El independentismo se acerca a la Diada de este año más dividido que nunca y sin la mayoría independentista en el Parlamento que ha disfrutado el movimiento durante más de diez años. A raíz del pacto entre Esquerra Republicana y PSC para investir a Salvador Illa como presidente de la Generalitat, Junts per Catalunya y la Asamblea Nacional Catalana (ANC) han considerado rota del todo la unidad estratégica independentista. De hecho, la entidad que preside Lluís Llach ha calentado la cita poniendo en marcha una web con todo tipo de detalles sobre la manifestación del próximo 11 de septiembre, que este año se celebrará descentralizada en Barcelona, Tarragona, Girona, Lleida y Tortosa, y con un contundente ataque contra Esquerra Republicana por el pacto con los socialistas. Las relaciones entre la entidad y la formación republicana hace tiempo que no pasan por su mejor momento, pero nunca hasta ahora la ANC había estado tan beligerante en sus críticas: «Con este paso la dirección de ERC ha culminado su rotura de la estrategia unitaria seguida desde la sentencia de 2010 del Tribunal Constitucional contra el Estatuto». «ERC ha devuelto a la política fracasada de los gobiernos tripartitos, a la alianza con el PSOE, Sumar y sus respectivas sucursales en Cataluña», sentencia la entidad en un comunicado. De hecho, estas afirmaciones llegan precedidas de críticas continuas por parte de Llach, que ha llegado a poner en entredicho que la formación republicana practique el independentismo.
Esta fractura viene de lejos, de la Diada del 2022, cuando la dirección de Esquerra Republicana, y también los entonces miembros del Gobierno con Pere Aragonès al frente, declinaron participar en la manifestación por su enfoque «excluyente», crítico con los puentes de diálogo establecidos entre republicanos y socialistas para encontrar una solución en el conflicto entre Cataluña y el Estado español. El entonces presidenta de la entidad, Dolors Feliu, cargó durante su discurso contra los «falsos diálogos» entre ERC y PSOE y exigió «sinceridad, valentía y decisión» a las formaciones independentistas. «¡Haced la independencia o convocad elecciones!», los desafió. El año pasado, en cambio, ERC cambió de parecer y sí que asistió a la manifestación de la Fiesta, con Pere Aragonès al frente. Aun así, Feliu insistió en el discurso pronunciado el año anterior y reclamó a las formaciones independentistas que fueran «coherentes con el objetivo que proclamen» e hicieran «efectiva» la independencia en el Parlamento o convocaran elecciones. «Una DUI no serviría para nada si no va acompañada de un reconocimiento internacional», replicó Pere Aragonès, en la última Diada como presidente de la Generalitat, meses antes de convocar elecciones después de que le tumbaran las cuentas en el Parlamento.
Este año, Esquerra todavía no se ha posicionado sobre si asistirá o no a la manifestación, pero la situación entre la entidad y el partido es tensa. Desde la ANC no quieren poner más leña al fuego y apuntan que «siempre hay vías de contacto con los partidos, pero no se los pide que confirmen asistencia como partidos». Aun así, fuentes oficiales de la entidad recuerdan que el comunicado de hace unos días contra el acuerdo Esquerra-PSC no es el manifiesto de la Diada, que será conjunto con el resto de entidades que organizan los actos de la Fiesta y trabajan con la previsión que se haga público el mismo 11 de septiembre.
Una consecuencia de la competición por la hegemonía del independentismo
Expertos consultados por El Món consideran que se ha llegado a esta situación a causa de la competición que han mantenido los últimos años Esquerra Republicana y Junts per Catalunta por la hegemonía del independentismo y por la frustración que ha generado en el independentismo el hecho de no tener resultados palpables, ni en el objetivo nacional ni en promesas como por ejemplo la financiación, el traspaso integral de Cercanías o la transferencia de las competencias de gestión de la inmigración en la Generalitat, entre otras. Así, los analistas creen que es hora de rehacer proyectos y de reinventar el movimiento independentista, fijarse en los objetivos comunes y plantear una estrategia a largo plazo con «nuevos lenguajes» que puedan dar sus frutos en el futuro, con la necesidad de hacer cosas día detrás día. «El independentismo tendría que ensayar otras fórmulas del pasado como construir un gobierno provisional como planteaba el Consejo de la República», apuntan.

La rivalidad entre Junts y Esquerra y el papel del ANC en la pugna
El escritor e historiador Xavier Diez, licenciado en filosofía y letras por la Universitat Autònoma de Barcelona, doctor en Historia Contemporánea por la Universitat de Girona y colaborador de El Món, alerta que «ni los partidos ni las entidades han hecho un análisis en profundidad del que ha pasado» y cree que ahora «todo el mundo se está dejando arrastrar mucho por las emociones». Esto se produce, según él, porque el movimiento independentista, que nació con el principio del siglo y que llegó a su culminación lo Primero de Octubre, «ha fracasado en sus estrategias constructivas y sus estrategias democráticas y de movilización pacífica», que han topado con los límites del régimen del 78. «Estamos en esta fase de desconcierto, de haber hecho una cosa y todavía no haber construido otra, «los claroscuros donde aparecen los monstruos de que hablaba Gramsci». Diez expone que desde entonces el independentismo no ha encontrado todavía el tono que le permita, más que movilizar, crear un movimiento amplio, un movimiento de masas con una hoja de ruta clara y definido». «Hay un tipo de crisis global y después una crisis específica de gran decepción respecto a una clase política», y lo ejemplifica con la intención de Oriol Junqueras de repetir como presidente de Esquerra. «Es una situación muy compleja que tendría que llevar a hacer otras cosas, y probablemente no tan bonitas ni tan coreografiades, y que sean capaces de jugar sucio, si hace falta, como hace el Estado». «El movimiento se tiene que reinventar, pero todavía no ha encontrado la manera», concluye.
El politólogo y profesor de la UPF Toni Rodon expone que tanto Esquerra Republicana como Junts se fijaron como «prioridad» desgastar el otro para tener una «posición mayoritaria» porque consideraban que así se podía ensanchar la base, pero el tiempo ha demostrado que «han competido muy mal» y que no han obtenido los resultados esperados porque las perspectivas electorales después de esta competición «cada vez son más bajas». Además, subraya que «no se ha percibido que han gobernado bien, ni juntos ni separados». Rodon también apunta que la Asamblea ha apostado para ponerse de parte de una de las partes, de Junts, con quienes comparte críticas contra Esquerra. El problema que ve no es que una asociación tome parte, porque es una estrategia que muchas entidades han adoptado a lo largo de la historia. Desde su punto de vista, el que pasa es que la ANC nació como «una asociación transversal» y este viraje ha acabado siendo «negativo» porque «mucha gente lo ve como una correa de transmisión». Y, en este sentido, señala que hay que tener en cuenta que la independencia «no es la máxima prioridad para una parte de los catalanes», que no quiere decir que no sean independentistas, pero no se siente interpelada cuando «lee el ruido» que puede generar la ANC con sus posicionamientos.

¿La competencia entre Junts y ERC es un problema para el movimiento?
Toni Rodon defiende la tesis que el movimiento independentista no puede prescindir de ERC para lograr la independencia, y pone en entredicho la cantilena que circula por la red X sobre la posibilidad que Esquerra desaparezca. «Si mañana hubiera elecciones, lo pasaría mal, pero los partidos con tanta tradición y que tienen tantos regidores, no desaparecen de un día por el otro», apunta, a pesar de admitir que el batacazo «sería importante» «La reflexión que hará el partido en su congreso extraordinario del 30 de noviembre llega tarde, y necesitará una renovación profunda», admite, pero insiste que un partido no desaparece tan rápidamente. También opina que el problema no rae en el hecho que Esquerra y Junts compitan entre ellos por un electorado concreto, porque en el fondo siempre competirán, salvo que uno de los dos desaparezca, sino en «la manera como compiten», puesto que «a veces ha llegado a puntos un poco surrealistas, y esto es el que el electorado no acaba de entender». «Y el que los hace daño a los dos», concluye.
En cambio, Xavier Diez cree que la independencia «se puede hacer» sin Esquerra Republicana y «se tiene que hacer en contra suya», a partir de los «comportamientos de los últimos años» y, recientemente, con el intento de detención de Puigdemont, a quien, según el historiador, «lo persiguieron con más anhelo que incluso el mismo Llarena». «No leyeron exactamente qué es lo que piensa la sociedad catalana, te guste o no Puigdemont», concluye. Todavía sobre la formación republicana, el escritor e historiador considera que nunca ha sido un partido de masas y es «un partido de cuadros». Es decir, Junqueras y Rovira han controlado el partido porque «la mayoría de los militantes tienen algún tipo de cargo». «Su legendaria capacidad asamblearia, que había llevado el partido a reconfigurarse cada 7 o 8 años, no se ha activado y ahora mismo es un caparazón vacío que va perdiendo votos, peso y poder. Aun así, deja claro que «la independencia se tiene que hacer con gente de izquierdas, de derechas, de arriba y de abajo», y, sobre este aspecto, señala que la tesis de Agustí Colomines, uno de los ideólogos de Junts per Catalunya, es «reconvertir» el partido de Puigdemont en un tipo de Partido Nacional Escocés. «Me parece una opción bastante inteligente», asegura, porque conseguiría hacer un movimiento «transversal», representativo de toda la sociedad.

Los pasos a seguir para el independentismo: ¿rehacer la unidad o dejarla estar?
Toni Rodon señala que los actores dentro de el independentismo se tiene que fijar en las cosas que los unen. Por ejemplo, Esquerra y Junts tendrían que evitar echarse «los platos por el jefe» con aspectos con los cuales estando de acuerdo, como pasó con la amnistía, y fijar un «plan de mínimos» porque «los dos, probablemente, están de acuerdo que la Generalitat gestione la inmigración, el aeropuerto, bien, de hecho, las clásicas reivindicaciones de la Cataluña contemporánea reciente». Por eso, ve necesario dejar de banda este «rifirrafe político» porque «en el fondo» «están de acuerdo en muchas cosas». En cambio, Diez cree que «no necesariamente» hay que recuperar la unidad y remarca que «en una situación de crisis importante, a veces es más importante un liderazgo sólido y una determinación profunda para aprovechar las debilidades del otro, tener iniciativa y actuar». «¿Cómo creas adeptos a tu causa? Creas adeptos a tu causa a partir de la confianza que puedes ganar. ¿Y cómo puedes ganar? Pues, haciendo pequeñas batallas y escaramuzas con las cuales puedas humillar o desafiar el enemigo y salirte con la tuya», sentencia.
Para Rodon, Esquerra Republicana tiene un papel «muy complicado» esta legislatura porque, a pesar de ser a la oposición, ha facilitado el Gobierno de Illa. «Junts siempre los puede recordar que por mucha oposición que hagan, Salvador Isla es presidente porque ellos lo votaron. Y esto no ayuda, tampoco, a recoser el movimiento», subraya, y defiende que las dos formaciones apuesten para hacer un «trabajo de hormiguitas» y pensar más a largo plazo, porque «los problemas como los trenes y el déficit fiscal siguen y el electorado todavía está». Y para recuperar este terreno perdido, las formaciones independentistas tendrían que apostar, según él, por «buscar un nuevo lenguaje e intentar trabajar un electorado de cara en el futuro para ganar más adelante». «¿Qué alternativa hay a la independencia?», se pregunta Xavier Diez, y deja claro que el movimiento «necesita hacer cosas cada día y plantear desafíos porque a la gente no se la convence con grandes palabras». En este sentido, defiende que el retorno de Puigdemont, que se produjo en un momento que el independentismo «estaba bastando muerto», generó «mucho de nerviosismo entre sus opositores, mucha rabia, y, por otro lado, cierta capacidad de emoción entre los partidarios independentistas».