El debate sobre la financiación ha vuelto al primer plano de la actualidad después de quedar eclipsado durante los años del Proceso con el impulso de Esquerra Republicana que, desde el Gobierno catalán, y antes de las elecciones en el Parlamento del 12 de mayo pasado, lanzó su propuesta de financiación singular para que Cataluña recaude todos los impuestos y pague después en el estado español por los servicios que le presta. Este no es un debate nuevo, puesto que mejorar las finanzas de Cataluña fue una de las prioridades de los sucesivos gobiernos de Jordi Pujol en 90, también el tripartito intentó acercarse al concierto con el nuevo Estatuto y, posteriormente, Artur Mas intentó, sin éxito, conseguir negociar el pacto fiscal con Mariano Rajoy a la Moncloa. Un portazo que sirvió para dar el pistoletazo de salida del Proceso y enterrar el debate durante más de una década. Durante todo este tiempo hemos escuchado consignas como «la mejor financiación de la historia», «una financiación estratosférica», el «pacto fiscal» y ahora la «financiación singular», pero ninguna de estas propuestas ha acabado siendo una solución para mejorar la salud financiera.
Actualmente, Cataluña está junto con otras 14 autonomías, Ceuta y Melilla al llamado «régimen interno». El modelo actual es la «mejor financiación de la historia» que prometió en 2009 el entonces presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y que dio lugar, en palabras de Miquel Iceta, a un sistema «estratosférico» e «intergaláctico». Pero en la hora de la verdad, con este modelo, que está pendiente de renovación desde hace debe años, Cataluña ocupa la décima posición en cuanto a recursos recibidos -la número 14 si se tiene en cuenta el coste de la vida- a pesar de que es una de las comunidades que más dinero aporta a las arcas del Estado.
Con el modelo vigente, el estado español recauda el 91% de los impuestos que se pagan en Cataluña y de estos transfiere algo menos de la mitad, alrededor de 21.000 millones. El resto se distribuye entre las diferentes comunidades, de acuerdo con los criterios que fija el modelo de financiación. La Generalitat, por su parte, solo tiene la capacidad de recaudar el 9% restante, que representa unos 4.500 millones de euros. De hecho, la Comisión de Estudio sobre la Deuda Histórica del Estado con Cataluña del Parlamento, en sus conclusiones, cifró en 456.000 millones de euros la «deuda histórica del Estado con Cataluña»: 50.900 millones de déficits en materia de infraestructuras; 375.000 millones en partidas sociales y 30.000 millones en pensiones entre el 1982 y el 2022.

2009: «La mejor financiación de la historia» tenía que ser «estratosférica»
El año 2009, durante una visita electoral en Barcelona, la entonces presidente español, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, prometió al entonces presidente de la Generalitat, el también socialista José Montilla, que Cataluña tendría «la mejor financiación de la historia de Cataluña». La locuacidad con que se celebró el acuerdo de financiación del 2009 fue la de las grandes ocasiones, similares a los vividos siete años antes, en 2002, cuando se había acordado el anterior sistema, cuando Artur Mas y Francesc Homs, haciendo piña con la entonces presidente de la Generalitat valenciana, Eduardo Zaplana, consiguió la cesión y capacidad de impuestos como sucesiones, patrimonio, transmisiones patrimoniales y del juego y la participación en la recaudación de una cesta de impuestos.
Siguiendo las huellas de Zapatero, el entonces viceprimer secretario del PSC, Miquel Iceta, afirmó que si el nuevo modelo de financiación ofrecía 1.800 millones más en la Generalitat se podría considerar que el modelo sería «estratosférico» y «intergaláctico» y la Cámara de Comercio, pocos días antes de sellar el acuerdo, puso toda la carne en el asador y estimó que en la Generalitat le corresponderían entre 3.500 millones y 3.800 millones adicionales si se aplicaba el modelo de financiación esbozada en el Estatuto. Cuando se anunció el acuerdo con el Estado español a mediados de julio de aquel año, PSC, Esquerra e iniciativa usaron la cifra de los 3.800 millones como referencia del que se había pactado y, por ejemplo, el entonces líder de Esquerra, Joan Puigcercós, ofreció una rueda de prensa con un cartel que proclamaba «3.855 millones de euros» y «105,6% del ranking». «Hemos hecho frente en el Estado y hemos ganado», celebró. «Es la mejor financiación de la historia del autogobierno recuperado», proclamó Montilla el día en que el Parlamento lo aprobó.
2012: El pacto fiscal de Mas, la antesala del Procés
Aquel sistema pacto fiscal flaqueó a causa de sus inconcreciones, y también de la crisis, y Artur Mas y Convergència i Unió, que se habían posicionado en contra de aquel modelo, alegando que incumplía el Estatuto, se presentó a las elecciones del año 2010 con una propuesta de «pacto fiscal» en su programa electoral. Un sistema que tenía que sacar Cataluña del régimen común y acercar el modelo catalán al concierto vasco. Mas ganó el tripartito a las urnas y consiguió sumar Esquerra e ICV a su propuesta. La mayoría era amplia y la mayoría de los puntos del acuerdo del Parlamento también contaron con el aval del PSC.

Malgrat el amplio acuerdo logrado en Cataluña, la actitud de la entonces presidente español, el popular Mariano Rajoy, que disponía de mayoría absoluta, no fue receptiva, antes al contrario. Animado por la gran manifestación independentista de la Fiesta, la primera organizada por la ANC bajo el lema «Cataluña, nuevo estado de Europa», Mas fue el 20 de septiembre a la Moncloa para reunirse con Rajoy y hacer una «defensa íntegra» del pacto fiscal como una solución que contaba con un gran consenso y que permitía a las dos partes ganar tiempos y evitar una rotura entre Cataluña y España, pero se encontró con un portazo en las narices. «No ha ido bien», admitió Mas después de la cumbre en una comparecencia a Madrid antes de volver a Cataluña, donde fue recibido en la Plaza San Jaime por miles de personas con esteladas y gritos de «independencia». Una situación que llevó a Mas a la convocatoria de elecciones de anticipadas y que sirvió para dar el pistoletazo de salida al Proceso de independencia. Ahora, más de una década más tarde, el debate se ha vuelto a poner sobre la mesa, pero ahora se llama «financiación singular».
2024: una «financiación singular» diferentes para las partes
Una vez el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, convocó elecciones anticipadas el pasado 13 de marzo, el Gobierno presentó su propuesta de «financiación singular». Lo hizo meses después de que el PSOE y ERC llegaran a un acuerdo para la investidura de Pedro Sánchez, con el compromiso de “reformar el sistema de financiación y reconocer una singularidad en el pueblo de Cataluña”. Esquerra propuesta recaudar directamente el 100% de los impuestos y poderlos gestionar. Es decir, tener la clave de la caja, una oferta que la consejera de Economía, Natàlia Mas Guix, ha hecho “extensiva” a todas aquellas comunidades que quieran recaudar de todos sus tributos. Según la propuesta que hizo Aragonès, esto quiere decir, recaudar alrededor de 52.000 millones de euros anuales, pero no se quedarían todos aquí. Habría dos transferencias, una en el Estado por los servicios prestados en Cataluña y una segunda para contribuir a la solidaridad con el resto de las autonomías. Este fondo de reequilibrio es el que diferencia este modelo del que se aplica en el País Vasco y Navarra, donde no hay prácticamente aportación a la solidaridad.
Tanto ERC como Junts, que también reclama la gestión de la totalidad de los tributos, reconocen que este sistema implicaría modificar la Ley Orgánica de Financiación Autonómica (Lofca), la ley orgánica que regula la financiación autonómica, y salir del régimen común. Pero Junts, a diferencia de Esquerra, sitúa esta negociación en el terreno del acuerdo de Bruselas para la investidura de Sánchez y la estabilidad del gobierno español. Por eso, el presidente en el exilio, Carles Puigdemont, encuentra «inmoral» que el Sánchez lo utilice la financiación «como moneda de cambio» para investir Isla y lo acusa de «chantaje». Los juntaires, además, dejan en el aire su apoyo a los presupuestos del Estado, que condiciona a tener las garantías suficientes para corregir el déficit fiscal y el incumplimiento de la ejecución presupuestaria en Cataluña.

Después de la advertencia de Junts, el líder del PSOE ha desvinculado una posible investidura de Salvador Illa de un posible acuerdo de financiación, pero las propuestas que han ido haciendo en público unos y otros, ambos refiriéndose a un sistema «singular», han dejado claro que la propuesta de los socialistas, que no quieren ceder la clave de la caja, no tiene nada que ver con las demandas independentistas. Así, la «singularidad» para el PSOE, y también para el PSC, está en función de encontrar una «fórmula imaginativa» sin tener que hacer una renovación total del sistema de financiación y sin modificar la Lofca. Una posibilidad para desencallar la situación, y que los socialistas catalanes hace tiempos que ponen sobre la mesa, es desplegar el consorcio tributario previsto en el Estatuto del 2006, un nuevo organismo público que permitiría recaudar todos los impuestos con una gestión compartida entre la Generalitat y el estado español.