Javier Martín Vide (Barcelona, 1957), es una de las voces más reconocidas del mundo educativo y de investigación en Cataluña. Licenciado en matemáticas y geografía, es catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona, especialista en climatología, académico de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona y miembro correspondiente de la Académie Royale des Sciences d’Outre-Mer (Bélgica). Doctor en Geografía e Historia por la Universidad de Barcelona con premio extraordinario, atiende El Món desde el laboratorio de Climatología de la UB-Raval (calle Montalegre 6, Barcelona) para hablar sobre el clima, el cambio climático y la situación en Cataluña después de que se haya superado una sequía que hizo agonizar a la población catalana durante más de tres años.

Estamos a mediados de septiembre y los embalses sobrepasan el umbral del 70% ¿Qué balance podemos hacer del verano?

Positivo. Tuvimos el final de la sequía y insistimos mucho en que era necesario comunicar a la ciudadanía que esto era una buena noticia, que la sequía había terminado, pero también era necesario hacer dos advertencias: Que volverá, porque es consustancial con nuestro clima mediterráneo, y que en estos momentos de abundancia de recursos hídricos, es necesario tener cierta prudencia en el consumo de agua. No podemos caer en lo que hablamos del ciclo hidrológico.

Afrontamos los próximos meses en unas condiciones buenas, razonablemente buenas, para un país mediterráneo como el nuestro. Este porcentaje de agua embalsada está muy bien. El verano no fue lluvioso en conjunto, hubo tormentas en las cabeceras pirenaicas, pero no ha sido un verano lluvioso. Afrontaremos las próximas estaciones en unas condiciones que ni de lejos teníamos en los años 21, 22, 23, 24, con aquella sequía terrible. Estamos en unas condiciones que no conocíamos desde hace años.

En conversaciones anteriores con El Món usted había puesto énfasis en este ciclo hidrológico del agua. ¿Qué es?

Es el hecho de bajar la guardia cuando llueve. Bajar la guardia cuando tenemos unos recursos almacenados de agua buenos, entonces nos olvidamos del problema hasta que vuelve a dejar de llover, vemos cómo bajan los recursos de los embalses y entonces, otra vez, nos llevamos las manos a la cabeza. La sequía está aquí. Este es el ciclo hidrológico sobre el cual deberíamos mantener siempre un nivel de atención y de prudencia en los consumos. Porque vivimos en un país que enfrenta periódicamente, de manera recurrente, el mismo problema. La sequía es consustancial con nuestro clima mediterráneo y, por tanto, no debemos caer en esta falta de atención cuando llueve porque volveremos a sufrir cuando llegue la próxima sequía, que llegará. No digo que vaya a llegar una tan grave como la pasada porque fue excepcional, pero debemos estar atentos.

Debemos trabajar ahora para estar mejor preparados cuando tengamos que enfrentar la próxima sequía que lo estuvimos en el pasado. Ahora es el momento de intentar disminuir las pérdidas de agua en las redes de distribución, que siguen siendo muy altas en muchos municipios catalanes, hacer mejoras en la recolección de las aguas pluviales, fomentar en todos los lugares con un urbanismo extendido de viviendas unifamiliares que aprovechemos el agua que escurre por los tejados cuando vaya a llover. No olvidemos que esas medidas están aquí. No olvidemos que perdemos agua, ahora no nos importa porque tenemos recursos, pero perdemos agua en muchos municipios, y, a la vez, no podemos mantener a la población en una alerta continua, porque entonces baja la guardia, es evidente. No se puede mantener a un ciudadano en un estrés continuo, pero debemos vivir sin bajar la guardia.

¿Hemos aprendido de las dos últimas sequías de 2008 y 2021?

De la de 2008 sí, dejó una huella positiva. Especialmente en Barcelona y los municipios del área metropolitana, no en todos, el consumo de agua por persona y día está muy moderado. 100 litros por persona y día es una cifra que está muy bien, bajar más es muy difícil y no garantizaríamos la higiene del todo. En este aspecto el paso de la sequía dejó una huella positiva, huella que también se ha notado en ciudades fuera de Cataluña como puede ser Sevilla. Después de las grandes sequías siempre queda algo, alguna mejora. De esta, sin embargo, aún no lo sabemos, está muy próxima en el tiempo.

¿Cómo valora las propuestas del gobierno que desde que inició la legislatura apostó por reutilización de aguas grises, regeneración de agua, y la desalinización?

Sobre lo que se ha declarado y sobre el papel veo que son las medidas cabales, las más cabales, las más consecuentes con la problemática. El agua regenerada es, en alguna medida, la solución. No diremos la solución completa, pero…

¿No es la panacea?

No, no es la panacea total, pero en un país como el nuestro con episodios de sequías largas, prolongadas, es a lo que debemos dirigirnos. El agua regenerada, que supone que nuestras aguas grises de desecho las limpiamos en las estaciones depuradoras, las depuramos y con algunos procesos complementarios hacemos que al final tengan una calidad suficientemente buena para poder verterlas sin problema en un sistema fluvial o en un acuífero que finalmente completará la regeneración total. Yo creo que esto, además, es la idea clave, la idea de la naturaleza, de la idea ciclo del agua, y es la idea clave para no contaminar después acuíferos o ríos y otros. Regenerar el agua, devolverle la calidad inicial es el gran objetivo.

Incluso si no tuviéramos sequías?

Aunque no nos faltara agua, sí. Aunque viviéramos en un país sin problemas de agua, ese sería uno de los objetivos. Que nuestras aguas grises volvieran a tener la calidad que tuvieron en origen. Luego hay otras medidas como la política del gobierno de extraer más agua de acuíferos aquí en la cuenca del Besòs, todo esto es complementario. Pero yo esto del agua regenerada lo veo muy bien, en la California estadounidense ha sido la clave.

Javier Martín Vide, climatólogo y catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona. Barcelona 15.09.2025 | Mireia Comas
Javier Martín Vide, climatólogo y catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona. Barcelona 15.09.2025 | Mireia Comas

En el contexto de cambio climático y la situación geográfica del Estado español con la tendencia a sufrir sequías ¿estamos los humanos encaminados a ‘crear’ agua de estas maneras?

Sí, está después la otra partida importante es el agua desalada de plantas desalinizadoras. Esto en algunos lugares es obligado. Ahora pienso, por ejemplo, en islas, en baleares o en canarias o en lugares peninsulares muy secos es que no hay recursos ni superficiales y los recursos subterráneos de acuíferos están a la baja. El agua de desalinización nos ha salvado bastante, sin ellas no sé cómo lo habríamos pasado, habríamos tenido restricciones de agua potable en el área metropolitana, seguro. Tiene sus problemáticas, obvio. Es un agua cara, que consume energía, genera la salmuera; y, en cambio, el agua regenerada también consume energía, pero en todo caso es un proceso que, desde un punto de vista de sostenibilidad, es muy aceptable y no contamina además.

¿Pueden acabar estas medidas en un callejón sin salida?

Falta que se ejecuten… Hay que ver si se llevarán a cabo porque en la sequía de 2008 no se hicieron muchas cosas desde entonces. No se hicieron muchas cosas u otras preocupaciones o asuntos de tipo político que se mezclaron de manera importante en Cataluña y esto dejó en un segundo plano el tema hídrico. Hay que decir que en Cataluña tenemos muy buenos técnicos, en la Agencia Catalana del Agua (ACA) trabaja gente muy preparada, pero quien manda es quien gestiona y, al fin y al cabo, es el poder político quien determina si hay que limpiar un lecho finalmente o si hay que construir la nueva planta desalinizadora.

Confío en los técnicos de la ACA. Están bien preparados y algunos de ellos sabían en 2008 y posteriormente cuál era la problemática, pero claro, no podían llevar a cabo una actuación determinada si no tenían el beneplácito de la correspondiente consejería. Estamos sujetos al hecho de que las órdenes las tome el político de turno.

¿Estaría preparada Cataluña para afrontar una sequía, no tan grave como la de estos últimos tres años pero sí un par de puntos por debajo?

Yo creo que estaríamos mejor preparados que cuando tuvimos que afrontar la última, que efectivamente fue muy larga y muy grave. En lluvia, en Barcelona, con datos del Observatorio Fabra, apenas se alcanzaba a poco más de la mitad durante tres años seguidos 2021, 2022, 2023. Los totales pluviométricos quedaban en 300 (mm) y algo, cuando la media en Fabra es 600 y un poco. En cada uno de estos tres, 21, 22 y 23, Barcelona, y en conjunto en el área metropolitana, recibió un poco más del 50% de lo que debe llover. Si esto hubiera pasado en un solo año, dices, ‘bueno, este año ha sido un año sequísimo, pero el siguiente será normal ¿no?’. Lo grave es que se encadenaron tres años seguidos, y eso desde un punto de vista probabilístico tiene una probabilidad de ocurrencia remota.

La ciudadanía, como mínimo, sabe que ha pasado por una sequía muy dura y que en una futura sequía dejarían de regarse parques y jardines, probablemente la limpieza de las calles también, en los lavaderos de coches no se podrá utilizar determinado tipo de agua; esas medidas que conocemos. Creo que estaremos mejor preparados, sobre todo si, tal como esperamos, no será tan excepcional, tan grave como la vivida.

Volviendo a la actualidad, hemos vivido un verano de contrastes. Se han sufrido incendios muy graves, grandes episodios de lluvia y dos olas de calor

Sí, hemos sufrido estos episodios de fenómenos extremos. AEMET ha notificado dos olas de calor, la de junio y la de agosto. En lugares de Cataluña como Esterri d’Àneu o Llavorsí se han alcanzado los 37-38 grados, temperaturas muy altas. Hemos tenido el contraste de algunos episodios de lluvia muy importante ahora en la Quar, en el Berguedà, donde ha habido una punta de intensidad minutal entre siete y ocho grados que es récord en Cataluña. En un minuto se llegó a acumular casi 8 litros en un metro cuadrado. Esto es el diluvio universal. Ha sido un verano que sí, se puede decir de contrastes por algunas lluvias puntuales de elevada intensidad y por las olas de calor.

¿Estos altibajos son una derivada del cambio climático?

No me atrevería a afirmarlo, pero es una hipótesis plausible. Habrá que confirmarlo, hacer un estudio posterior con todos los datos disponibles y ver si esto se ajusta a lo que conocíamos de nuestro clima o introduce una nueva derivada. Pero estos estudios se llaman de atribución y requieren un cierto estudio estadístico, casi siempre a posteriori.

Pero fíjate por la Diada (11 de septiembre), en el observatorio de la Vila Olímpica se llegó a registrar 119 milímetros. Una barbaridad, 119 milímetros es una barbaridad. Mientras que aquí (el observatorio de la UB-Raval) se registraron alrededor de 30 mm, pero es que en el Observatorio Fabra se registró cero. Es de los días más lluviosos que ha habido en este observatorio (Vila Olímpica) en toda la historia y fíjate que en solo 10 kilómetros en línea recta se ha registrado 119 milímetros y cero, y aquí, a dos kilómetros de Vila Olímpica menos de la tercera parte.

Javier Martín Vide, climatólogo y catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona. Barcelona 15.09.2025 | Mireia Comas
Javier Martín Vide, climatólogo y catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona. Barcelona 15.09.2025 | Mireia Comas

Se hace impredecible

Sí, lo hace más impredecible en el tiempo y en el espacio. Porque a ver, ¿cómo predecimos por barrio? ¿Quién iba a decir que por la Diada, no habría lluvia en el Observatorio Fabra y 119 milímetros en Vila Olímpica?

¿Se ha utilizado el clima como arma política?

Sí, siempre se ha utilizado el clima como argumento para justificar a veces la inacción. En muchos momentos y en muchos países se ha utilizado a veces como pretexto o como justificación de la inacción. “Oh, esto era inevitable”.

¿Como en la DANA de Valencia?

Sí. ¿Fue un episodio excepcional? Sí. ¿Un político puede decir que fue un episodio excepcional? Sí. Pero la catástrofe, la muerte de 230 personas, no se debe exclusivamente ni mucho menos al episodio excepcional. Se debe al maltrato que sufrió el territorio durante décadas con una pésima planificación territorial, o la ausencia de esta en muchos casos. Era una catástrofe anunciada. Además, falta cultura del riesgo, en todos aquellos municipios como Catarroja o Paiporta no se hizo nunca un simulacro para entender que si el agua inunda el parking no debemos ir allí. Y esto no es culpa del ciudadano, en gran parte, es culpa del gestor de quien nos administra, del político que debería haber avisado a las personas que viven allí, alertarlos previamente y no el día de la DANA, sino avisarlos previamente de que estaban en un lugar de riesgo.

¿Cómo se debería haber actuado?

He planteado alguna vez que cuando uno compra una vivienda o tiene un contrato de alquiler, se le pide un certificado energético del edificio, la cédula de habitabilidad, el impuesto de no sé qué. ¿Y por qué no se debería dar un documento sobre el nivel de riesgo que tiene la vivienda que compra? De riesgo por peligro natural, por inundación, ‘escuche, aquí pasa esto’. ‘Mire, usted vivirá aquí, este piso está en condiciones, todos los certificados, no tiene aluminosis, pero está en un lugar que es inundable, no es peligroso del todo, pero es inundable. Se puede inundar su parking, se puede inundar la planta baja’, ¿por qué no?.

Hacen falta tres cosas: planificación del territorio, una buena cultura del riesgo y de la autoprotección y una buena gestión de la emergencia, que fue de lo más pésimo posible en el caso de Valencia. El clima ha sido un arma, una excusa, una justificación para no haber actuado.

Nos falta cultura sobre qué es la naturaleza?

Nos falta un poco de cultura del riesgo y un poco de disciplina. La cultura del riesgo es conocimiento geográfico, muchas personas que vivían al lado de la rambla de Poio venían de fuera porque habían llegado hace poco, eran inmigrantes que siempre habían visto un hilo de agua, porque claro, no conocían geográficamente eso. El conocimiento geográfico es fundamental para salvar vidas. Hay que conocer que en este lugar pueden caer esos 100 milímetros que no caerán nunca en Valladolid, porque el máximo estará en 70 o en 80, que en el campo, en la montaña, cuando hay un incendio forestal, hay que ir hacia abajo, nunca hacia arriba, que si hay tormenta no podemos bañarnos o pisar la arena húmeda.

No pasa nada hasta que pasa

Falta disciplina. Si nos comparáramos con algún país europeo avanzado yo creo que no saldríamos bien parados. Una bandera roja en una playa es prohibición de baño y se puede ver cómo hay gente que se baña, o que se ha decretado alerta por un temporal y van al espigón a hacerse fotos. Si una persona hace un viaje o va a hacer un proyecto, una excursión, debe saber por dónde va, saber que los pocos glaciares que quedan en el Pirineo son muy peligrosos porque están en deshielo… Falta conocimiento geográfico y disciplina.

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