La selectividad 2023 ya ha arrancado y lo ha hecho con un examen de castellano «bastante fácil». En unas pruebas de acceso en la universidad de récord, con 42.000 alumnos inscritos, los alumnos han enfrentado los exámenes con los nervios a flor de piel, pero la convicción de que podrán acceder a la carrera de sus sueños. A la espera de empezar el segundo examen de la jornada, los estudiantes ya han superado una de las pruebas que más les preocupan tradicionalmente, la de lengua castellana. A la salida de la prueba, las caras eran de alivio y los estudiantes con los que ha podido hablar El Món han confirmado las buenas sensaciones que transmitían sus rostros.

Joana Dalmases, una estudiante del Maresme que quiere acceder al grado de gestión de ciudades inteligentes y sostenibles, ha salido muy animada del examen de castellano. «Como era el primer examen no se han pasado, ha sido asequible«, ha asegurado la chica, que ha llegado al campus donde hace los exámenes, el de la Universitat Pompeu Fabra en la Ciutadella, con más de media hora de antelación. Tanto ella como su compañera, Ona Esquivel, que quiere estudiar farmacia, han sufrido más el proceso hasta ver el examen que el momento de hacerlo. Ambas, que han venido esta mañana desde el Maresme, han coincidido en señalar que el transporte hasta Barcelona «no ayuda con los nervios» y además, «añade más cansancio porque son días muy intensos». Mientras esperan para abordar la segunda prueba del día, Dalmases insiste en que prefiere no pensar en los resultados hasta el día 22, cuando se publicarán oficialmente.

Un momento de descanso entre examen y examen de la selectividad 2023 / I.N

Elegir la opción A para huir de las figuras retóricas

Maria Jarque, estudiante que quiere entrar a medicina, una de las carreras con una nota de corte más alta, también ha asegurado que el examen «era como esperaba». Esto significa que ha sido «bastante fácil». «Me ha sorprendido para bien, porque creía que pondrían cosas para ir a pillarnos«, ha explicado visiblemente contenta. Jarque ha elegido la opción A del examen, como la mayoría de estudiantes, porque a la B salían figuras retóricas. Por ejemplo, en la frase «Las cosas engullen a las cosas precedentes» tenían que decidir si la figura utilizada era retruécano, hipérbaton, oxímoron o personificación. Muchos estudiantes se han asustado al verlo y se han decantado por la otra opción de examen.

Jarque ha explicado que antes de entrar intentaba estar tranquila, a pesar de que ha resultado difícil. Una de sus compañeras de instituto, Lidia Japón, lo ha corroborado y ha señalado que ha dormido dos horas por los nervios previos a los exámenes. Una vez se ha encontrado, pero, «todo ha ido muy bien». Tanto Japón como Jarque se juegan mucho en esta selectividad, puesto que quieren estudiar medicina y biomedicina, dos grados de muy difícil acceso dada la elevada nota de corte que se requiere. «Nos jugamos mucho», han explicado las dos, que se dirigían al exterior cogidas del brazo para airearse antes de enfrentar el examen de inglés, el siguiente en la primera jornada de selectividad.

«Estado de histeria colectiva»

Los profesores que acompañan a estos alumnos también se han contagiado de los nervios de sus estudiantes. Carme Bonet, profesora de historia, historia del arte y catalán, define la situación en la aula en las últimas semanas como un «estado de histeria colectiva». «Se juegan mucho y hay alumnos que necesitan notas altísimas. Esto les genera mucha presión», ha explicado la profesora. Es consciente que los exámenes, para que sean del todo justos, tienen que ser anónimos y hacerse cómo se hacen actualmente, pero, aun así, señala que «como no se tiene en cuenta la evolución ni la continuidad, le añade presión a un bachillerato ya muy intenso de por sí».

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