedad que sea resiliente, que sea fuerte, cohesionada… Creo que es importante tener una integración entre la parte social y la parte sanitaria, y en este aspecto creo que aún estamos dando pasos adelante, pero muy tímidamente.

De hecho, esta misma semana la presidenta de la Asociación Catalana de Recursos Asistenciales (ACRA) apuntaba que aún queda mucho trabajo por hacer en esta cuestión, porque considera que se ha avanzado muy poco desde la pandemia.

Es cierto, vamos muy despacio. Es fundamental entender, y ya lo sabíamos de antes, pero creo que la pandemia es el ejemplo más claro, que la salud animal, la salud humana y la salud medioambiental están absolutamente interrelacionadas, interconectadas. Y, en esto, que implica abordar el cambio climático, que implica tener una visión de una sola salud, este anglicismo de one health, estamos avanzando muy poco. Debemos entender que las primeras medidas de Donald Trump, como salir de la OMS o romper con el Acuerdo de París, también afectan la salud, no generan optimismo. Creo que, con la pandemia, sin embargo, sí que aprendimos que es necesaria una comunión, y que la investigación es lo que nos puede hacer avanzar. Aprendimos que para hacer esta investigación de manera ágil, rápida, necesitas una comunión entre lo público y lo privado, siempre preservando que el sistema público es quien debe liderarla.

Entonces, la integración social y sanitaria es el aspecto de la pandemia que no ha terminado de funcionar.

Sí, creo que es esa integración social y sanitaria, que significa cómo abordamos el cuidado de las personas mayores en nuestra sociedad. No significa, y lo repito siempre, construir residencias pensando en una nueva pandemia. Eso no tiene sentido, porque no debemos medicalizar o medicalizar en exceso las residencias, pero sí que debemos pensar cómo queremos que vivan las personas mayores, recordando siempre que el domicilio es el lugar principal donde todos queremos ser cuidados y donde todos queremos morir.

Visto en perspectiva, ¿lo habría hecho diferente?

No la gestión de la pandemia, pero sí la pospandemia. Es decir, a la hora de prepararnos para otra pandemia. Creo que debemos abordar mucho la combinación de la atención social y sanitaria y, aparte, abordar mucho este concepto de salud animal, salud ambiental y salud humana. Le pondré un ejemplo, el verano pasado sonó mucho el virus del Nilo, que antes era anecdótico. En el año 2020 en España se declararon, si no recuerdo mal, 77 casos. En el año 2024 se declararon 114, si no recuerdo mal, también, con 10 muertos. Este era un virus que estudiabas cuando hacías la carrera, era una pregunta de MIR seguramente [ríe], pero no veías ninguno. O los veías anecdóticamente. Esto significa que hay un cambio en el clima, significa que en el comportamiento de los mosquitos, las garrapatas… Se producen efectos en su hábitat, hay cambios en las precipitaciones, las temperaturas, la humedad… y todo esto favorece la entrada de nuevos virus, que en algún momento determinado pueden afectar, claramente, la salud.

Por lo tanto, ¿nos volveremos a encontrar con alguna pandemia?

Nos encontraremos.

¿Estamos preparados para afrontar una nueva pandemia?

Yo debo entender que estaremos más preparados. Digo que la tendremos [una nueva pandemia], seguro, pero no sabemos de qué tipo. Muy probablemente será por un virus también, pero tampoco lo sabemos con certeza. Y tampoco sabemos qué intensidad tendrá, ni qué gravedad tendrá. Eso no se puede saber. Cuando digo que sí que tendremos una nueva, sin embargo, lo digo porque si miramos los últimos cuarenta años hemos tenido una pandemia como el VIH, que generó muchísimo sufrimiento y dolor, y el costo de muchas vidas. Por suerte, la investigación ha logrado cronificar esta enfermedad. Pero en los últimos años también hemos tenido la gripe A, en el año 2009, que fue una pandemia, pero que, afortunadamente, no hizo tanto daño desde el punto de vista de la salud. Murió mucha menos gente, pero también es cierto que la gente que murió era más joven, porque ese virus afectaba más a este segmento de la población. Hay diferentes aspectos, pues, que nos indican que tendremos una nueva. La pandemia de la covid no diría que es especial, pero sí que es un virus que tiene las condiciones justas para hacer mucho daño. Mucha transmisibilidad a través de aerosol, por vía aérea… Es complicado de cercar y de contener, y con una letalidad entre un 1% y un 1,5% que hace que haga mucho daño.

Josep Maria Argimon, consejero de Salud de la Generalitat de Catalunya durante la pandemia de la covid. 26.02.2025, Barcelona foto: Jordi Play

¿Qué errores cree que se han cometido en la gestión de la pandemia?

Se cometieron muchos errores, porque era un hecho muy desconocido para todos. Esos errores deberían analizarse mirando también el conocimiento que tenías en ese momento. Y eso es importante de hacer. Yo siempre lo he dicho, creo que nos queda trabajo por hacer, pero yo creo que en estos cinco años deberíamos haber tenido tiempo de poder hacer un análisis serio y riguroso de la pandemia con todos los actores. Tanto los actores de la política, de la ciencia y la ciudadanía. Un análisis para analizar las diferentes acciones que se tomaron. También los resultados. No para determinar si la responsabilidad recae en uno o en otro, o si este fue más responsable que el otro, sino por el hecho de qué lecciones aprendemos. Sí que es cierto que con algunas cuestiones reaccionamos tarde, que alguna no dependía plenamente de nosotros.

¿A qué se refiere?

A mí, por ejemplo, una de las cosas que más me dolió es la muerte de las personas en los centros hospitalarios cuando no podían tener la compañía de un ser querido. Yo creo que durante la primera ola, en los primeros meses, tenía un sentido, pero después eso se debería haber relajado. Y, seguramente, se hizo demasiado tarde. Podríamos excusarnos en que era un protocolo que no era de Cataluña, que tampoco era ni siquiera o únicamente español, que iba más allá, pero creo que aquí se reaccionó tarde. Otro aspecto en el que creo que se reaccionó tarde, por decir detalles, fue en el uso de mascarillas en los niños pequeños, cuando ya teníamos evidencias nuestras, generadas por nosotros, y que las poníamos sobre la mesa. Se reaccionó tarde en el uso de mascarillas de los niños de entre 5 y 6 años, ya que unos debían llevar mascarilla porque estaban en un tipo de educación, los otros no, y todos tenían la misma tasa de infección.

¿Se improvisó por el desconocimiento que había sobre el virus?

Bueno, evidentemente, había un desconocimiento sobre el virus. Estaba secuenciado desde el 10-11 de enero, pero sí había mucho desconocimiento del daño que podía estar haciendo el virus.

Ahora, cinco años después del estallido de la pandemia, ¿lo habría gestionado de otra manera?

Veamos, yo creo que, visto en perspectiva y teniendo en cuenta lo que conocemos hoy en día, que en ese momento no conocíamos, una cosa que se podría haber hecho diferente es el confinamiento. Siempre lo digo, ninguna crítica al confinamiento, porque el confinamiento es lo que, en el fondo, en la primera ola hubo un momento que estábamos en una situación muy y muy crítica, y el confinamiento se vio claramente que había tenido su efecto. Sí que es cierto, sin embargo, que el confinamiento lo podrías haber hecho con más ductilidad. Es decir, dejar que las personas mayores puedan salir en determinado momento al aire libre, a pasear. Esta idea de no hacer un confinamiento tan estricto. Pero repito que esto no es ninguna crítica, porque esto lo podemos decir después de todo lo que ya sabemos y hemos aprendido. Y siempre lo he dicho, los que tomaron la decisión de que se debía confinar a la población los tienes que respetar mucho, porque no es una decisión fácil de tomar. Y fue efectiva.

Yo pongo como ejemplo que a finales de marzo, comienzos de abril, en una situación en la que ingresaban en Vall d’Hebron un enfermo intubado cada hora. Y esos enfermos que iban intubados, significa que iban directamente a la UCI, y se quedaban de media 42 días. Eso significaba que si continuábamos con esta escalada, sería inabordable. Por suerte, a comienzos de abril, comienza a bajar la curva gracias al confinamiento.

Usted lo comentaba, la gestión de las residencias de ancianos fue uno de los grandes puntos críticos de la pandemia, porque muchos acabaron muriendo solos.

En este aspecto, creo que también reaccionamos tarde como sociedad. A nosotros se nos pide, en el momento en que yo trabajaba como director del ICS, concretamente a la directora de la atención primaria, que lidere el hecho de entrar a las residencias, desde el punto de vista, sobre todo, de marcar una serie de pautas epidemiológicas que puedan, de alguna manera, minorar el daño de la pandemia. Creo que aquí llegamos tarde. Pero también se debe entender que era un momento en que todos los esfuerzos estaban puestos en atender la crisis sanitaria.

Otro de los aspectos que generó más dudas y críticas durante la pandemia fue la gestión de la movilidad de la ciudadanía con el estado de alarma, porque se llegaron a poner multas que se han tenido que acabar retirando.

Si es un estado de alarma o un estado de excepción, y si es constitucional o no, que lo acabó recurriendo Vox, es un tema que debemos enmarcar en un contexto concreto. Aquí hay un juego político. Antes, cuando he comentado que valdría la pena hacer un análisis riguroso, también me refiero al hecho de que cuando decretas un estado de alarma o de excepción, cuando confinas a la población, estás limitando derechos y libertades. Y eso es muy peligroso. Era necesario, y lo mantengo, pero es peligroso porque te puedes acostumbrar a ir a golpe de decreto. Es muy importante tener presente que con un confinamiento estás restringiendo derechos y libertades, y se debe tener presente que solo se puede usar en ocasiones excepcionales.

¿Cree que se ha hecho una revisión política sobre esta decisión?

Creo que se debe hacer una revisión política, pero se debe hacer también una revisión con todos los otros actores, los expertos, científicos, y la ciudadanía. No solo una revisión con expertos, porque los expertos deben hacer recomendaciones y asesorar a la hora de tomar decisiones, pero no rinden cuentas. Por poner un ejemplo, yo recuerdo que a comienzos de enero de 2022, cuando la variante ómicron entra con mucha fuerza, nosotros solo estábamos pendientes de ver qué afectación y gravedad tenía esta nueva variante. Comenzamos a ver, con datos europeos y nuestros, que parece que la gravedad no es tan importante. Que es muy transmisible, pero vemos que podía comenzar a ser, entre comillas, el fin de la pandemia. Porque una pandemia necesita que todos hayan estado en contacto con el virus. O bien porque te has vacunado, o bien porque te has infectado. Y en ese momento, la atención primaria tenía personas que se estaban haciendo los autotests… Era una avalancha. Entonces vemos que, si la situación continuaba de la misma manera, para Semana Santa ya estaríamos bien. Y en esa misma situación, uno de los expertos pedía que hicieran como los Países Bajos, cerrar 15 días el país. Y nosotros creíamos que ahora no era el momento, sino que se debía aguantar como sea el refugio de la gente que iba a los servicios sanitarios.

Josep Maria Argimon, consejero de Salud de la Generalitat de Catalunya durante la pandemia de la covid. 26.02.2025, Barcelona foto: Jordi Play

¿Y por qué no se ha hecho hasta ahora?

Lo desconozco, porque no está en mis manos.

De entrada, la vacunación también fue uno de los aspectos que generó más dudas entre la población, porque normalmente el proceso para desarrollar una vacuna es más lento. Y, en Cataluña, se empezaron a administrar las primeras dosis de Pfizer el mes de diciembre. ¿Eran seguras estas vacunas?

No lo podemos asegurar al 100%. Evidentemente, todo fármaco, porque una vacuna no deja de ser un fármaco, tiene efectos secundarios. Y con AstraZeneca ya vimos muchos de estos efectos secundarios. Recordemos que se detuvo durante un tiempo su suministro. En Cataluña tomamos la decisión de solo suministrar esta vacuna para la gente más joven, hasta los 55 años. Después vimos que, precisamente, es la gente más joven quien presenta más efectos secundarios, pero, por ejemplo, el resto de vacunas han tenido pocos. Sí que ha habido algunos casos graves, y es muy triste, pero eso pasa con todas las vacunas. Cuando comenzamos a administrar las vacunas en las residencias de ancianos, ya pudimos ver rápidamente, porque los sistemas de información nos lo permiten, que la curva de infección, y sobre todo de enfermedad grave o muerte, se reduce de manera drástica. Y las curvas se superponen a las de los estudios originales, y lo publicó el Medical Journal, cosa que también daba seguridad a las personas, a la ciudadanía, de que la vacuna funcionaba.

La investigación de estas vacunas sí que tiene algunos aspectos que no se pueden negar, y los explicamos. Tanto la doctora Carmen Cabezas [lo sustituyó como secretario de Salud Pública cuando él dejó el cargo para ser consejero] como yo, que salíamos públicamente cada semana, esto lo explicamos muy claramente. Normalmente, los ensayos clínicos tienen un período de seguimiento largo. Aunque, incluso si tienes un período de seguimiento largo, con miles de personas en el ensayo clínico, de entrada tampoco acabas viendo los efectos secundarios. Esto lo explico porque el seguimiento que se hizo fue corto, y en condiciones normales no se habría hecho así, pero en ese momento debíamos tomar una decisión haciendo un balance entre beneficio y riesgo. Yo creo que la tomamos bien. Si hubiéramos hecho un procedimiento normal, con un seguimiento de entre tres y cinco años, nos comenzaríamos a vacunar de la covid ahora. Y eso no habría tenido sentido.

Acortar los plazos de la investigación ha marcado las bases para repetir el mismo modelo en caso de que se produzca una nueva pandemia, que como usted ha dicho, volverá a pasar?

Vamos por partes. En Cataluña había estudios ya previos hechos del SARS-CoV. El SARS fue un virus, de la misma familia de coronavirus, que en lugar de tener una mortalidad entre el 1 y 1,5 [como la covid], era mucho más elevada. Y se acabó circunscribiendo al sudeste asiático. En el sudeste asiático, el SARS es algo que realmente impacta mucho, porque murió mucha gente. Y si se permite la expresión, claro, este virus no llegó a ser pandémico porque el mismo virus moría matando. Si usted me pasa el virus y yo muero, conmigo muere el virus, yo no se lo puedo pasar ya a una tercera persona. En cambio, el SARS-CoV-2 [nombre técnico con el que se conoce al causante de la covid], el virus mataba, pero permitía continuar infectando. Lo que quiero decir, es que ya teníamos estudios previos hechos.

En segundo lugar, la tecnología de RNA mensajero [la que se aplicó en las vacunas de Moderna, por ejemplo] ya se había utilizado en determinados tratamientos de cáncer, sobre todo oncológicos. Por lo tanto, tampoco era una tecnología 100% nueva, se debía aplicar con las vacunas. Y hay otra cosa, es donde quiero llegar, que es importantísima. Y es que se trabajó con todos los esfuerzos colectivos del mundo de la ciencia. El virus estaba secuenciado desde el día 11 de enero de 2020, compartido con toda la comunidad científica, para que todos pudieran utilizar los datos para hacer investigación. Y es muy importante porque hubo una colaboración público-privada. Es decir, que se alentaba a investigar, a hacer ensayos clínicos, y si no sale bien, que no se preocuparan, porque desarrollar un medicamento tiene un costo muy elevado, y es una cuestión que preocupaba a la industria. Yo aquí sí que matizo, sin embargo, y ya lo hice en su momento, porque si hay dinero público de por medio, que es lógico para amortiguar el riesgo, el beneficio debe ser controlado. Y es el camino que deberíamos seguir si volviera a pasar.

Cinco años después del estallido de la pandemia, usted considera que aún queda mucho trabajo por hacer en la integración social y sanitaria. Epidemiológicamente hablando, sin embargo, ¿se han hecho avances?

Sobre todo, se ha avanzado en lo que llamamos el servicio de información y vigilancia epidemiológica (SIVIC), porque hemos pasado de un sistema centinela con pocos equipos de atención primaria, a un sistema con equipos bien distribuidos por el territorio, que representan diversos grupos de edad, género, nivel socioeconómico, etcétera. Aparte, con este servicio también integramos el seguimiento de los casos más graves en una red de once hospitales, también distribuidos por todo el territorio. También integramos la red de alcantarillado. Ahora hemos comenzado a secuenciar los virus con más frecuencia, ya que antes se hacía solo esporádicamente, y ahora lo debemos traducir con inteligencia epidemiológica, para ver patrones de comportamiento y poder hacer predicciones.

Lo mismo ocurre, entonces, con la covid persistente.

La covid persistente es un problema de salud pública muy serio. Es muy complicada de detectar, porque la sintomatología es muy variada, muy diversa y muy compleja. Entonces las personas van de especialista en especialista, y eso les genera frustración porque piensan ‘yo me siento mal y nadie me dice nada’. Y, en segundo lugar, los pacientes con covid persistente esperan un tratamiento para aliviar sus síntomas, pero tampoco hay tratamiento. Hay tratamientos para determinadas sintomatologías, pero no hay muchos más. Es un problema de salud pública que requiere invertir mucho más en investigación.

¿Cómo se puede facilitar la vida a las personas que padecen esta enfermedad?

Creo que es fundamental lograr paliar su sintomatología e intentar acompañarlas. En salud, en sentido amplio de la palabra, es muy importante acompañar. Intentamos curar, pero lo logramos bastante menos de lo que pensamos o de lo que quisiéramos. Lo que sí debemos hacer es cuidar y acompañar siempre. Y, sobre todo, acompañar también supone decirles qué puedes hacer y qué no puedes hacer. No generar falsas expectativas. También es muy importante invertir mucho en investigación, porque es un problema que afecta a muchas personas en todo el mundo.

Conociendo la situación, ¿por qué no se ha hecho suficiente investigación?

Eso sí que no le sabría decir. La investigación, en principio, siempre debe ser una investigación competitiva. No lo digo para quitarnos responsabilidad, porque tampoco sería nuestra, ya que los fondos son europeos, básicamente. Las grandes agencias financiadoras son europeas. Son fondos europeos. España tiene el Plan Nacional, pero cada vez todo esto es menos y también no son los fondos, realmente es Europa. Y aquí es donde debe haber la sensibilidad europea de sacar convocatorias que vayan dirigidas a este problema y a la vez también la sensibilidad nuestra de investigadores de que este sea un problema que para ellos sea un problema relevante de investigar.

Al principio de la entrevista, usted ha comentado que decisiones como la del presidente estadounidense de salir de la OMS tienen efectos para la salud. Este organismo generó cierta controversia durante el inicio de la pandemia, ya que tardó bastante en decretar la emergencia sanitaria internacional. Una situación que se reprodujo, en cierta manera, este verano pasado con la viruela del mono. ¿Cree que la OMS es demasiado prudente?

No conozco muy bien la OMS internamente, pero como todos los organismos internacionales no es muy ágil. Creo que se ha vuelto bastante prudente después de algunos hechos, como la gripe A, porque recibieron muchas críticas. Sí, es prudente, pero eso no es del todo negativo. Lanzar una alarma es una decisión que debes pensar muy bien, porque cuando la lanzas debes saber que habrá una respuesta por parte de la ciudadanía. En Cataluña, el confinamiento, que como ya he dicho era necesario, se siguió con mucha intensidad porque la gente ya veía que teníamos un problema encima que se debía solucionar. ¿Qué habría pasado si hubiéramos anunciado el confinamiento tres semanas antes? Era un momento en que aún se hacía mucha vida normal, la gente seguía yendo a los campos de fútbol… Entonces la población no habría seguido tanto el confinamiento. Las alertas deben ser muy pensadas, muy prudentes, porque debes tener en cuenta que si la gente no te sigue, no habrá servido de nada.

Comparte

Icona de pantalla completa