El PP está moviendo todos los hilos que puede para intentar frustrar los pactos del PSOE y utilizar el efecto Puigdemont para desgastar a Pedro Sánchez de cara a una futura repetición electoral. Consciente de que los vínculos con Vox han lastrado sus posibilidades de ser presidente, Alberto Núñez Feijóo ha hecho un giro importante en su estrategia postelectoral. Por un lado, ha conseguido que Vox le apoye sin contrapartidas para evitar un gobierno de los “enemigos de España” y, por la otra, ha intensificado, aunque sin éxito, los contactos con el PNV y Junts para intentar dividir el bloque que puede apoyar a Sánchez.

Y todo esto lo hace pensando tanto en una repetición electoral como en una hipotética investidura en septiembre, tal como demuestra su discurso de este fin de semana durante la Fiesta do Albariño a Cambados (Pontevedra). «La propuesta que hago es la de uno gobierno en solitario del Partido Popular basado en un acuerdo amplio y constitucional”, ha afirmado. “Es necesario un partido para un gobierno y no 24 partidos gobernando España. Tantos partidos para gobernar, con ideologías diferentes e intereses políticos contradictorios, es el contrario de la gobernabilidad de nuestro país”.

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en el acto final de campaña del 23-J a Corunya / ACN

El coordinador general del PP, Elías Bendodo, ha dicho este lunes en una entrevista a la COPE que «por ahora el PP tiene más apoyos para la investidura que el PSOE y Pedro Sánchez”. El dirigente popular confía en que podrán obtener los apoyos que faltan para llegar a la mayoría absoluta. «Contamos ya con 170 ‘sí’ y estamos trabajando en los de Coalición Canaria y UPN. Y continuaremos trabajando para sumar de cara en esta mayoría”, ha dicho. En UPN ya han dicho que están dispuestos a pactar y CC ha asegurado que sin Vox un acuerdo será más sencillo. Esto deja a Feijóo con 172 votos, cuatro por debajo de la absoluta, pero más que los que tiene asegurados Pedro Sánchez.

La decisión de Vox, clave para Feijóo

Con cuatro frases, Feijóo pone la base de una futura campaña electoral. Sin Vox en la ecuación, Sánchez y los socialistas se quedan sin el argumento del miedo a la extrema derecha para rechazar el pacto de estado que reclama el PP. También le permite presentarse como una opción estable y coherente, frente a la batalla permanente que tendrán que librar el PSOE y Sumar para obtener el apoyo de hasta cinco partidos de ideología diversa para aprobar cualquier ley. Esto contando con que Junts mejorará su predisposición para ser un actor proactivo de la política española.

El PNV insiste en que no quiere tener nada que ver con el PP. La sombra de Vox y la proximidad de las elecciones autonómicas en el País Vasco, donde los nacionalistas vascos se juegan la hegemonía con un EH Bildu en claro ascenso, dejan pocas opciones al partido de Andoni Ortuzar. “Nada ha cambiado”, aseguran después del giro de Vox. Además, ahora ya tienen un precio para Pedro Sánchez: acelerar las obras del AVE hasta Euskadi, la transferencia de la gestión de la Seguridad Social y un nuevo estatuto para el País Vasco.

Maximizar el efecto Puigdemont

Los resultados de las elecciones del 23-J ha dado un protagonismo inesperado a Juntos y a Carles Puigdemont, que, a pesar los lamentos de ERC, ahora mismo tienen la llave de la investidura de Pedro Sánchez. Los populares han enviado cantos de sirena para explorar la predisposición de Junts a abrir una negociación discreta, pero su objetivo principal es presentar a Sánchez como un hombre dispuesto a todo —incluso a negociar con Carles Puigdemont, el enemigo número uno del estado— para ser investido presidente.

Los populares quieren aprovechar que Puigdemont tiene la llave de todo para castigar a Pedro Sánchez y hacerle sudar cada minuto de sus negociaciones con Junts. El partido de Jordi Turull ha puesto sobre la mesa el referéndum y la amnistía como condición indispensable para sentarse a negociar con el PSOE —las exigencias serían las mismas en caso de que se abrieran conversaciones con el PP— y dice no tener intención de ceder. El referéndum es una exigencia inasumible para los socialistas, que, sin embargo, sí que podrían estar abiertos a negociar una amnistía o un mecanismo similar.

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