El historiador Joaquim Albareda profundiza en su último libro,
¿Cual era el objetivo que perseguía con este libro que algunos ya catalogan como una obra de referencia?
Intentar explicar qué política hicieron los catalanes en el siglo XVIII, que ha pasado a ser un siglo esencialmente económico por el gran crecimiento que llevó a las puertas de la industrialización. Parecía que esta apuesta decidida de los catalanes para trabajar por la economía había comportado la renuncia a hacer política, a intervenir en la política después de la pérdida del estado el 1714. Hay trabajos muy importantes que se han hecho al respecto, los de Josep Maria Torras y Ribé, Ernest Lluch, Josep Maria Gay Escoda, pero faltaba este trabajo conjunto, intentar enlazar todas las piezas desde el día siguiente a la pérdida del estado catalán hasta finales de siglo, cuando hubo la revuelta de las quintas. Fue un desafío muy importante al absolutismo. Quería encajar todo tipo de protestas, memoriales y revueltas que habían sido analizadas isoladamente, por separado, para buscar el mensaje político detrás. La reivindicación de las libertades perdidas recordando que en el sistema abolido el 1714 esto estaba resuelto.
¿Esta visión de que el siglo XVIII fue principalmente de crecimiento económico y no se hizo política es interesada?
No, simplemente impactaba más. Cataluña pierde sus instituciones y los historiadores se centran en la economía, que es la realidad que más impacta en la sociedad. Pierre Vilar inició una corriente de estudios importantísimo que explican cómo Cataluña se sitúa a las puertas del arranque industrial. Ferran Soldevila dijo en un momento determinado que Cataluña hizo el esfuerzo de acontecer provincia en el siglo XVIII y que renunció a su identidad. Es lógico que lo planteara en estos términos porque la represión fue tan dura y agobiante que la sociedad acabó políticamente desarticulada. Ahora bien, lo que había que ver una vez ya conocido el crecimiento económico es por donde pasó la articulación de la política. Esto es lo que he intentado hacer en este libro.

¿Cataluña se moderniza gracias a Felipe V?
Esto es un mito como ha sido el mito del catastro, que era moderno, equitativo… Son mitos que nacen ya el mismo siglo XVIII, que los fomentan ilustrados castellanos y que los comparten ilustrados y burgueses catalanes, porque eran los beneficiados de las transformaciones económicas y las medidas borbónicas. No tenemos que perder de vista que el crecimiento económico tiene sus raíces antes de la Guerra de Sucesión. El 1700 los cimientos de la especialización y de los intercambios están puestos. Lo explicó Pierre Vilar muy bien y han profundizado en ello Albert García Espuche y otros historiadores. Esto es una evidencia. La Guerra de Sucesión es un paréntesis del crecimiento y la recuperación no llega hasta el 1740. La burguesía catalana se aprovecha de estímulos que da la monarquía, como el proteccionismo del algodón, la posibilidad de comerciar con América, la abolición de las aduanas, los encargos de ropa para los ejércitos… Son estímulos aprovechados, pero porque ya hay las condiciones. No la aprovecharon los aragoneses, que también sufrieron la Nueva Planta. Por qué? Porque los cimientos ya estaban puestos de antes. Felipe V no explica el crecimiento económico, que tiene las bases en el sistema jurídico que regía el acceso de los campesinos a la tierra y que les daba muchas posibilidades, a diferencia de Castilla. Esta es la base de la prosperidad. En Cataluña el dinero circulaba, señal que la gente tenía posibilidades de comprar productos. No tenemos que confundir las cosas. La economía se explica en términos económicos, no en términos políticos. El Estado no tenía capacidad para condicionar la economía, que era autónoma.
¿Este es el tópico o mito principal que quería desmontar con este libro?
Este tópico es uno que ya hace demasiado tiempo que dura. Ha habido historiadores que han dicho auténticos disparates. Gabriel Tortella llega a escribir que los castellanos tuvieron la mala suerte de ganar la Guerra de Sucesión, porque si no hubieran sido prósperos. Esto es no entender nada, no entender que las transformaciones económicas ya estaban. El otro tópico es el del catastro y quizás un tercero sería el de la supuesta modernidad del absolutismo borbónico. Al final, las mismas autoridades borbónicas constatan que la Nueva Planta ha sido un fracaso, porque la gente sigue reclamando el sistema político liquidado el 1714. No se salva ninguna medida que implanta el absolutismo borbónico.
¿Como resiste Cataluña una vez derrotada con las armas? ¿A base de esta memoria de las libertades anteriores?
La identidad de los catalanes a finales del siglo XVIII, cuando había pasado casi un siglo de absolutismo, no se había perdido gracias a la continuidad del uso del catalán entre el pueblo y del código civil. Todo esto se salva gracias a un filipista, Francesc Ametller, y es un referente importante. Consideró que liquidar esto era desestructurar demasiado la sociedad catalana. El recuerdo de las libertades también es una constante que no se pierde durante el siglo y que aparece en cualquier tipo de reivindicación, de memorial y de proyecto. No en el sentido sentimental, en un sentido reivindicativo. Cuando hay denuncias de corrupción en un municipio los memoriales dicen que era mejor el sistema de consejos municipales escogidos mediante las tres manos. Es decir, representativos de la mano de los caballeros, de los artistas y de los artesanos. Dicen esto, queremos el sistema de elecciones cada año como antes y queremos que haya representación estamental. Es una reivindicación no sentimental, sino política. Aquí es donde pienso que el libro pretende incidir, recuperar el hilo reivindicativo a lo largo del siglo para demostrar que hubo política que no pasaba por las formalidades del régimen borbónico sino por los gremios que estructuraban las demandas populares porque estaban organizados y tenían dinero para abogados.

¿El hilo reivindicativo del que habla ha llegado hasta nuestra época o nos hemos quedado más en un plano sentimental?
Ha cambiado mucho. Cuando entramos en democracia y en una sociedad de política de masas, todo cambia. Hablábamos de una sociedad del Antiguo Régimen donde no hay democracia y que, en todo caso, el poder del rey está limitado por los sistemas representativos, las tres manos, los municipios o las Cortes. Se acaba el Antiguo Régimen, con las Cortes de Cádiz se hace una nueva Constitución, el individuo se pone en el centro de la política y se establecen unas nuevas reglas del juego donde hay sistemas de representación política establecidos, pero que están lejos de la democracia. Las mujeres están excluidas del voto y no es sufragio universal y acaba siendo un modelo que revalida y da por bueno el centralismo político. Esto hasta que entramos en la fase de la democracia después de la república y del golpe de estado franquista. Este ha sido el camino por el cual se han ido ensanchando las libertades. El camino hacia la democracia ha sido muy lento y muy costoso, en algunos países las mujeres no han votado hasta el 1970… Tenemos que tener presente que el proceso ha costado vidas para llegar a una democracia imperfecta. Todos querríamos otra democracia de la que estamos viviendo hoy, controlada por los partidos y encorsetada.
¿La derrota del bando austriacista explica la situación política actual de Cataluña?
Queda muy lejos. Lo que sí que es cierto, y lo sabemos gracias a los trabajos de Ernest Lluch, es que el 1714 se lucha por un modelo político diferente al que triunfó. Por un modelo político anterior que ponía el Parlamento y las Cortes en el centro. Tenían dos grandes atribuciones: fijar los impuestos y legislar de acuerdo con la conveniencia del país. Esto se había hecho en las últimas Corts, de 1701 y de 1705, donde se aprobaron leyes avanzadas y muy interesantes. Limitaban el poder del rey y esto iba en la línea del parlamentarismo inglés y en contra del absolutismo que se impuso en el continente europeo. Quienes justifican el absolutismo como la mejor política que se podía hacer en aquel momento dicen que estamos imaginando un futuro que no se dio, pero el que había el 1714 era esto y había estado funcionando. A las Cortes del 1706 aprobaron leyes que molestaron mucho al rey y a sus ministros. Felipe V llegó a decir que las últimas Corts habían dejado a los catalanes más republicanos que el parlamento abusivo de los ingleses. El virrey Velasco dijo que se habían aprobado unas medidas de justicia que dejaban al rey sin poder, por ejemplo que no se pudiera torturar para obtener declaraciones de los detenidos. Esto quiere decir que las Cortes avanzaban en un camino de modernidad política. En Cataluña se intentaba frenar la tendencia de Europa donde el rey iba ganando poder.
¿Se ha idealizado o mitificado el 11S del 1714?
Todos los países y naciones tienen referentes nacionales. En nuestro caso y en el de Castilla es el de una derrota. Aquí el 11 de Septiembre y allí los Comuneros. En Baviera también es una derrota. Siempre se acaban mitificando, siempre se acaba haciendo una interpretación simplista de lo que pasó en aquella fecha determinada que todos tenemos que recordar porque es el referente. Esto es normal en todos los nacionalismos. Lo que nos interesa del 11 de Septiembre es que es una fiesta de resistencia a los ataques del ejército borbónico, el más importante de Europa en aquel momento. Cada vez que celebramos el 11 de Septiembre estamos revalidando la conciencia nacional. Es como un referéndum donde ponemos al día nuestro sentimiento identitario. Una parte importante de la población, igual que en las elecciones, confirma la existencia de este sentimiento nacional. Si no lo hiciéramos podría pasar cómo ha pasado en otros países que el sentimiento identitario ha desaparecido y el Estado se ha impuesto. Es un ejercicio de memoria colectiva.

¿Con el libro pretende destacar este carácter inconformista de los catalanes?
La idea ha sido hacer una mirada del XVIII que no se había hecho en conjunto y donde la política es la protagonista. Quería intentar mostrar como los catalanes hicieron política utilizando los recursos que tenían en su mano ante un absolutismo que liquidó un sistema político secular que había estado funcionando y que había dado resultados eficaces, visto lo que fue la Nueva Planta, un retroceso político en todos los sentidos. No sé ver ningún elemento de modernidad que pueda contrastarse con el modelo anterior. Son las mismas autoridades borbónicas que constatan a finales de siglo el fracaso de la Nueva Planta. De hecho, lo escriben con una frase muy contundente: “Este país va en contra del criterio general que tendría que ser que a los súbditos solo los incumba la gloria de obedecer”.
¿Los catalanes tenían un carácter diferente otras culturas ya en el siglo XVIII?
Las autoridades borbónicas constataron que los catalanes, a pesar de un siglo de represión, andaban hacia un modelo republicano y democrático. Usan estas dos palabras ya en 1773. Un siglo de represión no fue suficiente para ahogar una cultura política que era republicana en el sentido de limitar el poder del rey y dejar participar los individuos por estamentos. También constatan que los catalanes siguen emperrados al avanzar por este camino con prácticas democráticas. Puedo llegar a estas conclusiones, aparte de por multitud de estudios, porque he trabajado el archivo donde hay la documentación militar, una documentación que no engaña y que explica cómo eran los catalanes y dónde ves la mentalidad de conquista que continuaban teniendo los militares, que decían que se tenía que someter Cataluña. Ahí ves claramente que los catalanes no son sumisos, que no han bajado la cabeza. Los viajeros que pasan por Cataluña también dejan sus testigos, interesantes y argumentados, que explican que el país sufre una represión importante, que tiene la fiscalidad más elevada de España y que los catalanes son insumisos. Coinciden, por lo tanto, los militares y los viajeros. También he consultado dietarios de campesinos que dan un punto de vista muy directo, además, de la corrupción que se incrementó desde el 1739, cuando se ponen en venta los cargos de regidor.
¿Esto agravió las tensiones que ya había desprendido de perder la guerra?
Es una de las fuentes de conflicto más importantes durante todo el siglo. Las movilizaciones de los gremios son contra el catastro y todos los abusos de los regidores en los municipios. Los campesinos explican de una manera diáfana qué son los mecanismos de corrupción que utilizaban. Tenían barra libre, no había ninguna autoridad que los controlara. Los corregidores que los tenían que controlar eran militares que consideraban que estaban por encima de los civiles y que no tenían que dar explicaciones a nadie. A veces se condenaba a los corregidores por corrupción, como pasó con el Marqués de la Mina en Barcelona, pero la sentencia no se aplicaba porque tenían un estatus especial.

¿Podríamos decir que el título,
Está más pensado del que puede parecer (ríe). Enlaza con el planteamiento de Ernest Lluch, la Cataluña vencida del siglo XVIII, un concepto que ciertamente los militares no paran de repetir en sus informes, pero también deja claro que no es sumisa. Cataluña es un país rebelde que no ha acotat el jefe. Esto enlaza con el que intento explicar, la política que intentaron hacer los catalanes para reivindicar un sistema político que consideraban mejor que el absolutismo.