Nos encontramos con el doctor en historia Antoni Simon (Girona, 1956) en su despacho de la Facultad de Letras de la Universidad Autónoma de Barcelona, donde enseña historia moderna desde 1980 y es catedrático desde 1997. El encuentro se produce días antes de su participación en la tercera edición del seminario anual de sociolingüística que organiza Plataforma per la Llengua, con la marca Semicercles, y con la vinculación entre la lengua y la identidad colectiva como temática central de este año. De hecho, el historiador estudia en sus dos últimos libros La unidad de España como valor político. Una arqueología intelectual (Afers 2022) y La construcción del enemigo interior. Los catalanes en el pensamiento político español (Afers 2024). La construcción cultural por la cual la unidad de España ha devenido un máximo político absoluto para el nacionalismo español y la utilización de los catalanes como enemigo interior cohesionador y consolidador de este nacionalismo. El seminario de este año también contará con ponencias de los profesores Peter A. Kraus, catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Augsburgo, y Maite Puigdevall, sociolingüista y profesora agregada de la UOC.

Su último libro, ‘La construcción del enemigo interior’, parte de la idea de que el nacionalismo catalán es el enemigo interior del nacionalismo español. ¿Se trata de una construcción sociocultural?

Eso es una construcción, sociocultural, efectivamente. Sin embargo, en mi visión, que estaría en la línea de lo que dice Azar Gat, hay que hacer una lectura evolucionista de los nacionalismos. Es decir, que hay unas necesidades humanas de socialización, de establecer unas relaciones sociales con los demás, y eso implica unas comunidades etnoculturales, las cuales luego se entrelazan con formas de organización de tipo político. La lengua sería el principal marcador cultural. Y, por tanto, hay una interrelación entre lengua, estos elementos biopsicológicos relacionados con las necesidades humanas y, por otro lado, unas construcciones sociales y políticas.

¿Esta construcción sociocultural del enemigo interior es una particularidad del nacionalismo español?

Los nacionalismos contemporáneos, sobre todo a partir del siglo XIX, se han construido frecuentemente sobre enemigos exteriores, pero una de las especificidades del nacionalismo español es que el principal enemigo son los nacionalismos subestatales que emergen a finales del siglo XIX, y muy especialmente el nacionalismo catalán.

Antoni Simon, catedràtic d’Història Moderna de la UAB, 16-10-2024 / Mireia Comas
Antoni Simon, catedràtic d’Història Moderna de la UAB, 16-10-2024 / Mireia Comas

¿Y por qué fija un enemigo interior cuando no es una práctica habitual?

Si nos situamos en el siglo XIX y comienzos del XX, es la época de los grandes imperialismos, cuando cuatro o cinco imperios se reparten casi todo el mundo, pero entonces es cuando España pierde prácticamente todas las colonias, muy especialmente Cuba, y esto radicaliza el nacionalismo español. Entonces se teme que el siguiente paso de desintegración se produjera en el espacio peninsular, en el estado-nación español.

¿Y por qué se elige a Cataluña como el enemigo?

Bueno, más que elegir a Cataluña como el enemigo es que es considerada como el principal peligro de este proceso de disgregación. Cuando miras los textos, por ejemplo, del primer fascismo español, los de Ramiro Ledesma, que es el teórico más radical, se dice que el Estatuto de Galicia y el del País Vasco son cuestiones que tienen menos relevancia para la unidad nacional, en definitiva, dice que el peligro de disgregación proviene sobre todo de Cataluña. Y además, hay un trasfondo de guerras y confrontación, muy especialmente desde los choques del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII. Y esta memoria histórica también pesa.

¿Y qué papel juega la lengua en esta memoria histórica? 

Tal como he dicho, en esta perspectiva que evoluciona, la lengua es el marcador cultural más importante. Cuando hay el entrecruzamiento de estos elementos etnoculturales con elementos políticos en la primera modernidad, hay dos momentos clave. Uno es el momento que se conoce como la época de la razón de estado, entre mediados del siglo XVI y mediados del XVII, donde lo importante es la conservación del estado. Y a la conservación del estado hay que subordinar todos los otros tipos de valores. Entonces se empieza a ver que rey y religión son insuficientes, que se necesitan elementos de cohesión horizontal, y se empieza a valorar la lengua como un elemento de cohesión políticamente relevante. Otra cosa es que estos incipientes estados modernos tengan en esos momentos instrumentos para una sustitución lingüística, pero eso ya está fijado en la teoría política. El otro momento de entrecruzamiento importante entre la lengua y estos contextos, estas ecologías sociales y políticas, es a partir del siglo XIX con los nacionalismos contemporáneos, donde la lengua ya explícitamente es un elemento fundamental y se establece una relación clara entre lengua y nación.

Es decir, la lengua choca con la voluntad asimiladora del estado español. 

Yo distingo tres fases históricas sobre esto. La primera es esta de la razón de estado, siglos XVI-XVII, en que ya se considera la lengua como un elemento político importante de cohesión, pero no hay políticas lingüísticas de sustitución. Eso no quiere decir que no haya efectos lingüísticos a través de directrices políticas de otro tipo. Por ejemplo, la presencia masiva de tropas en un territorio implica unas relaciones desiguales entre dos lenguas, porque unos tienen la coerción, la autoridad, y los otros que no las tienen. Es decir, habría unos efectos lingüísticos indirectos, tal como pasa en la Cataluña del siglo XVII. En el siglo XVIII, ya hay un estado administrativo borbónico que comienza a aplicar unas medidas administrativas como el decreto de Nueva Planta y la real cédula de 1768, entre otras medidas. Al inicio como represión, pero después también ya hay un protonacionalismo español que comienza a identificar claramente lengua y nación. Y esto liga con una corriente europea, desde Condillac a Rousseau, que teoriza esta identificación.

Pero aún los instrumentos y los mecanismos que se tienen para intentar llevar a la práctica esta ecuación son relativamente débiles. Es decir, el estado en esos momentos, por ejemplo, no controla la instrucción pública. A partir de la revolución liberal y a partir del desarrollo ya propiamente en España de un estado administrativo, que se da sobre todo en la década de los años 40 del siglo XIX con la revolución moderada, sí que ya comienzan a haber unos instrumentos y unas políticas llevadas por los juristas administrativistas, como Posada Herrera o Manuel Colmeiro. Esta gente que está en los ministerios, en el Congreso y en las grandes instituciones culturales, es que ven que la unificación de la lengua aún no se ha logrado, pero queda como un objetivo político del estado-nación español.

Antoni Simon, catedràtic d’Història Moderna de la UAB, 16-10-2024 / Mireia Comas
Antoni Simon, catedràtic d’Història Moderna de la UAB, 16-10-2024 / Mireia Comas

¿Cuál es el objetivo?

El objetivo es una nación identificada con un estado y una lengua. En el caso de los ilustrados catalanes, como Capmany, por ejemplo, interpretan que lo que ha pasado después de 1714 ya es irreversible y que la nación será la nación española, porque no hay otra. Pero muchas veces eso está mal interpretado. Para estos ilustrados y para los primeros liberales catalanes, después de 1714, lo que se da es una relación de nación dominante, que es la castellana, y nación dominada, que es la catalana. Entonces, con la revolución liberal, creen que puede ser una superación de esto, aunque sea nación española y renunciando a la lengua, pero muy pronto queda claro que esta relación de dominación no se ha acabado.

¿El inicio de la persecución a la lengua lo sitúas en el siglo XVII?

En el siglo XVII, la lengua es una cuestión que ya es valorada políticamente, pero incluso los mismos miembros del poder castellano-cortesano ya ven que los límites de los instrumentos para la sustitución lingüística. Los efectos sobre la lengua son más indirectos. En el siglo XVIII sí que ya podríamos hablar de unas medidas propiamente de imposición de la lengua castellana. El Decreto de Nueva Planta dice que las causas de la Audiencia se han de hacer en castellano y eso podía tener unos efectos en cascada en el ámbito administrativo. Como la Audiencia es el Tribunal Superior de Justicia, eso va hacia abajo y acaba arrastrando a otras instituciones, pero este elemento que podríamos llamar persecución, o imposición, evoluciona en el siglo XVIII hacia esta idea de la ecuación una nación española = una lengua. Eso en el pensamiento ilustrado europeo es muy general. ¿Y cuál es la lengua de la nación española? Es la lengua castellana, por supuesto.

Y en esta idea el catalán no tiene cabida.

No, en esta idea ilustrada y del primer liberalismo de una lengua igual a una nación, no. Pero fijémonos en una cosa: esto está muy arraigado al comienzo del XIX incluso en Cataluña, pero, claro, esta ecuación lengua igual a nación también la hace el nacionalismo catalán en las décadas finales del siglo XIX. Y aquí es donde se produce el choque y aquí es donde la lengua, también ahora, es un elemento de confrontación más intenso. En el caso español predomina la idea de una nación, un estado, una lengua, y además, con una influencia, a partir de comienzos del siglo XX, muy importante de Ortega y Gasset, y después de Carl Schmitt, que cualquier heterogeneidad es destructiva del estado que es considerado la cosa política por excelencia.

Es el discurso de Ortega y Gasset, que decía que “estado y nación deben estar fusionados en uno”.

Sí, es eso. Que en el fondo es Hegel y también, Carl Schmitt, y eso tiene una influencia muy grande en el pensamiento español de las derechas, tanto neocatólicas como fascistas, y no hay un pensamiento español de izquierdas alternativo. Hay algunos autores. Yo en otro libro, ‘La Unidad de España como valor político’, hago notar que Luis Araquistáin sí que era un intelectual socialista que valoró la libertad por encima del valor de la Unidad. Pero esto es muy excepcional.

¿Y con todos estos factores en qué situación se encuentra el catalán dentro del Estado español?

Yo escribí el libro ‘Lengua y política en la Cataluña del siglo XVII’ y me introduje un poco en la materia. Y en un estudio de sociología lingüística evolutiva, hecho por autores bastante reconocidos como Patrick Heinrich y John Wedel, venían a decir que la principal causa de minorización extrema, o de pérdida de lenguas, era un contacto desigual entre lenguas. Esto, en la historia de la humanidad. En el contacto desigual entre lenguas no estamos hablando únicamente de cantidad de personas que la hablan, que también, sino aspectos como el prestigio social de una lengua, la utilidad de una lengua, el valor que en ese determinado contexto político se le otorga, etcétera. Y bueno, no soy lingüista, pero, según algunos datos que he visto, puedo decir que el catalán en algunos campos, como internet o Wikipedia, está bien; pero en otras cosas hay cifras que no son muy buenas. Por ejemplo, va disminuyendo la gente en los territorios del dominio lingüístico catalán que utiliza habitualmente la lengua catalana; de otro modo, como es sabido en ámbitos de impacto fuerte en cuanto a este tipo de relación, como es la justicia, el catalán se encuentra en una situación de minorización extrema.

Antoni Simon, catedràtic d’Història Moderna de la UAB, 16-10-2024 / Mireia Comas
Antoni Simon, catedràtic d’Història Moderna de la UAB, 16-10-2024 / Mireia Comas

¿Todo este impacto es resultado de un trabajo a lo largo del tiempo del Estado español? 

No soy sociolingüista, pero entiendo que en cualquier proceso evolutivo normalmente intervienen diferentes factores. Ahora, que en unas fases determinadas ha habido unas políticas de incluso marginación de la lengua, o persecución, sí; pero la cosa seguramente es más compleja porque hay otros elementos a tener en cuenta. Sí que hay una cosa que evolutivamente es que el concepto de unidad de España es un concepto políticamente sacro para el nacionalismo español dominante. Se considera que es superior a cualquier otro valor, sea de pluralidad política, etc. Y, por tanto, se subordinan muchas cosas. Y eso tiene efectos culturales y efectos lingüísticos.

¿Uno de los objetivos del nacionalismo español con su enemigo es sustituir el catalán por el castellano?

Para una parte de este nacionalismo, sí. Lo dicen claramente y, no lo dicen charlatanes o personas de relevancia menor, sino intelectuales, juristas, políticos que, al final, incluso eso tan divulgado de la conllevancia orteguiana, o de la tolerancia constitucional, no les parece aceptable. Creen, en definitiva, que lo que hay que hacer es culminar la ‘conquista interna’ iniciada ahora hace tres siglos porque eso es lo que dará fuerza a una nación-estado español. Participan en esta idea varios sectores de la derecha, entre ellos la FAES y su entorno.

¿Y la izquierda? 

Lo que creo es que también hay una posición de omisión ante esta corriente y que hay elementos que no se controlan desde el ámbito catalán. El estado de las autonomías es una continuación del nacionalismo regionalizado franquista. Y, por tanto, el último objetivo es acabar con el nacionalismo catalán. Pues, quizás no hacen nada, dejan hacer, o incluso, quizás dicen que hacen algo, pero pensando que el trabajo lo harán los otros y que esta evolución, finalmente, ya dará resultados.

¿Y con todo esto, dónde queda esta idea del estado plurinacional?

Está claro lo que pasó con la transición. Y en este libro explico que el artículo segundo es un artículo impuesto desde los sectores militares, y que solo se reconoce la «nación española», la cual muchas veces aparece citada la Constitución. Es cierto que se menciona las «nacionalidades» del estado de una manera indeterminada, pero esta ambigüedad termina con la sentencia de junio de 2010 porque dice que el concepto de nacionalidad no tiene ningún contenido juridicopolítico. Está claro si nos movemos en el marco estricto constitucional, no hay un reconocimiento plurinacional. En esta sentencia y en una parte de las argumentaciones, que sobre todo han dado gente teóricamente de izquierdas, se hace una diferencia entre nación política y nación cultural para fundamentar todo esto. Pero en la historia de todos los nacionalismos hay elementos políticos y hay elementos culturales. El nacionalismo español también tiene un tono culturalista, no solo es un nacionalismo cívico. Y el nacionalismo catalán también tiene elementos culturales y también tiene elementos cívicos.

¿El catalán puede sobrevivir en el marco actual?

Siempre digo a los alumnos que el futuro no existe, solo existe el presente, y que la única cosa que sabemos del futuro es que queda influido por muchos vectores (de hecho, cada uno de nosotros somos uno). Y que, además, estos vectores se pueden combinar de muchas maneras, con una forma de sistema complejo. Así, lo que estamos hablando del catalán o de la situación de Cataluña tampoco se puede desligar de lo que pasa a escala internacional, en el hecho de que elementos que son culturales quedan impactados por otras cuestiones políticas, etcétera. Por tanto, si bien todo el mundo hace cálculos o prospectivas y hay algunas cosas que tienen unos comportamientos más previsibles, la demografía por ejemplo, lo que puede pasar con el catalán, o más precisamente con la nación catalana, es difícil de predecir y yo no quiero hacer de profeta.

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