Los cambios de currículo de bachillerato, anunciados esta semana por el Departamento de Educación y Formación Profesional y que se aplicarán de cara al próximo curso para aquellos estudiantes que comiencen la secundaria postobligatoria, han generado un fuerte terremoto político y social. La consejería encabezada por la socialista Esther Niubó comunicó el lunes a las diferentes direcciones de centro que, para cumplir con las directrices de la ley estatal LOMLOE -conocida como ley Celaá-, el próximo curso se producirían diferentes cambios en el currículo del bachillerato. Los más destacados eran la fusión de física y química, que pasarán a ser una sola asignatura, la unión de biología, geología y ciencias ambientales en una sola materia. Pero, sobre todo, relegaban literatura catalana y castellana a 2º de bachillerato, dos asignaturas de modalidad -obligatorias para determinados itinerarios-, a una asignatura optativa en primero.
Esta última modificación desencadenó rápidamente el malestar de la comunidad educativa, literaria y política, que se opuso frontalmente al anuncio de la consejería. Para paliar la crisis e intentar recuperar el control de la situación, la titular de la cartera dio marcha atrás y aseguró que desde la consejería habían trasladado al Ministerio de Educación, en manos de la ministra Pilar Alegría, que la literatura es «una línea roja» para el Gobierno de Salvador Illa. Es decir, la consejería se comprometió a mantener las asignaturas de literatura como obligatorias para segundo de bachillerato, incumpliendo de este modo con las directrices de ley española impulsada por el PSOE -y avalada en el Congreso con los votos de ERC y la abstención de Junts. «Las ideas las tengo y las tenemos muy claras», aseveró la consejera ante el hemiciclo catalán.
Deshumanizar las humanidades «para conseguir alumnos más dóciles»
A pesar de la rectificación apresurada de la consejería, expertos consultados por El Món ven con «escepticismo» las palabras de Niubó: «Hasta que no lo vea por escrito no me fío nada. No sé si en el Gobierno hay incompetentes o simplemente malas personas», exclama con contundencia y cierta ironía el coordinador de la sección de lengua de la Intersindical, Gerard Furest. Para el lingüista, el simple hecho de que la administración catalana haya abierto la puerta a relegar la literatura como optativa es «una muestra más» del «cuestionamiento continuado de las humanidades»: «Con estas políticas están deshumanizando las humanidades para conseguir alumnos más dóciles», remata el lingüista.

El desastre del nivel de comprensión lectora
El presidente de la Asociación de Escritores en Lengua Catalana (AELC), Sebastià Portell, celebra el retroceso de la consejera de Educación en relación con la literatura en el bachillerato, pero recuerda que se trata de una «rectificación respecto a un agravio» que ya existe. Para Portell, las políticas de la consejería deben ir dirigidas a «potenciar» y «fomentar» la lectura de los jóvenes para hacer frente al desastre del nivel de comprensión lectora de los jóvenes catalanes -tal como han demostrado los últimos resultados de las pruebas internacionales PISA y las evaluaciones de competencias básicas. «Tenemos un grave problema de comprensión lectora, pero también de expresión oral en catalán. Se necesita un cambio de dirección general para resolverlo», argumenta el presidente de la AELC.
En esta línea, el coordinador de lengua de la Intersindical lamenta que, a pesar de la rectificación final de Niubó en relación con la literatura, las directrices de la consejería «son contrarias» a combatir las carencias de comprensión lectora del alumnado. «Es sorprendente que se diga que se trabaja para mejorar la comprensión lectora [tal como la consejera ha asegurado en varias ocasiones, del mismo modo que ha mantenido el plan sobre esta competencia impulsado por la exconsejera Anna Simó], pero al mismo tiempo también se planteen reducir horas de literatura en segundo de bachillerato, que es el momento en que los alumnos tienen más capacidad crítica para analizar textos», argumenta Gerard Furest. Para mejorar el nivel de comprensión lectora de los estudiantes, los expertos coinciden en que se necesitan directrices «firmes» y «ambiciosas», y esto implica potenciar y priorizar la lectura. «Se debe garantizar el cumplimiento del plan nacional del libro y la lectura de Cataluña e incluso ampliarlo», asevera Sebastià Portell.
Para el presidente de la AELC, una de las medidas clave que plantea el plan nacional elaborado por la Generalitat de Cataluña durante el año 2023 con la colaboración de diversas entidades y asociaciones, el cual articula más de una setentena de propuestas, es «potenciar el plan piloto de bibliotecas escolares»: «Tenemos una gran oportunidad de arraigar la lectura desde pequeños con las bibliotecas de las escuelas y debemos trabajar para que deje de ser un plan piloto [se aplica en una cincuentena de centros] y se convierta en una directriz general», asevera Portell, que lamenta que «solo un 60%» de las escuelas catalanas, según los últimos datos, tienen un espacio de biblioteca propia. «Debemos ser más ambiciosos», añade. El plan nacional del libro y la lectura, sin embargo, no solo contempla actuaciones enfocadas en los estudiantes, sino que también propone, entre otras, «mejorar la formación continua de los docentes» para fomentar los conocimientos literarios del alumnado.

Hacer política «a golpe de Twitter»
Para los expertos, los polémicos cambios de bachillerato también han evidenciado la necesidad de «fijar un nuevo rumbo» dentro de la consejería de Educación, ya que la reacción ante el anuncio de las modificaciones curriculares ha generado tanto críticas educativas como políticas. «Parece que el departamento haga política en función de la opinión pública, a golpe de Twitter», exclama el coordinador de lengua de la Intersindical. Furest celebra la rectificación de la consejería con relación a la literatura, pero lamenta que se haya producido en respuesta a la avalancha de críticas de la comunidad educativa y lingüística a través de las redes sociales -que ya comenzaron el pasado fin de semana, antes del anuncio precipitado de los cambios en el bachillerato por parte de la administración catalana. «Hay un gran desfase, incluso cínico, entre lo que se dice que se hará y lo que se acaba haciendo», añade.
Furest insiste en que la crisis en bachillerato ha estallado por las decisiones sobre la literatura, pero que también salpican otras ramas de la etapa educativa postobligatoria, especialmente en el itinerario de ciencias: «La reducción horaria de ciencias es brutal», argumenta. La misma consejera aseguró durante su comparecencia del martes que ya están trabajando con las direcciones e inspección «para encontrar itinerarios formativos, sean en modalidad o optativas, que nos permitan mantener el mismo número de horas de las materias que ahora se están impartiendo». Es decir, ocupar las horas reducidas debido a la fusión de las materias del módulo de ciencias de bachillerato con otras asignaturas para profundizar los conocimientos en estas competencias. De hecho, la titular de la cartera convocará un grupo de expertos a partir del mes de enero para evaluar cómo aplicar los cambios curriculares en ciencias obligados por el gobierno español -el cual hizo llegar un requerimiento a la administración catalana. A pesar de los esfuerzos de la consejera por calmar los ánimos, pasar de puntillas sobre la polémica y evitar debilitar su cartera, la comunidad educativa exige una rectificación real: «Parece que actúen desorientados y quieran eliminar los conocimientos básicos de los alumnos».