Maria Lluïsa Oliveres, madre del ex consejero de Salud en el exilio, Toni Comín, ha muerto este jueves por la mañana en Lovaina (Bélgica), donde se había desplazado para estar con su hijo por Navidad, cuando enfermó. No es la primera muerte de su entorno familiar más directo que Comín vive en el exilio, puesto que su hermano Pere también murió en Lovaina en julio de 2018, a causa de un cáncer. Oliveres, que había sufrido durante el franquismo la prisión de su marido, el político e intelectual Alfons Comín, recomendó a su hijo que se fuera al exilio «porque no hacía nada en la prisión». Así lo reconoció en una entrevista en el programa
Comín, que actualmente es vicepresidente Consell de la República y eurodiputado de su partido, Junts, tiene la residencia en Lovaina. El ex consejero de Salud fue uno de los miembros del gobierno catalán del referpendum del 1-O que decidió permanecer al exilio y, más después de las órdenes europeas y estatales de detención por parte del juez instructor del Procés, Pablo Llarena. El consejero y su hermana Betona ya han empezado a recibir las muestras de solidaridad y el apoyo por la muerte de su madre de sus compañeros de exilio, como el presidente Carles Puigdemont y los consejeros Clara Ponsatí i Lluís Puig.

El papel discreto pero fundamental de las madres de los exiliados
La muerte de Maria Lluïsa Oliveres llega en un momento de punto muerto para el exilio, que se está pendiente del camino que retoma la justicia española a raíz de la reciente sentencia del Tribunal Superior de Justicia Europea por las cuestiones prejudiciales de Llarena y el pleito ante el Tribunal General de la Unión Europea sobre la inmunidad parlamentaria.
Las madres de los exiliados han tenido un papel discreto pero con una fuerte carga simbólica en algunos momentos, como en el caso de la ya famosa fotografía de los tres eurodiputados con sus madres en Perpiñán después de dos años separados, durante la manifestación en defensa del Primero de Octubre.