«Estos primeros días de septiembre se nos hacen hecho muy largos». Con estas palabras describe Marcel Roig, padre de dos criaturas de tres y seis años, como han sido los últimos días de vacaciones antes del pistoletazo de salida del nuevo curso escolar, donde más de un millón de alumnos vuelven a clase después de casi tres meses de vacaciones. Cerca de las ocho y media de la mañana, las afueras de la escuela Reina Elisenda, situada en el barrio de la Salut de Barcelona, vuelven a recuperar su imagen habitual: niños y niñas equipados con su mochila -que a veces parece más grande que las mismas criaturas- a punto de entrar en la escuela. Entre las sonrisas y los reencuentros también se pueden ver las caras de cansancio de algunos padres y madres, que explican que esta mañana los ha costado «un mundo» quitar a sus hijos para prepararlos para el retorno a la normalidad.
Para Cristina Mateu, madre soltera de una criatura de siete años, la parte más complicada del retorno en la escuela no ha sido despertar a su hijo esta mañana, sino organizarse durante la primera semana de septiembre para compaginar su trabajo con cuidar su hijo: «Durante todo el julio y el agosto he ido apuntando a mi hijo en casales de verano porque yo también tenía que trabajar. Este septiembre ya no tenía casal y tampoco lo puedo dejar cada día con los abuelos», explica Mateu en conversación con El Món, que considera que, desde su punto de vista, sería «más fácil» empezar la escuela antes. Se trata de un pensamiento bastante similar al cual expresó la presidenta de las Asociaciones Federadas de Familias de Alumnas de Cataluña (aFFaC), Belén Tascón, en el momento que la ex consejera de Educación Anna Simó anunció que revertía -ligeramente- la decisión de Josep Maria Cambray y atrasaba de nuevo el calendario escolar. En aquel momento, Tascón criticó la falta de «consenso» con que actuó Cambray, pero sí que quiso dejar claro que estaba de acuerdo con el objetivo de acortar las vacaciones al alumnado, pensando sobre todo en el más vulnerable que no tiene opciones formativas los meses de verano.

Familias partidarias del atraso de calendario
En cambio, hay otras familias que consideran que la fecha de inicio de curso es «indiferente»: «No hay mucha diferencia entre el año pasado [el curso escolar arrancó el 6 de septiembre para los alumnos de infantil, primaria y secundaria obligatoria] y este año», apunta Roc Garcia mientras observa como su hija se reencuentra con las amigas después de todo un verano sin verse. Cree que la fecha de inicio no supone «mucho cambio» para su organización familiar, motivo por el cual considera que el calendario escolar se tiene que fijar en función de las «necesidades» de los docentes. Ahora bien, y coincidiendo con la opinión otros padres que ya han dejado a sus hijos e hijas en el interior de la escuela Jesuitas de Gracia, Garcia pide que la fecha de inicio de curso «sea la misma cada año»: «Prefiero que me digan que cada año empezarán el día 12 de septiembre [momento en que también arranca la educación postobligatoria] a que cada año sea un día diferente», argumenta.
Esta es la opinión, también, que han mantenido los sindicatos de docentes desde que la antigua responsable de la cartera anunció las modificaciones en el calendario escolar. El pasado 22 de febrero, el día en que Simó comunicó los cambios en la comunidad educativa, el coordinador de acción sindical de USETC, Andreu Mumbrú, se mostró mucho en contra de empezar el curso el día 9 de septiembre. En este caso, pero, no para que fuera tres días más tarde que el año anterior, sino porque suponía arrancarlo antes de la Diada -antes de la medida de Cambray, el curso siempre empezaba el 12 de septiembre: «El adelanto del calendario escolar es contrario a la calidad educativa», argumentaba el sindicalista. Sindicatos y parte de las familias, pues, no están del todo satisfechos con la fecha de inicio de curso, pero por motivos bastante diferentes.