La tercera sesión del juicio por malversación y prevaricación al ex consejero Miquel Buch y al ex escolta Lluís Escolà, ha tenido un protagonista especial, el presidente en el exilio Carles Puigdemont. De hecho, tenía que ser un testigo clave para descartar un acuerdo entre Buch con el expresidente para contratar a Escolà como escolta a través de un nombramiento como cargo de confianza. Una tesis que ni el mismo intendente Toni Rodríguez, jefe de la investigación, pudo defender en su declaración contra el sargento Escolà con que la fiscalía ha basado la suya acusación.
El presidente Puigdemont ha comenzado su declaración definiendo a Escolà como «amigo y patriota que me ha acompañado mucho tiempo». También se ha vanagloriado de la amistad con Buch. Una vez ha empezado la declaración testifical, se ha suspendido. Las dos funcionarias de la justicia belga han exigido un intérprete de francés, tal como acordaron con la juez de enlace, Paloma Conde Pumpido. El presidente de sala, José Carlos Iglesias, visiblemente enfadado, ha pedido el intérprete que ya estaba concertado. Finalmente, se ha suspendido durante diez minutos por una cuestión procedimental. Una vez se ha retomado, el presidente de la sala ha pedido al presidente Puigdemont si le podría hacer de traductor a las autoridades judiciales belgas para proponerlos esperar el intérprete o bien pasar la declaración al día 13. Puigdemont ha hecho de traductor, le han agradecido el trabajo, y han acordado esperar a encontrar un intérprete.

Un detective privado en Interior
El primero a testificar en la sesión de esta mañana ha sido Carles Bosch, el cargo de confianza que sustituyó a Escolà, un detective privado que ha detallado que fue nombrado en marzo de 2019 y fue destituido cuando Buch fue purgado del Gobierno por el presidente Quim Torra. Bosch ha reforzado la tesis de la defensa en el sentido que Buch le había comentado que quería a un mosso por el cargo, pero había el riesgo que quedara «demasiado marcado políticamente». El detective, con extraordinaria naturalidad, ha narrado que no tenía horario, que podía viajar y que solo debía tener «disponibilidad», así como que la mayoría de informes o asesoramientos eran verbales. Es decir, elementos de la propia definición de cargo de confianza que ha avalado los argumentos de la defensa.
El segundo testigo ha sido un curso concentrado de en qué consistía el Área de Escoltas cuando el sargento Escolà trabajaba. Ha sido el comisario, veteranísimo, Francesc Camprubí, ya jubilado y jefe de escoltas de 2012 al 28 de enero de 2018. Camprubí ha recordado que Escolà era un gran profesional, pero estaba rebajado a hacer ejercicio físico y a proteger personalmente a los «
Como sargento, era el responsable de la «gestión de recursos de dispositivos de nivel, como lo Mobile World Congress o Fórmula 1». En esta línea, ha insistido que Escolà, además, sabía inglés, condición que le sirvió para preparar los dispositivos en el extranjero. Ahora bien, Camprubí ha sido contundente al explicar que Escolà no está en condiciones para hacer de escolta, por eso hacía tareas de gestión de los operativos. Así mismo, ha recordado que para hacer de escolta es necesario llevar arma y porra extensible por si atentan o «lo hacen con arma de fuego o blanca», a pesar de que tiene entendido que últimamente ha habido problemas para llevar el arma. En definitiva, Camprubí ha puesto en entredicho que la presencia de Escolà en Waterloo fuera para hacer de escolta. La exmujer y exabogada de Escolà, Maria Àngels Canela, ha sido el tercer testigo de la jornada y ha expuesto un auténtico tour europeo que ha servido para naturalizar los viajes que Escolà llevaba a cabo con el presidente o a Waterloo.