Aseguran los periodistas catalanes que hace décadas que se dedican a la crónica de sucesos que el boom actual del true crime solo ha hecho que aflorar lo que siempre ha existido. Siempre ha habido crímenes, juicios, investigadores y periodistas que lo han contado. Y siempre ha habido forenses. Como Narcís Bardalet. Este pediatra especializado también en medicina legal fue durante décadas uno de los forenses que recorría los pueblos del Alt Empordà haciendo levantamientos de cadáveres y autopsias, en condiciones muchas veces insalubres. Por su personalidad, siempre ha sido un personaje local conocido por los periodistas de las comarcas gerundenses.
Lo que ha cambiado ahora, con el éxito del género periodístico que antes se llamaba simplemente

El nieto del juez de paz de Sils que miraba bajo la cama por si había un muerto
El Bardalet adulto conocido como forense experimentado sorprende a los lectores del libro con la historia del niño Narcís. Nacido a Girona el 1953 y nieto del juez de paz de Sils –un pueblo la Selva que en los años 60 no llegaba a los 2.000 habitantes–, cada vez que la Guardia Civil se presentaba en la casa familiar para comunicar una muerte repentina que requería que el abuelo saliera en plena noche a hacer un levantamiento de cadáver él soñaba con muertos. Cuando se iba va a dormir, siempre miraba bajo la cama temiendo encontrar algún cadáver. Convivió con estos terrores nocturnos hasta que a los 14 años se rebeló y pidió al abuelo que lo dejara acompañarlo en sus salidas como juez de paz. Quiso ver una autopsia. Y así empezó a familiarizarse con la muerte y con la composición del cuerpo humano, con los órganos vitales y su funcionamiento. Pronto decidió que quería ser médico. Así se puso la semilla del Bardalet adulto, el forense.
Esta es la primera de las 38 historias de
El forense y la periodista, dos veteranos que se conocieron «atrapados en el infierno»
La periodista ha publicado otros libros sobre los casos que ha seguido, entre los cuales destaca
El embalsamamiento de Dalí
El capítulo
«De hecho, hay muchos más casos que hemos vivido juntos, como el secuestro de Maria Àngels Feliu, el del descuartizador de Sant Pere Pescador o el del asesino de niñas y mujeres de Sant Hilari Salalm, Josep Talleda. Y siempre hemos conseguido no curzar ninguna línea roja, haciendo de equilibristas, para que la administración de justicia no nos abriera diligencias para vulnerar ningún secreto de sumario. Muchas veces Bardalet decía más con el que no decía que con el que decía», explica con socarronería la periodista, en conversación con El Món.
Un prólogo imprescindible
Bardalet recuerda el caso de un compañero que tuvo que salir corriendo cuando entró en la cámara de un cementerio donde le esperaba un cadáver y lo encontró rodeado de una nube de abejas. «A veces tenías que compartir la sala con el alguacil y el enterrador del pueblo. Allí no había frigoríficos, y tenías que poner el muerto junto a las herramientas, la azada, el cortacésped… Eran auténticos trasteros, sin ningún tipo de condiciones higiénicas. La autopsia la tenías que hacer sobre una piedra, y te tenías que llevar los instrumentos mal lavados (…) El forense solía acabar lavándose las manos en el bar del pueblo«, describe.
Un «filósofo» de la vida y de la muerte que siempre se ha hecho escuchar
Para Tura Soler, la compilación de casos del forense Narciso Bardalet es un testigo de cómo «en relativamente pocos años ha cambiado todo radicalmente en la medicina legal, igual que los periodistas han pasado de la Olivetti a Twitter».
El sentido de explicar este fragmento de historia a través de las peripecias de este forense se encuentra, según la autora, en «la personalidad» de Bardalet. «Siempre ha sabido hacerse escuchar. Aparte de ser una especie de filósofo de la vida hablando de la muerte, siempre ha tenido esta habilidad de hacer estas pausas dramáticas cuando habla, incluso exponiendo dictámenes en los tribunales, que le daba proyección pública en épocas en las que no había redes sociales. De hecho, Narcís ahora apenas se ha puesto Whatsapp, pero toda la vida se ha comunicado bien sin necesidad de tecnología. Por su manera de ser», sentencia la periodista.